jueves, 11 de marzo de 2021

A propósito de la depravación

                                                                                       

                                                                       

A los pocos días de su boda ya se buscó un amante, y luego otro, y otro... comenzó su lujuria. Se acostó con todos los jóvenes que le apetecía, y hasta organizaba orgías a espaldas de su marido con prostitutas y tipejos de todo pelaje, a los que obligaba a participar. Esto da una idea de su confusión mental..

Desde luego, qué mal quedó la pobre, qué malos recuerdos dejó.. Porque es muy triste pensar que sólo se acuerden de una por su promiscuidad sexual.. Tened en cuenta que apenas con pronunciar su nombre, Mesalina, más de uno, o una, se persigna horrorizada de vergüenza. Sin embargo...

¿Nadie ha pensado en el porqué de su desenfreno? ¿Tan difícil es imaginar que era una niña de sólo 13 años cuando la casaron a la fuerza con un tipo de 50 años? ¿Sabía alguien esto?.. Su madre se empeñó en casarla con el viejo. Algo buscaba en la niña.. ¡Uffff, según era de ella de interesada!.

Porque, ¡claro! ¿Y si su ninfomanía empezó por el desmesurado egoísmo de su madre y el desprecio que le hizo Junio Silano, el gran amor de su vida? Porque ella estaba muy enamorada y él la despreció. Eso transformó su vida hasta el punto de vengarse de ella misma. Si, vengarse de su propio cuerpo practicando sexo sin ton ni son...

Fijaos hasta qué punto llegó su promiscuidad, que en una de esas orgias hizo una apuesta con Escila, la prostituta más solicitada de la ciudad. Consistía la apuesta en ver quién hacía el amor con más hombres en una sola noche.. Ganó ella, por supuesto. Lo hizo con treinta chavales, y aún quedó con ganas, ¡Ay, si la pilla Ábalos!.. 

Su frenética actividad sexual le hizo perder lozanía muy pronto. Pero luchó contra ese mal a fuerza de retoques, potingues, maquillajes y demás ungüentos. Hasta Marco Valerio, uno de sus últimos amantes, afirmó de ella que las tres cuartas partes de su encanto residía en su caja tocador. Ahí guardaba sus dientes postizos, sus pelucas y algunas cosas más. 

Por cierto, Mesalina era preciosa, tenía el pelo negro azabache, ojos rasgados y una sonrisa que enamoraba. Sólo tenía veinticuatro años cuando murió.

Joaquín 

                                                                         

                                           Mesalina y Escita rodeada de amantes




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