Sólo tú mi secreto no conoces,
por más que el alma con latido
ardiente,
sin yo quererlo, te lo diga a
voces.
Y acaso has de ignorarlo
eternamente,
como las ondas de la mar veloces
la ofrenda ignoran que les da la
fuente.
--M. de Palacio--
Paseando por la calle G....
de Fuente de Cantos, me encontré con un viejo amigo. Nos saludamos y
hablamos un rato. Estábamos parados justo en la puerta de una casa vacía, una casa de la que siempre he tenido curiosidad por conocer a
sus dueños.
---¡Ah!, ¿qué no conoces la
historia de la casa?---se extrañó mi amigo al preguntarle yo por
ella.
Él es vecino de la calle, así
que de sobra conoce la casa y su triste historia. Lo de triste lo
supe despues. Y se dispuso a contarme:
---Mira, Joaquín, tú quizás
no los conozcas porque eras aún un niño; aquí vivía una
familia normal, padre y cuatro hijos. Al morir los padres los hijos se
desperdigaron; tres emigraron y sólo uno quedó en el
pueblo. La casa se la quedó Antonio, el hijo mayor, que residía en
Madrid.
---¿Seguro que yo no los
conozco?---le interrogué con dudas
---Yo creo que no---me dijo mi
amigo---ya te he dicho que eres muy chico y de esto hace ya más cincuenta
y cinco años. Y continuó:
---Antonio esperaba ahorrar algo
de dinero, arreglar la casa y disfrutar de ella los veranos, pero no siempre sale lo que uno quiere, ya lo sabes, así que la casa se quedó
semi-abandonada durante mucho tiempo. La vida privada de Antonio
la desconozco, solo sé que estaba soltero cuando vino un año con
un amigo madrileño al pueblo, y se quedaron en la casa.
---Me tienes intrigado,
sigue---le dije impaciente
---Jajaja, ten paciencia---se
carcajeó mi amigo--Y prosiguió:
---Parece ser que los dos
cenaron unos bocadillos que traían de Madrid y se
acostaron, cada uno en una habitación distinta.. A la mañana
siguiente cuando el amigo de Antonio abrió los ojos y miró su reloj
de pulsera, eran ya las 10,45---¡qué tarde!---pensaría. Y se extrañó
de que Antonio aún no hubiera dado señales de vida. Se
incorporó de la cama aún soñoliento y, a voces, llamó a su amigo:
¡Antonio!, ¡Antonio! ¿todavía estás en la cama?, pero no obtuvo
respuesta. Volvió a insistir: ¡Antonio! ¡Antonio!.. pero nada.
Siguió llamando mientras se acercaba a su habitación. La
puerta estaba abierta, la cama desecha, pero Antonio no estaba...
---¡Coño, me tienes en
ascuas!---le interrumpí impaciente
---El amigo de Antonio fue
revisando es resto de la casa---continuó--tal vez pensó que había
salido a comprar algo para desayunar. No obstante entró en el corral
y abrió la puerta del pajar, y entonces lo vio.. Allí estaba
Antonio, colgado de la viga central de la estancia. Su cuerpo pendía
con los brazos caídos y la cara desencajada en una muesca
de espanto. El color cárdeno de la piel empezaba a colonizar su
rostro..
---¡Joder, qué historia más
truculenta!---exclamé---¿y eso ocurrió en esta casa?---le dije
señalándosela.
---Así es, Joaquín---me
respondió mi amigo---el madrileño salió corriendo de la casa como
alma que lleva el diablo. Los gritos que daba soliviantó a los
vecinos, entre ellos a mi madre, que enseguida avisaron a la guardia
civil, que levantó atestado. Nunca supimos el motivo de tan terrible
acción.
---¡Vaya, pues me has dejado de piedra!---exclamé impresionado.
---La casa sigue intacta, ahí
la ves, y ahora maldita. Parece fantasmagórica, derruida y llena de
farrondones---concluyó mi amigo
Terminó de contarme la
historia con algunos detalles menores. Le di las gracias. Yo quedé
estupefacto. Luego nos estrechamos las manos y nos despedimos.
Por cierto, es una historia
cierta ocurrida hace años en el pueblo. Sólo el nombre, Antonio, es ficticio, el resto es tal cual.
No voy a dar pistas de la casa, claro, no debo...
Joaquín
calleja del Carmen
calle Guadalcanal
calle Misioneros de la Preciosa Sangre
calle San Juan
calle Silvela
calle López de Ayala