sábado, 29 de julio de 2017

Sin novedad




No hablo mal de los pobres porque de allá vengo. Ni de los ricos porque para allá voy.
W.Smith



Ahora, que según las estadísticas hemos recuperado el nivel de bienestar anterior a la gran crisis que hemos padecido desde el 2007, constato que en nuestro país apenas cambian las cosas, sobre todo las cosas de índole económica. Publicaban ayer mismo en el diario El País, que las grandes diferencias entre las distintas regiones españolas siguen siendo las mismas. Es decir, y como desde tiempos inmemoriales, tenemos una gran brecha de bienestar entre el norte rico y el sur pobre, con la honrosa excepción de Madrid.
Andalucía, o Extremadura, también Canarias, siguen teniendo una tasa de paro apabullante, que ronda entre el 25,% y el 30%, mientras que en el País Vasco o Navarra, también La Rioja y alguna más, apenas sube del 13%. Esto en cuanto al desempleo porque si hablamos de riqueza y renta la cosa se nos presenta igual de cruda y desfavorable para el sur. Madrid, con una renta por persona de 32.000 euros brutos por año, seguidas del País Vasco o Cataluña, están a la cabeza, sin embargo Extremadura y Andalucía con unos escasos 16.500 euros (justo la mitad) a la cola.
Es cierto que son estas solo frías cifras, y que pareciera no importar demasiado al personal, pero lamentablemente detrás de estos números hay personas, situaciones y sufrimientos en alguna medida. Y es que no solo de empleo y dinero se nutre esta diferencia, pues lamentablemente estos suelen ir acompañados, también, de otros índices más tangibles y dolorosos como: peor sanidad, mal acceso a la educación, pésimas comunicaciones etc. Sin contar el nivel de cultura y bienestar general de sus habitantes.
Como extremeño me duele que la nuestra siga siendo, junto a Andalucía y después de cuarenta años de democracia, las dos regiones últimas en todo lo bueno que queramos medir. Y por el contrario las dos primeras en los índices en los que no deberíamos aparecer. Percibo, ahora que por motivos vacacionales lo trato de cerca, una sufrida resignación y aceptación de la gente de las consecuencias que conlleva estas depauperadas cuentas. Apenas se alzas voces, sino para reclamar algún tipo de subsidios o ayudas que le permitan tan solo subsistir.
Creo, y cada vez estoy más convencido de ello, que salvo algunas ciudades punteras de la zona, el resto tiende a desertizarse, y no solo en población, también en progreso, modernidad y desarrollo. Ahora que nuestros jóvenes tienen, casi todos, la posibilidad de adquirir carreras universitarias o estudios superiores, cosa que cada vez se da con más frecuencia, es descorazonador que una vez terminada su preparación tengan que emigrar a otros lugares con más empuje y desarrollo. Precisamente son ellos, los jóvenes, los mayores emprendedores capaces de dinamizar una sociedad.
 En mis tiempos de éxodo laboral, digamos que lo hacíamos un 35% de nosotros, el resto permanecía de una u otra manera en su lugar de nacimiento. Hoy en día cualquier joven universitario ávido de empezar a desarrollar la actividad propia para lo que se ha preparado concienzudamente tiene que desplazarse inevitablemente a otras ciudades y regiones, pero en una proporción del 90%, cosa que es para echarse a llorar. Con este sinsentido es imposible salir del pozo del subdesarrollo económico.
¿Y dónde están las soluciones? ¿Qué hemos hecho tan mal para que después de, casi, autogobierno regional sigamos exactamente igual que en el franquismo? Dirán algunos y con razón que hemos mejorado visiblemente, que los pueblos están mucho mejor y más dotados que antaño, pero  no me negaran que ha sido debido a la ingente cantidad de dinero procedente de Bruselas y de la caja de compensación española lo que ha permitido esas mejoras, así como las carreteras.
Andalucía y Extremadura poseen entre ambas casi diez millones de personas, es decir un veinte por ciento de la población del país, y sin embargo apenas el 10% del PIB y renta. Y no hablemos de su índice de influencia en el resto de España, es bajísimo. Apenas se da aquí: políticos, empresarios, deportistas de elite, científicos etc. para su proporción de habitantes, pero eso sí, artistas de la farándula y niños cantores, los que se quiera. Por supuestísimo esto no es debido a nuestro rico folclore, yo diría que más bien a un cierto retraso cultural; retraso que no hemos sabido atajar.
Dios me libre de ofender a nadie, solo constato una cierta realidad subjetiva. ¡Ojala! las cosas cambien y nos pongamos a la cabeza de esos índices antes mencionados porque después vendrá todo lo demás. ¡Claro! que para eso tendremos que cambiar de táctica. En la primera parte del partido (un partido de cuarenta años) perdemos cinco a cero, a ver si en la segunda, por lo menos, empatamos con los del norte, aunque tengo mis dudas.
Dicho queda.

                                               Joaquín Yerga
                                                 29/07/2017

martes, 4 de julio de 2017

Elegido para la gloria




El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Nietzsche


Reconozcámoslo, los argumentos de algunos pasajes de la historia, incluso de muchas leyendas, son sencillamente sublimes. Que una madre coloque a su pequeño de tan solo unos meses en un canastillo hecho de mimbre y brea para que flote en las aguas del Nilo, esperando que alguien con autoridad se apiade de él y lo ampare, es un guión de nota. Lo malo es que estaba ya muy repetido, pues mucho tiempo antes que Moisés, tanto Rómulo y Remo (los fundadores de Roma), como Hércules (hijo de Zeus en la mitología griega), o el propio Jesucristo después, cuando tuvo que huir de las garras de Herodes que quería matarlo, por citar algunos, ya habían pasado por situaciones parecidas.
Para los cientos de millones de cristianos (practicantes o no) que moramos por este ingrato mundo; de la biografía de uno de los símbolos de nuestra religión, como es Moisés, apenas sabemos nada. Apuesto lo sea que una mayoría cree que es la misma que el argumento de la magnifica película aquella, tan osquearizada por cierto, y de título “Los diez mandamientos”. Pues me temo que no, los guionistas del filme endulzaron la leyenda para darle mas empaque a las imágenes. Basta echarle un vistazo al pasaje de la Biblia en donde se habla de él para comprobar, que si bien concuerdan algunos datos, ni mucho menos todos.
Nació Moisés de padres judíos que estaban cautivos en Egipto. Llevaban estos mas de cuatrocientos años allí, realizando, sin duda, los trabajos mas duros de la colectividad. Al poco de nacer creyó su madre que su vida corría serio peligro, así que lo metió en el canasto y lo dejó deslizarse por las suaves corrientes del Nilo. Eso sí, lo depositó cerquita de donde se bañaba la primogénita del Faraón. 
Se cumplió ampliamente sus deseos; a la hija del faraón se le activó el instinto maternal y se hizo cargo del niño. La operación salio tan redonda que incluso ésta (sin saberlo) accedió a que la propia madre de Moisés amamantara al neonato. Después, ya crecidito volvió a la corte, y por allí anduvo hasta que un mal día vio a un egipcio apalizar a un hebreo. Y no pudo, el hombre, mantenerse impávido contemplando cómo maltrataban a uno de su raza. En un irrefrenable arrebato mató al egipcio. A partir de ahí salió huyendo y se refugió en la ciudad de Maidan, por cierto, no existen datos históricos ni restos arqueológicos de ella... No queda otra que fiarnos de la Biblia. Aquí se casó con Séfora, que le dio dos hijos, Gérson y Eliezer. Éstos no cuentan para la historia pero estoy seguro que muchos niños de ahora llevan sus nombres.
En estas estábamos cuando aquel Dios, siempre caprichoso, se fijó en él y le hizo el responsable de su deseo de rescatar al pueblo judío de las garras de Egipto. Moisés había venido a menos; pasó de medrar por la corte faraónica a simple pastor de las cabras de su suegro. Y precisamente por eso le extrañó tanto el encargo. Y por eso se resistió como gato panza arriba de ser justamente él quien liberara a su pueblo. Pero Dios insistió y le dio plenos poderes para conseguirlo. Llegó incluso a sugerirle un plan B a seguir por si las cosas se torcían. Y se torcieron…
Volvió a Egipto y logró entrevistarse con el Faraón, (asunto difícil para un cabrero, pues si incluso hoy en día es difícil que un concejal de pueblo te conceda audiencia, imaginémonos en aquella época en donde los reyes eran considerados semidioses). Pero, démoselo por bueno...
Informó Moisés al Faraón de que su Dios (que también es el nuestro) estaba empeñado en que su pueblo (el judío) quedara en libertad, porque con cuatro siglos de esclavitud era más que suficiente. Éste se negó, (como era de esperar) pues no quería prescindir de esa mano de obra abundante y tan barata. Entonces Moisés para convencerlo se vio obligado a utilizar el doloroso plan B con toda su crueldad añadida. Y fue descargando sobre Egipto las terribles plagas.
El primer castigo que les infligió fue convertir las aguas del Nilo en sangre y exterminar a todos los peces, pero el rey se mantuvo en sus trece. El segundo, una invasión de ranas por todo el país, y el tío ni se inmutó. El tercero la peste del ganado, y luego los tábanos y los mosquitos y el granizo, y el Faraón sin decir ni mu. Pero fue después de la séptima plaga cuando el cabezón del Faraón se ablandó, pues Dios, inmisericorde, hizo matar a todos los primogénitos de las familias egipcias. Entonces asustado los dejó marchar. Y partieron...
Pero la travesía de vuelta a Canaán no fue un camino de rosas, duró nada menos que cuarenta años. Durante el trayecto, Dios, se presentó otra vez a su compatriota preferido, Moisés, en el monte Sinaí y le entregó las Tablas de la Ley. Incluso le sugirió donde guardarlas (en el Arca de la Alianza). Mucho más tarde el rey judío Salomón, hizo construir en Jerusalén el conocido Templo para que expresamente la albergara. No obstante Moisés, a pesar de todo, no quiso Dios que llegara a la tierra prometida. Tuvo que ser su lugarteniente Josué quien lo hiciera. Y se instalaron...
Las peripecias vividas por los hebreos en esos años fueron muchas y espantosas. Llegaron a renegar de Dios, (que tanto había hecho por ellos), adorando a becerros de oro, y a maldecir a Moisés por las fatigas de la larga marcha. Tuvo éste que ofrecerles para apaciguarlos, el Maná (un potingue de leche y miel). Pero era el pueblo elegido por Dios... y eso les perdonaba todo.
Los estudiosos de la Biblia han querido desde siempre darle verosimilitud histórica a estos episodios. Algunos han querido ver al Faraón Ramsés II (1300 a.c.) como el sufridor de las plagas. Otros han investigado a fondo (aun sin resultado) el desierto del Sinaí buscando la famosa montaña en donde Dios se le apareció a Moisés tras la zarza ardiendo. Incluso los ha habido que han llegado mas lejos, intentado señalar y demostrar el lugar exacto del mar Rojo en donde Dios hizo apartar las aguas para que pasara su pueblo.
Lo cierto y verdad es que Moisés es el personaje mas reverenciado por los israelitas, incluso mas que Abraham o Jacob. Los musulmanes lo aceptan como un profeta importante al que respetar, y para los cristianos es una figura bíblica notable, precursor de Jesús, pero poco más. Para otros muchos es, sobre todo, el modelo de la famosa escultura de Miguel Ángel que lo representa. Y que se yergue majestuoso en una iglesia de Roma.
Dicho queda…
Joaquín Yerga