sábado, 29 de julio de 2023

El paño de lágrimas

                                                                                   

        


         ¿Quién eres tú, hijo tardío?

De los otros me parece
que algo sabía
desde el primer día
Pero tú, inesperado,
¿Quién eres?
en ti nunca había pensado.
¿Cómo vas a llegar
a este mundo enemigo
si ni siquiera yo te conozco?
Perdóname, hijo:
hasta me ha parecido
que no había lugar para ti.
Mi corazón, ya lo verás,
es una sangrienta granada abierta.
Y yo estoy cansada.

--Alaíde Foppa--



Según Fiodor Dostoievski, «El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Las personas realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en el alma».

Digo yo que podréis o no estar de acuerdo con la máxima de Dostoievski, pero creo que las personas totalmente realizadas han debido pasar grandes padecimientos en su vida. Superar una gran tragedia y seguir viviendo, debe ser lo que más acerca al hombre a su propia naturaleza, pues, ¿qué es el mundo sino un paño de lágrimas y desconsuelo?.

No, no estamos completos anímicamente sino hemos sorteado algún gran infortunio personal, lo que no quiere decir que tengamos que andar buscándolo. Es verdad que tarde o temprano todos pasaremos adversidades, pero las hay insufribles y prematuras.

Lucía Pereira fue secuestrada en Brasil, violada repetidas veces y luego abandonada inconsciente en una selva cercana. Mientras estaba inerte fue mordida por un caimán. Sin un brazo y con la cara destrozada, pudo huir y salvarse. Luego padeció la muerte de su madre joven y de una hermana pequeña. Superó todo eso y ahora es una escritora en vías de cierto éxito. 

Decía todo lo anterior por gente como Lucía..

En fin.

         Joaquín                                                                                                                                                     

El caso de la chica asesinada en la calle Isabel la Católica, de Fuente de Cantos.

                                                                                       


   

                    

          Dame, señor

un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.

--Alaide Foppa--



A la joven fuentecanteña, Antonia Sanvicente Báez, de apenas 18 años, la asesinaron en su casa de la calle Isabel la Católica; dos tiros en la cabeza acabaron con su vida, corría el año 1894.

Por aquellos mismos años de finales del siglo XIX, cuando apareció el cadáver de Antonia, ya actuaba el personaje de Sherlock Holmes por las neblinosas calles londinenses descubriendo asesinatos, y Jack "el Destripador" acababa de descuartizar a su ultima victima, ¿Os imagináis qué buen material le hubiéramos proporcionado a Arthur Conan Doyle, padre literario de Sherlock Holmes, si las autoridades fuentecanteñas o la propia familia de la chica le hubieran dado el encargo de investigar el asesinato de Antonia Sanvicente?.

Sherlock Holmes se hubiera tenido que desplazar a Fuente de Cantos; bueno, él y su ayudante el Dr. Watson, haberse alojado muy cerquita del lugar del crimen, puesto que en esa misma calle había tres mesones para elegir, y haber comenzado sus investigaciones haciendo preguntas a la gente del entorno de la chica asesinada.

No sé si hubiera resuelto el caso o hubiera quedado impune como el de Jack “el Destripador”, pero Fuente de Cantos hubiera entrado de lleno en la historia de la literatura mundial.

Por cierto, a Antonia Sanvicente la asesinaron de verdad, y, lo que son las tonterías de la época, de la pobre chica lo que más dolió a familiares y autoridades civiles y religiosas, no que perdiera la vida de esa forma cruel y violenta, que también, sino que no hubiera recibido los santos sacramentos al haber muerto en el acto.

En fin..

Joaquin.



 

viernes, 28 de julio de 2023

Tragedia en la calle Jesús, de Fuente de Cantos

                                                                               



He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío: 

una blanca, otra roja, como tu amor y el mío. 

Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo: 

la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo. 

--J. A. Buesa--



De Pascuas a Ramos bajaba mi abuelo Joaquín a la plaza. Pero aquella fresca mañana lo hizo, de casualidad. Terminó unas cosillas en casa, se cambió de pantalón y de chaqueta, y avisó a mi abuela de que salía, que volvería pronto. Enfiló la calle Gravina para abajo. A no pocas vecinas saludó, me dijo mi abuela.

Pasó el callejón de la iglesia, airoso esa mañana de marzo, y tropezó, casi, con su amigo Leocadio, que iba en la misma dirección que él y con las mismas intenciones. Un buen rato echaron los dos en las tabernas de la Plaza. Hablaron de sus cosas, y más. Tiempo hubo para todo, pues cuando decidieron volver era ya la una del mediodía. 

Leocadio vivía en la calle Jesús, al final, casi en la carretera, así que a la vuelta decidieron regresar juntos. Subieron por la calle Llerena, torcieron luego a la derecha, por la de Sevilla (Virgen de Guadalupe) y así hasta la de Jesús. Enfrascados iban con lo del mal año de cosecha que esperaban.

Y entre porfía y porfía iban ya por la mitad de la calle, cuando... a lo lejos percibieron un revuelo de gente. De repente voces y gritos. Gente corriendo vieron salir hacía donde parecía que había pasado algo; una multitud se fue congregando.

Enseguida se dieron cuenta de que algo pasaba allí y echaron a correr por si podían ayudar en algo. Al llegar mascaron la tragedia: ¡¡en mitad de la calle yacía un niño chico, y una mujer, posiblemente su madre, daba gritos de auxilio abrazada a su cuerpecito!!.

Supieron del accidente; el niño Antonio María González Yerga, de 2 añítos, había sido atropellado por un carro de mulas. Había fallecido casi en el acto. A su madre, Antonia Yerga, intentaban consolada, sin éxito, las vecinas de la calle. 

Un palmo más adelante del lugar del accidente permanecía parado el carro y las dos mulas, todavía resoplando. En frente, sentado en el umbral de una casa vecina, un hombre al que mi abuelo reconoció enseguida, con la cabeza gacha y repitiendo sin parar:

---¡No lo vi!, ¡No lo vi, lo juro! ¡El niño se metió debajo del carro!..

Poco pudieron hacer mi abuelo y su amigo. 

El médico, D. Joaquín Rodríguez Pagador, acompañado del nuevo párroco, D. Bernardo López, no tardaron mucho en llegar al lugar, no pudiendo hacer otra cosa que certificar la muerte del niño.

Mi abuelo llegó a casa desolado.

Esta y cien historias más me las contó mi abuela Carmen a lo largo de mi vida junto a ella. 

Por cierto, el aquí descrito es un caso real ocurrido en la calle Jesús, de Fuente de Cantos, el 8 de marzo de 1916.

Joaquín






jueves, 27 de julio de 2023

La chica que no se atrevía mirarse en el espejo

                                                                                     



Me miro en el espejo y no he dejado de ser
la mismala que creyó en príncipes
la virgenla que leía libros en el bus
la misma, con sus faldas cortas
y sus piernas flacas, la misma,

la que medio soñó con hijos
la que pasó seis años con el
mismo novio, la que se equivocó
pensando que lo amaba,
la misma.

Aída Toledo--



Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz. Su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.

El campesino vendió su arroz en la ciudad y luego se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. 

Después, un poco confuso por el vino, en el momento de regresar se acordó que su mujer le había pedido algo, pero, ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó a la aldea.

Entregó el regalo envuelto en papel a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer abrió el regalo, se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.

La mujer le mostró el espejo y le dijo:

--Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa; esta es su foto.

La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:

--¡Buah, no tienes de qué preocuparte, es una vieja!. 


Aclaración. 

Sé que todas lo habéis entendido a las primeras de cambio. No obstante, por si alguien se ha quedado fría: ni la mujer ni su madre habían visto jamás un espejo. 

La hija al mirarse vio reflejada en el cristal la imagen de una mujer joven y guapa, era ella. 

La madre al mirarse vio a una vieja, era ella. 

Os confieso que a mi me costó bastante resolver el caso

Joaquín






miércoles, 26 de julio de 2023

Maquiavelo pasó por aquí

                                                                                     



Me duele desprenderme

de lo último que me queda.

Tendrás que ayudarme a conocerte.

Y ha de ser tu vida,

tan vigorosa y fuerte,

que devore la mía alegremente,

y yo lejana de mi misma

y distraída,

apenas lo lamente. 

--Alaíde Foppa--

 

Las relaciones sociales a veces son como la política, una selva, y hay que hacer verdaderos equilibrios para no caer en las garras del desprecio o la indiferencia del grupo. 

Decía Maquiavelo que para un gobernante es mejor ser temido que ser amado ¿Aplicamos también esto en las relaciones sociales?.. Pues...

Fijaos, alguien que te ama te puede traicionar o desobedecer porque no ve en ti ninguna amenaza, y porque, como ocurre en una familia o entre amigos, tener desacuerdos no implica graves consecuencias.

Pero a quien necesites ineludiblemente o a quien te tenga en un puño, difícilmente te atreverás a contradecirlo, a no ser que estés dispuesto a enfrentar las consecuencias, y valientes no somos todos. Una vez tuve un amigo que dejó de hablarme por no indisponerse con otro del grupo más influyente que yo.

Ya veis, el mismo Maquiavelo no se cortó un pelo cuando escribió aquello de:

---Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quién engaña encontrará siempre gente que se deje engañar.

En fin.

Joaquín






La séptima puerta

                                                                                     




    
        ¿Qué me dijo? ¿Lo sé acaso?

Hablamos con el alma. . .
como era la última cita,
la despedida fue larga.
Los besos y los sollozos
completaron las palabras
que de la boca salían
en frases entrecortadas.
Rézale cuando estés triste,
dijo al darme una medalla,
y no pienses que vas solo
si en tus penas te acompaña.

--Fco. A. De Icaza--



Hay una puerta en un convento que dicen que es: La puerta más estrecha del mundo. Se encuentra en el Monasterio de Alcobaça en Portugal, mide 2 metros de alto por, ¡ojo! 32 centímetros de ancho. La razón por la cual la puerta es tan angosta es para que los monjes que habitaban el monasterio no engordaran si querían traspasarla.

Y todo porque en tiempos pretéritos muchos tipos se metían frailes para llenar la tripa. Esto es un hecho contrastado. Los monasterios eran de los pocos lugares autosuficientes donde sus moradores podían comer decentemente; la mayoría de ellos disponían de huertos, campos y repletas despensas.

Pero, claro, mucho orar, mucho cantar, poco currar y mucho comer, daba como resultado que muchos frailes estaban gordos y orondos como cebones, a diferencia de la gente de la calle, que en aquellos duros tiempos andaban famélicos, los pobres ¡Imaginad qué mala imagen!.

De ahí que los abades de algunos monasterios y conventos decidieran tomar medidas estrictas para que los monjes no tuvieran más remedio que ponerse a dieta; y se les ocurrió lo de las puertas estrechas..

En fin, ¡no me digáis que no es una idea brillante!

Joaquín



    

                                                                        



martes, 25 de julio de 2023

Una tumba solitaria, dos jóvenes, la última flor

                                                                                     



  

Me miro en el espejo y no he dejado de ser
la mismala que creyó en príncipes
la virgenla que leía libros en el bus
la misma, con sus faldas cortas
y sus piernas flacas, la misma,

la que medio soñó con hijos
la que pasó seis años con el
mismo novio, la que se equivocó
pensando que lo amaba,
la misma.

Aída Toledo--



La tercera guerra mundial había terminado. Todo lo había destruido.

Pasaron años y más años. Los chicos y las chicas crecieron mirándose estúpidamente extrañados: el amor había huido de la tierra. 

Un día, una chica que no había visto nunca una flor, se encontró con la última flor que nacía en este mundo. Y corrió a decir a las gentes que se moría la última flor. Sólo un chico le hizo caso, un chico al que encontró por casualidad.

El chico y la chica se encargaron, los dos, de cuidar la flor. Y la flor comenzó a revivir. Un día una abeja vino a visitar a la flor. Después vino un colibrí.

Pronto fueron dos flores; después cuatro… y después muchas, muchas. Los bosques y selvas reverdecieron. Y la chica comenzó a preocuparse de su figura y el chico descubrió que le gustaba acariciarla. El amor había vuelto al mundo.

Sus hijos fueron creciendo sanos y fuertes y aprendieron a reír y a correr.

Poniendo piedra sobre piedra, el chico descubrió que podrían hacer un refugio. Muy deprisa toda la gente se puso a hacer casas. Pueblos, ciudades y capitales surgieron en la tierra. De nuevo las canciones volvieron a extenderse por todo el mundo.

Se volvieron a ver trovadores y juglares, sastres y zapateros, pintores y poetas, soldados, lugartenientes y capitanes, generales, mariscales y libertadores. La gente escogía vivir aquí o allí.

Pero entonces, los que vivían en los valles se lamentaban por no haber elegido las montañas. Y a los que habían escogido las montañas, les apenaba no vivir en los valles…

Invocando a Dios, los libertadores enardecían ese descontento. Y enseguida el mundo estuvo nuevamente en guerra. Esta vez la destrucción fue tan completa que nada sobrevivió en el mundo.

Sólo quedó un hombre… una mujer… y una flor.

--J. Thurber--

Por cierto, andémonos con cuidado, esto pudiera pasar algún día si a un tipejo de por allá arriba le da por apretar el botón nuclear.





lunes, 24 de julio de 2023

Mi último deseo

                                                                                   


 


Y te digo que es bella, porque es bella,

pero no sé decir, cuando lo digo,

si pienso en ella porque estoy contigo

o estoy contigo por pensar en ella.

--J. A. Buesa--



--Frank Sinatra pidió que introdujesen en su ataúd su mechero favorito, además de una botella de whisky y 10 centavos de dólar, por si necesitaba realizar alguna llamada de emergencia desde el más allá.

-- Ramiro Oliveros, el viudo de Concha Márquez Piquer perdió el móvil en el entierro. Su hija llamó al teléfono para ver si sonaba, y comprobaron que estaba dentro del ataúd, junto al cuerpo de Concha, y decidió quedarlo allí.

--Augusto Algueró (primer marido de Carmen Sevilla) quiso ser enterrado envuelto en la bandera del Barcelona club de fútbol. Era un hincha acérrimo de ese equipo. 

Bien, ¿Y algo más fuerte?.. Pues ahí va..

--Fredric John Baur fue un químico norteamericano que diseñó del paquete en forma de tubo de la famosa marca de patatas fritas Pringles, en 1970. Bien, pues el tipo se sentía tan orgulloso de su invento, que cuando murió pidió ser incinerado y enterrado en un bote de Pringles original. Sus hijos colocaron sus cenizas en uno de estos envases  y lo colocaron en la tumba.

--Joaquín Yerga, es decir el que esto escribe, cuando muera no quiero nada. Si acaso debajo del: Aquí yace.... que pongan en mi lápida: "No hizo daño a nadie, al menos conscientemente". 

En fin.,

Joaquín






A propósito de la izquierda y la derecha

                                                                                    



Es larga la tarde
como el camino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta mi cama sola
a dormir con tu olor engarzado en mi piel,
a dormir con tu sombra.

--Gioconda Belli--


Qué curioso, resulta que las personas zurdas viven menos que los diestros. Puede parecer una tontería, porque... ¡qué tendrá que ver con qué mano se apañe uno, con el hecho de vivir más!.

Pues parece ser que sí. No hace mucho se publicó un estudio con una curiosa conclusión final; que los zurdos vivían en promedio 9 años menos que los diestros.
La proporción de zurdos en edades avanzadas es mucho menor que en edades jóvenes por lo que se intuye que mueren antes. Se argumenta que esto se debe a una mayor propensión a accidentes y a problemas fisiológicos desde el nacimiento.

Por cierto, acordaos que ser zurdo era considerado hasta hace poco un problema, por lo que se obligaba a los niños a escribir con la mano derecha provocando que muchos zurdos pasaran toda su vida como diestros.

Y es que todo va en contra de los zurdos, porque Left, ‘izquierda’ en inglés, proviene de la palabra antigua lyft, que significa débil. En castellano proviene del latín sinestra. Siniestro, y las definiciones de la palabra giran en torno a la perversidad, al temor, lo macabro y su relación con la muerte. 

Incluso en la Edad Media, los zurdos eran perseguidos en la Inquisición para ser quemados, pues se consideraban servidores de Satanás.

En fin, cosas veredes, amigo Sancho, que diría D. Quijote..

Joaquín






domingo, 23 de julio de 2023

Creedme, es cierto..

                                                                                          



Dios te hizo hombre para mí.
Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente,
con una admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.

--Gioconda Belli--



Pero, qué cosas más extraordinarias hemos hecho los seres humanos desde que empezamos a ser medianamente inteligentes. Lo digo por lo siguiente:

Fijaos lo que acabo de leer.

Se estima que aún existen unas 5.000 tribus en todo el mundo, la mayoría en África y América y cada una de ellas se caracteriza por alguna, digamos extravagancia, visto con ojos occidentales, ¡claro!.

Lo de la tribu Bubal, que habita en África, en la frontera entre Kenia y Somalia, es la leche, ostenta un récord de lo más extraño, resulta que los testículos de los hombres pueden llegar a medir entre 70 y 80 centímetros de diámetro.

Pero el tener los huevos más gordos no se debe a una mutación genética, sino a su dieta, y es que desde una temprana edad absorben y beben el flujo menstrual de las vacas. Una tradición única en el mundo, y es que los miembros de la tribu creen que esta práctica "los hace más fuertes y valientes".

Por cierto, las vacas también menstrúan. Y es que, además, a través de su menstruación los miembros de la tribu Bubal logran grandes beneficios, como evitar padecer anemia, ya que el liquido menstrual es rico en vitaminas B6, B12, E y D, pero el efecto secundario le lleva a sufrir un aumento en el tamaño de sus testículos. Así, los adultos tienen tienen la costumbre chupar la vagina de las vacas, mientras que a los jóvenes se les da de beber.

En fin

Joaquín

                                                                                  

                                                Algunos miembros de la tribu Bubal



viernes, 21 de julio de 2023

Todo lo suyo es un cuento

                                                                                     





Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole una nueva geografía de palabras
Mi mente está covada para recibirte,
para pensar tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.

--Gioconda Belli--



La nueva versión de Blancanieves tendrá varios cambios, dicen.. no habrá príncipe azul, la protagonista será una mujer empoderada que persigue sus sueños. Además, las criaturas serán de varios géneros, razas y tamaños, Uffffff.

¡Dios mío, qué nos quedará por ver!. ¡No hay derecho que a los que hemos mamado los cuentos infantiles de aquella forma, nos hagan ahora tragar con todo esto!. 

Fijaos lo que nos espera:

--El lobo feroz no se podrá zampar a la abuela de Caperucita. Sería crueldad manifiesta contra la gente de la tercera edad. Si acaso la asustará.

--Los 7 enanitos de Blancanieves serán pronto vetados y sustituidos por chicarrones de estatura media. Despues de prohibir actuar al Bombero Torero y sus enanos, cualquier cosa os podéis esperar.

--El cuento de Los siete cabritillos así como el de Los tres cerditos serán requisados por ensañamiento contra los animales.

---La Cenicienta cambiará el argumento por machista.

---El muñeco Pinocho no será ya de madera, sino de material reciclable..

--De, El Jabato y del Capitán Trueno, iros olvidandocualquier día nos los prescriben por violentos

En fin, y así todo. Quieren poner patas arriba y darle la vuelta como un calcetín a nuestras ilusiones de toda la vida, Y NO ESTAMOS PREPARADOS PARA ELLO, conste..😜😜😜

Por cierto, apuesto que algunos habéis asociado el título del escrito con el cuento que está de moda estos días, el del Presi... A que si....😅😅😅

Joaquín





jueves, 20 de julio de 2023

¿Creéis que todas las madres son buenas? Mirad esta.

                                                                           




                                                                                      

La bruma triste los envolvía:
ella gemía ¿qué haré yo ahora?...
Y una gaviota revoladora
oyó al marino que le decía
que era su virgen, su pescadora,
que no llorara, que volvería...

---D. Urrutia--



Era el atardecer de un día bochornoso y Santiago no tenía nada que hacer; quizás por eso, buscando como las cochinillas un lugar fresco, se le ocurrió entrar a la vieja iglesia y sentarse a soñar en ese rincón oscuro detrás del confesionario, mientras veía cómo iba extinguiéndose la luz a través del rosetón.

Dormitaba, casi... de pronto, y sin saber cómo ni por qué, se convirtió en involuntario testigo de una confesión. 

---¡Le repito, padre, que puse veneno en su tisana!---esto lo oyó nítidamente, ¡y eran palabras dichas con impaciencia por su madre!. Después, nada más. Su madre, cuyo rostro no alcanzaba a ver, se levantó del reclinatorio y, silenciosamente, desapareció en la espesura de las tinieblas. El sacerdote estaba quieto como un muerto, y largos minutos transcurrieron antes que abriera la portezuela y se marchara él también, con el paso lento de un hombre destrozado.

Santiago necesitó del persistente tintineo de las llaves del sacristán, cuya invitación a retirarse resonó largamente en la nave, para poder levantarse, a tal punto esas palabras que le repercutían como un clamor lo habían dejado estupefacto. ¡Había reconocido perfectamente la voz de su madre! ¡Oh, imposible equivocarse! Había reconocido también su manera de caminar cuando la sombra femenina se irguió a dos pasos de él.

Pero, ¿qué había ocurrido? ¡Todo se derrumbaba, se esfumaba, todo no era más que una monstruosa broma! Vivía solo con esa madre, que no veía casi a nadie y apenas si salía para asistir a los servicios religiosos. Se había acostumbrado a venerarla con toda su alma, como a un modelo de rectitud y de bondad. Hasta donde pudo remontarse en el pasado, no encontró nada oscuro, nada extraño, ni una duda, ni un desvío.

Desde la muerte de su esposo, al que mataron en la guerra, y de quien Santiago apenas guardaba un recuerdo, ella nunca había dejado de vestir de duelo y de ocuparse exclusivamente en la educación de su hijo, de quien no se separaba un solo día.

En verdad, aquello era como para perder la razón---pensaba Santiago con tristeza---como para salirlo a gritar por las calles. ¡Su madre, una asesina! Era insensato, era un millón de veces absurdo, era absolutamente imposible y, no obstante, era cierto. ¿No acababa acaso de confesarlo ella misma? Era como para arrancarse los cabellos. Pero, ¿asesina de quién? ¡Dios mí, él no sabía de nadie que hubiese muerto envenenado entre la gente conocida!. 

Ebrio de horror y desesperación, Santiago volvió a su casa. Su madre corrió en seguida a abrazarlo.

---¡Qué tarde vuelves, mi querido hijo! ¡Y qué pálido estás! ¿Te sientes mal, acaso?

---No-–respondió él---no estoy enfermo, pero el fuerte calor que hace me fatiga y creo que no podré cenar. ¿Y tú, mamá, no sientes ningún malestar? ¿No has salido a buscar un poco de frescura? Me pareció divisarla de lejos en el muelle.

---He salido, en efecto, pero no pudiste verme en el muelle. Fui a confesarme, cosa que tú, pillastre, me parece ya no práctica desde hace tiempo.

Santiago se sorprendió de no sentirse ahogado, de no caer de espaldas, fulminado, como ocurre en las buenas novelas que solía leer. ¡Entonces era verdad que había ido a confesarse! No se había quedado dormido en la iglesia, y esa horrible catástrofe no fue una pesadilla, como llegó a imaginar, enloquecido por un momento.

No se desvaneció, pero palideció profundamente, tanto que su madre se alarmó.

---¿Qué tienes, mi pequeño Santiago?–le dijo--tú sufres, tú ocultas algo a tu madre. Deberías tener más confianza en ella, que sólo te ama a ti y que sólo te tiene a ti… ¡Cómo me miras, querido tesoro mío!… ¿qué te ocurre, pues? ¡Me asustas!…

Lo tomó amorosamente entre sus brazos.

---Escúchame con atención, muchacho. No soy una mujer curiosa, bien lo sabes, y no pretendo juzgarte. No me digas nada, si no quieres decirme nada, pero déjame que te cuide. Vas a acostarte en seguida. Entre tanto, te prepararé una comida muy liviana que te llevaré yo misma a la cama, ¿de acuerdo? Y si tienes fiebre esta noche, te prepararé una TISANA…

Esta vez sí que Santiago rodó por tierra; cayó fulminado por un infarto.

---¡Por fin!---suspiró ella, un poco cansada, extendiendo la mano hacia una campanilla. 

Santiago tenía un aneurisma en el corazón en último grado, y su madre, un amante que no deseaba ser padrastro. 

--L. B.--

Por cierto, ¿creéis que esta historia es sólo un relato de ficción? Pues no lo creáis, pasó realmente en un pueblo cuyo nombre prefiero omitir para no levantar suspicacias. 





miércoles, 19 de julio de 2023

Historia de una hora

                                                                                        



Y, tú que el agua acreces
del mar en que me esperas, con tu
llanto ¡Madre!...¿no fui mil veces
golondrina en tu alero;
Rey Mago en tu Pesebre; en tu
quebranto serenador lucero?.

--D. D. Urrutia--


Sabiendo que Magdalena padecía de problemas del corazón, se tomaron muchas precauciones para trasmitirle, de la forma más suave posible, la noticia de que su marido, Fernando, había muerto.

Se lo dijo su hermana Luisa con frases entrecortadas. Ernesto, el compañero de su marido, le había llamado por teléfono y comunicado que Fernando aparecía en la lista de víctimas del accidente ferroviario ocurrido esa mañana.

Magdalena rompió a llorar de inmediato en los brazos de su hermana, con un repentino y salvaje abandono. Cuando la tormenta de dolor amainó se retiró sola a su habitación. No permitió que nadie la siguiera.

Frente a la ventana abierta había un cómodo y espacioso sillón. Se hundió en él, presa de un agotamiento físico que inmovilizó su cuerpo y parecía querer alcanzar su alma.

Se sentó con la cabeza hacia atrás, apoyada en el cojín del sillón, quieta excepto cuando un sollozo trepaba por su garganta y la sacudía. Era una mujer joven, con un bello y calmado rostro y unas facciones que dejaban entrever contención e incluso cierto temperamento.

Algo iba a sobrevenirle y estaba esperándolo con temor. ¿Qué sería? Lo desconocía, pues era demasiado sutil y esquivo para ponerle nombre. 

Entonces, su pecho comenzó a subir y bajar agitadamente. Cuando se dejó llevar, una palabrita susurrada escapó de sus labios entrecerrados. La murmuró una y otra vez:

¡Libre, libre, libre!

La mirada vacía y la expresión de terror abandonaron su rostro. Sus ojos permanecieron despiertos y brillantes. Su pulso latía aceleradamente y el flujo de su sangre templaba y sosegaba cada centímetro de su cuerpo.

No se detuvo a preguntarse si la alegría por la que había sido invadida era o no monstruosa. Era consciente de que volvería a llorar cuando viera las manos bondadosas y tiernas de Fernando cruzadas en la postura de la muerte, su rostro que siempre la había mirado con amor ahora petrificado, gris, muerto. 

No habría nadie a quien dedicar su vida en los siguientes años, viviría para sí misma. No obstante, lo había amado. A veces. A menudo no. ¡Qué importaba! ¡Qué sentido tenía el amor, ese misterio sin resolver, frente a esa energía que de pronto reconocía como el impulso más poderoso de su ser!

¡Libre! ¡Libre en cuerpo y alma! —continuó susurrando.

Su hermana Luisa estaba arrodillada ante la puerta cerrada, con los labios contra la cerradura, implorando que la dejara pasar:

¡Magdalena, abre la puerta! Te lo ruego, abre la puerta. Vas a ponerte enferma. ¿Qué estás haciendo, Magdalena? ¡Por todos los cielos, abre la puerta!

Márchate. No voy a ponerme enferma---respondió Magdalena tajante

No lo haría, pues bebía del elixir de la vida a través de la ventana abierta.

Su imaginación corría desbocada por todos aquellos días que tenía por delante. Se puso en pie y abrió la puerta ante la insistencia de su hermana. Había un triunfo febril en su mirada y caminaba inconscientemente como una diosa de la Victoria. Cogió a su hermana por la cintura y juntas bajaron las escaleras.

Alguien estaba abriendo la puerta principal con una llave. El que entró era Fernando, su marido, algo desaguisado tras el viaje en autobús, cargando con su maletín y su paraguas como si tal cosa. No pudo coger el tren, llegó tarde. De hecho ni siquiera sabía que había ocurrido el accidente. Permaneció de pie, sorprendido ante el desgarrador grito de Magdalena.

Cuando llegaron los médicos dijeron que Magdalena había muerto de una enfermedad del corazón: la alegría que mata.

--Kate Chopín--




Una carta de despedida

                                                                                   


 


¿Mi Ideal?... lo harta un perfume
de yerba fresca; en la oblación
de un beso su mole se consume.

--D. Dublé--


He leído muchas cartas de despedida, igual que vosotros... He leído cartas atormentadas de amores despechados, cartas de adiós ante un largo viaje, cartas de algún suicida escrita poco antes de quitarse la vida, incluso me conmovió una carta de un enfermo terminal a punto de partir al más allá, pero nunca he visto cartas como la de abajo..

"Hola vecinos. El viernes me ingresan en la residencia de ancianos y estos son mis últimos 3 días aquí. Quería agradeceros por siempre haber sido respetuosos conmigo y haberme tratado con cariño. Haber vivido aquí 42 años de mi vida ha sido un placer.

Echaré de menos las blancas escaleras, recoger una carta del buzón cada mañana, e incluso los niños pequeños que jugaban tocando los timbres por las noches. Pero voy a estar bien. Espero que esta comunidad tan bonita que hemos creado siga existiendo muchas generaciones más".

Os quiere, José Ignacio.


P. D.... de la carta se ha hecho eco algún diario. Supongo que los vecinos la enmarcarán y colgarán en el mejor sitio de la entrada al portal, yo lo haría. Incluso algunos habrán llorado.. 

Joaquín


martes, 18 de julio de 2023

La chica que deseaba ser besada

                                                                                       



Para mí, nada pido,
dadme una rama de árbol, una roca,
y las tendré por nido.

Mi nombre, pronunciado
con ánimo gentil por vuestra boca,
me hará creerme amado.

Evocad mi memoria
al ver una luciérnaga, una estrella,
y me daréis la Gloria.

--D. Dublé--



Érase una vez una muchacha y un joven. Estaban sentados en una piedra, en una punta de tierra que se adentraba en el mar, y las olas golpeaban hasta tocar sus pies. Estaban callados, cada uno en sus pensamientos, y vieron ponerse el sol.

Él pensó que tenía muchas ganas de besarla. Su boca parecía hecha para eso. Había visto chicas más hermosas y, en realidad, estaba enamorado de otra, pero no creía poder besar a esta nunca, ya que era un ideal y una estrella, y “a las estrellas uno no puede desear poseerlas”.

Ella pensó que querría que él la besara, porque entonces tendría una oportunidad de enojarse con él y mostrarle lo mucho que lo despreciaba. Se levantaría, levantando las faldas y ajustándolas en torno a sí; lo miraría con una mirada cargada de helada burla y se iría, derecha y sin prisas innecesarias. Pero para que no pudiera adivinar lo que pensaba, dijo en voz baja, muy lentamente:

--¿Cree usted en otra vida después de esta?

Él pensó que sería más fácil besarla si contestaba que sí. Por eso la miró profundamente a los ojos y dijo:

--Hay momentos en que creo que sí.

Esa respuesta agradó a la chica enormemente, que pensó: “De todas maneras, me gusta su pelo y también la frente. Es una lástima que la nariz sea tan fea y que no tenga una posición. Es solo un estudiante”. Con un novio como ese no la envidiarían sus amigas.

Él pensó. “Ahora, decididamente, puedo besarla”. Pero tenía mucho miedo; no había besado antes a ninguna joven de buena familia, y se preguntaba si sería peligroso. Además, padre dormía, tumbado en una hamaca, no muy lejos de allí.

Ella pensó: “¿Será quizá mejor que le dé un bofetón cuando me bese?”. Y pensó de nuevo: “¿Por qué no me besa, es que soy tan fea y desagradable?” “Me pregunto qué sentiría si me besara”. En realidad, la habían besado una sola vez, un teniente, después de un baile y no le gustó.

Mientras estaban allí sentados, cada uno en sus pensamientos, el sol se puso y oscureció.

Y él pensó: “Ya que está todavía sentada a mi lado y el sol se ha ido, quizá no tenga nada en contra de que la bese”.

Y lentamente le pasó un brazo sobre los hombros.

Eso ella no lo había previsto. Había creído que la besaría sin más preámbulos y que entonces ella le daría una bofetada y se iría como una princesa. Ahora no sabía qué hacer; quería enfadarse con él, pero no quería perder la oportunidad de ser besada. Por eso se quedó sentada completamente quieta.

Entonces él la besó.

Era mucho más extraño de lo que ella había pensado; sintió que se quedaba pálida y sin fuerzas, y que se había olvidado totalmente de darle un bofetón, y de que no era nada más que un estudiante.

Cuando salió la luna, estaban todavía sentados besándose.

Ella le susurró al oído:

-Te amé desde el primer momento en que te vi.

Y él respondió:

-Para mí no ha habido otra en el mundo como tú.

--Hjalmar Söderberg--