jueves, 1 de octubre de 2015

Generalidades


 Tres exclusivas tres son las culpables de nuestros desvelos de  esta semana presta ya a finiquitar. Una,  política y como tal la miramos, con aburrimiento y resignación por empacho. Otra, de dimensiones planetarias,  más agradable por novedosa  y  deseada. Y, la última,  terrenal y doméstica, va de dinero y prestigio.

Empecemos por el principio… 
 
  Por fin llegó,  el día después… de las elecciones catalanas, parecía no haber otra cosa en el panorama noticiario español. Alcanzó este monotema  periodístico el clímax el domingo por la noche, durante el recuento de votos. Ahí todos expectantes delante de la tele esperando, (imagino), que los separatistas no consiguieran su objetivo. Al final nos hemos quedado como en el Rosario de la aurora, es decir igual que estábamos pero peor. Unos, los separatistas alegan que han ganado en escaños y otros, los partidarios de seguir en España, que hemos ganado en votos. El resultado final es que el asunto ahora está más enrevesado que antes. Debido a la amalgama de partidos e ideologías que componen el marco político catalán es muy difícil formar gobierno. Incluso se especula con la posibilidad de convocar otras elecciones autonómicas ¡¡Que dios nos coja confesados!!
 Menos mal que entremedias una primicia (inocua y cuanto menos curiosa)  viene a echarnos una mano. Aparece en el panorama informativo mundial para sacarnos del sopor político-catalán y me estoy  refiriendo  a la sorprendente noticia de que por fin encontraron agua líquida en Marte y por tanto la posibilidad de hallar vida allí. A mí la noticia me entusiasma, ya empezaba  a creer que estábamos solos en este mundo  y,  ¡mira por donde!  Es ilusionante pensar que pudiera haber vida inteligente en alguna parte, además de en Cataluña.
 Hubo un tiempo, a mitad del siglo XX que se pensó seriamente en la existencia de seres vivientes en el planeta rojo. Se avistaba, a través de los mermados medios astronómicos con los que se contaba en esa época, una serie de imágenes que parecían estructuras realizadas  de forma artificial por extraterrestres. De ahí proviene la creencia en la existencia de marcianos y ovnis y  que tanto ha enardecido nuestra imaginación durante décadas. Ahora  por fin, después de años de abandono  o cuanto menos desdén  a  la teoría de vida allende nuestro planeta, volvemos otra vez a suspirar con alienígenas y aventuras marcianas. Aquí en la tierra está todo ya muy visto, (parodiando a Manuel Vicent)…no existe un rincón que no hayamos pisado con nuestras sucias botas.
  Abundando sobre  este  tema tan desconocido como asombroso, me resulta como poco deprimente que sepamos absolutamente  todo de nuestro planeta y que la ciencia haya llegado tan lejos que incluso se atreva a fabricar vida de manera artificial. Y, no digamos del enigmático asunto de clonación de animales o incluso de seres humanos, tal  y como amenaza  llevar a cabo algún excéntrico científico… pánico me da.
  Yo,  definitivamente y a medida que me hago mayor mas, me sentiría...más seguro físicamente y más humano espiritualmente si la tecnología o la ciencia tuviese límites éticos. Me abruma el pensar que genéticamente podemos modificar seres humanos a capricho. Imaginemos por un momento que lleguemos, (que llegará), a poder  elegir el color del pelo de nuestros bebés o el color de sus ojos, o su altura. Esa posibilidad estaría más cerca de llenar nuestro mundo de robocitos  prefabricados que de humanos singulares. El  planeta se llenaría de personajitos con apariencia sueca, o del modelo que estuviese en boga en su momento.  ¡No!,  a mi no me satisface esa idea prefiero dejar algo de misterio y albedrio al ser humano. Quiero no llegar a conocer absolutamente todo de él  en cuanto a su naturaleza,  y no es que  esté en contra de la investigación en biología y genética, no es eso,  pero entiendo que algún  límite debemos poner  para preservar nuestra esencia como seres humanos.
 Debido al aprecio que tengo  por las humanidades desde siempre las he antepuesto  a las ciencias. Me gustan  más las personas con todas sus imperfecciones que su mapa genético.  Prefiero  indagar en su alma o atender su razonamiento  que preocuparme de las sinopsis neuronales de su cerebro. También tengo mas apego a la poesía y a las emociones y por qué no,  al amor de los hombres, con sus fortalezas y debilidades (aunque suene cursi) que a la importancia  de la serotonina y los neurotransmisores en la química cerebral, ¡Qué le vamos a hacer!
 Ya lo sugerí una vez en una reflexión pasada pero merece la pena recordarlo. Son los conocidos versos de Bécquer…
                     Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida,
                     y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista;
                     mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina;
                     mientras haya un misterio para el hombre,  ¡Habrá poesía!
 Algo más prosaico y material ha sucedido también estos días y que ha dado al traste con la marca, Made in Germany  que tanta reputación tenía en el mundo. Todos sabemos que aludo al fiasco de Volkswagen. Esta exclusiva salió a la luz a principios de semana y compite con las  dos anteriores en acaparar la atención de los españoles. Yo la colocaría en segundo lugar en importancia porque lo de Marte va para largo y ya habrá tiempo y lugar de llenar muchas páginas sobre ese asunto en los medios pero lo de la marca alemana nos afecta a muchos de manera inmediata y merece un par de comentarios.
  Es lamentable pero es así, cómo un simple fallo en un software pero cometido a sabiendas, es decir, con prevaricación  y alevosía de una empresa de automoción, (aunque esta sea la más grande del mundo), puede hacer tanto daño a una marca de país. Estamos hablando del país con el pedigrí industrial  más importante y consolidado de la historia. Todos somos conscientes de lo que significa la marca Alemania.
 Comprar un lavavajillas o una caldera y más si cabe un automóvil sea de la marca Audi, Mercedes o BMW etc. era hasta ahora sinónimo y garantía de fortaleza y duración. Todos estábamos dispuestos a pagar un plus extra de parné con tal de que el aparato sea fabricado en Alemania. Torres más grande han caído, es cierto pero para nosotros y otras generaciones anteriores se nos ha caído un mito, ¡el mundo ya no es lo que era!. De todas maneras acordémonos de la que nos liaron estos teutones en la llamada...guerra de  los pepinos, y el daño que causaron a nuestra  agricultura de invernaderos del sureste. Bien que exageraron y airearon en sus medios audiovisuales de nuestra incompetencia y subdesarrollo y  es que como dice dicho ¡Donde las dan las toman! Y que conste que me caen bien los alemanes.
                                                                                                Joaquin Yerga                                                                                       
                                                                                                   01/10/2015