domingo, 28 de febrero de 2021

Fuente de Cantos y Brad Pitt..

                                                                                       


 


Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará, pues, rodará...

--Alfonsina Storni--


Cuando se dio la voz de alarma ya era tarde, oleadas de extraños barcos con fantasmagóricas cabezas de dragones en sus proas, abarrotados cada uno de ellos con cuarenta o cincuentas vociferantes y fieros vikingos iban entrado a tropel en la bocana del puerto de Sevilla. Los almuacines de las mezquitas de la ciudad llamaban "a arrebato" a los sevillanos a defenderla con uñas y dientes. En Palacio, el emir Abderramán II convocó de inmediato a sus consejeros y ministros para organizar a toda prisa la resistencia.

Asustados por lo que veían sus ojos pero osados y valientes, mujeres, hombres, ancianos y niños acudían raudos con palos o cuchillos al puerto a defender la ciudad. Por los rincones y plazas del barrio de Santa Cruz, por las callejuelas de Triana, por todos los sitios, verdaderas riadas de campesinos, tenderos y comerciantes, y hasta mendigos, aterrados de pánico se disponían a morir luchando antes que permitir que esos salvajes del norte, esos tipos barbudos, de pelo rubio y piel rojiza, corpulentos y feroces, se apoderaran de la ciudad y asesinaran a sus familias.

Fue una batalla cruel, a muerte. Después de siete días de luchas, de martirios de muchos inocentes, de sangre vertida a raudales, por fin los atroces normandos se replegaban y huían. Algunas naves vikingas aun humeantes se hundían hacía el fondo del río; otras consiguieron recomponerse y, atestadas de guerreros maltrechos, enfilaron aguas abajo, rumbo al Atlántico... La ciudad se salvó...


Así imagino el desolador panorama que se encontrarían los sufridos sevillanos un día del año 844. Ésa fresca mañana de octubre de ese año algunos madrugadores viandantes contemplarían atónitos cómo centenares de naves vikingas remontaban el Guadalquivir camino del mismo centro de la ciudad prestos a tomarla. No obstante..

Los vikingos vivían tan felices en el norte de Europa. Pero llegó un momento (siglo IX) en el que, parece ser, el clima sufrió una etapa de inusual benignidad, hizo más calor del habitual en esas gélidas regiones, y aumentó la población considerablemente. Aquellas mujeres nórdicas, debido quizás a la profusión de buenas cosechas, se pusieron a parir como conejas. Tal fue el exceso de vástagos (rubios como la miel) nacidos en esas fechas que hubo más población de lo que la tierra podía mantener. Y se pusieron en marcha..

Urgía buscar nuevas tierras donde asentar el excedente de población, así que organizaron expediciones compuestas por centenares de barcos cada una, y se lanzaron rumbo al Sur en busca de botín y de tierras. Ellos se llamaban así mismos vikingos, el resto de los europeos de entonces, normandos (hombres del norte)..

Por la parte occidental, es decir, noruegos y daneses, enfilaron la ruta del Atlántico y se cebaron con Inglaterra y con Francia. Estos tíos llegaban a la costa, generalmente la desembocadura de algún rio, lo navegaban a contracorriente y se metían hasta el interior de los territorios. Imaginen cómo se las gastaban; entraban a saco en las ciudades (siempre desprevenidas) y la carnicerías que organizaban era de espanto, no quedaba títere con cabeza. Las iglesias las arrasaban; se llevaban hasta el último cáliz y, no digamos de cualquier casa o palacio asaltable. Luego se asentaban en la tierra conquistada.

¿Y en España? Pues nosotros nos libramos de chiripa, aunque hay constancia de varios saqueos terribles. Bajaron por la costa y arrasaron primero Lisboa, después remontaron el Guadalquivir hasta llegar al mismo centro de Sevilla.

Fueron siete días de pillaje, asesinatos y despendole. A Sevilla, cuando acabó la cosa, no la reconocía ni su padre. De la Gran Mezquita sólo quedaron las cuatro paredes; eso da una idea del desastre. Al final pudieron echarlos pero las pasaron canutas. ¿Os imagináis que hubieran triunfado los vikingos? Conste que Sevilla está a tiro de piedra de Fuente de Cantos..

No mucho tiempo después de aquella fracasada intentona, los ejércitos cristianos provenientes del norte de España al mando del portugués Pelayo Pérez Correa, expulsaron hacía la capital hispalense a los moros que vivían en Fuente de Cantos. Me los imagino escondidos por entres los peñascos de Monesterio y Calera huyendo hacia el sur.

Los cristianos echaron a los moros de Fuente de Cantos sobre el año 1240. Pero nuestro pueblo estuvo poblado de musulmanes mucho tiempo, incluso ellos lo fundarían en el lugar donde ahora se encuentra. Tengan en cuenta que el antiguo Lacunis romano de los Castilejos les pillaba un poco lejos de aquí. Apuesto que en el lugar que ocupa nuestra Parroquia de la Granada tenían ellos su Gran Mezquita orientada hacia La Meca..

Es decir, que si los vikingos hubieran triunfado en Sevilla, y abierto un pasillo o corredor por el Atlántico hasta Dinamarca, de donde venían, docenas de miles de ellos se hubieran instalado en toda la zona, llegando incluso a nuestro pueblo. Eso hicieron en Francia y en Inglaterra. 

O lo que es lo mismo, las antiguas fuentecanteñas en vez de moras hubieran sido normandas de religión cristiana, altas, rubias y coloradas como walkirias alemanas. Nosotros, sus descendientes, en vez de aspecto de gitanillo pícaro, canijos y renegríos que tenemos hoy, seríamos algo parecido a Brad Pitt, o a Scarlett Johansson vosotras, y tampoco es eso ¿no? O si.. En fin, no sé...

Joaquin Yerga

 

El origen de tu nombre..

 



Amor de un alma taciturna y vieja;

amor que es como música olvidada,

que tiene azul resignación de oveja,

que lo da todo y no pide nada.

--M.A.Peguero--



No sé a ustedes pero a mi me fascina el origen de las cosas: de los nombres de pueblos, de ciudades o de países. Hoy en día los vemos con absoluta normalidad y costumbre, pero si conociéramos el porqué se le pusieron esos nombres nos llevaríamos grandes sorpresas.

El origen de la palabra España, por ejemplo, no está muy claro y se barajan varias teorías. Una de ellas, la más conocida, es la que deriva de la palabra fenicia “I-spn-ya”, y que los romanos después interpretaron como Hispania, (tierra de conejos); los había, y muchos. Sin embargo, San Isidoro, ése sabio del medievo, pensaba que lo de Hispania venia por la ciudad de Hispalis (Sevilla) que ya era muy conocida en la antigüedad y que por extensión se lo pusieron a todo el territorio. Incluso otra teoría defendida por algunos dice que proviene de Izpania y que significa “que parte el mar” en euskera. En fin, a ver si los investigadores se ponen de acuerdo y nos aclaramos.

¿Y California? El nombre del estado más poderoso, poblado y rico de los Estados Unidos es ése gracias a un escritor español, Garci Ordoñez de Montalvo, que escribió en 1510 una historia sobre ésa zona desconocida entonces, pero que se le parecía a Califerme, un territorio inexistente mencionado en el famoso poema medieval “La canción de Roland”.

¿Y Granada?.. Famosa por su Alhambra, que no significa otra cosa en árabe que, fortaleza roja, bien, pues Granada proviene de ésa fruta tan exquisita de granos rojos y que era muy abundante en la zona, así de sencillo, y así de bonito...

Una antigua palabra francesa para denominar las brasas del fuego era “braise” de ahí lo de brasero. Bueno, pues existe una madera dura y roja muy utilizada para elaboración de tintes y que tiene unos colores tan brillantes que parece estar ardiendo, por eso se le llama “Palo de Brasil”. En siglo XIV se difundió un rumor de que había una isla en el Atlántico donde abundaba esta madera, así que al pisar aquella tierra se le puso de nombre Brasil.

Joaquín



sábado, 27 de febrero de 2021

Los curas de Fuente de Cantos..

                                                                                     


   


¡Buenas noches, amor mío,

buenas noches! Yo quedo en las tinieblas

y tú volaste hacia el amanecer...

¡Hasta mañana, amor, hasta mañana!.


Mañana será domingo y, con mis flores,

iré invariablemente al cementerio

donde yacen tus formas adoradas.

¿Cuántos ramos de flores

he llevado a tu tumba? No lo sé

¿Cuántos he de llevar? Tal vez ya pocos

¡Tal vez ya pocos! ¡Oh, que perspectiva

deliciosa!

--Amado Nervo--



Después de la muerte de Jesucristo, crucificado a las nueve en punto de la mañana, fueron los apóstoles los que siguieron sus ideas y las difundieron por todo el imperio romano, creando así el cristianismo.

Una vez muerto Jesucristo, los dos mandamases de todo éste cotarro, por decirlo de manera gruesa, eran Pedro y Pablo (¿os suena?). 

De Pedro ya sabemos que era el niño bonito de Jesús. Y Pablo fue un judío burgués que perseguía con saña a los primeros cristianos. Pero un día se cayó del caballo, se dio un golpe en la cabeza del que estuvo tres días inconsciente, y se le apareció Cristo... y se convirtió.

Pablo, (san Pablo) muy arrepentido de todo lo que había hecho hasta entonces, se trasladó a Jerusalén a hacerse perdonar por Pedro (san Pedro). Éste le perdonó y se hicieron amigos, diseñando ambos la manera de atraer más fieles a su causa. 

Es decir, ambos pusieron la primera piedra de lo que seria después este enorme conglomerado espiritual que es el Cristianismo.

Los primeros cristianos se reunían en secreto y, aunque las mujeres también participaban en el culto, lo hacían con la cabeza cubierta para ocultar los cabellos. 

El sacerdote bendecía el pan (igual que ahora) y la ceremonia concluía con el beso de amor y fraternidad entre todos. 

Pero algunos debieron entenderlo mal, porque pronto se determinó que los besos se dieran de hombre a hombre y de mujer a mujer y con la boca cerrada para evitar malos entendidos.. 

¡Qué harían algunos! Igual aprovechaban y sacaban la lengua.. En fin, ahora somos más prudentes sólo no damos las manos diciendo aquello de: "daos fraternalmente la paz"..

En aquella lejana y primeriza época sólo se administraban dos sacramentos: el bautismo, que se hacía cuando el individuo ya era mayor (esto lo hacen ahora los Testigos de Jehová) y la confirmación

En la muerte, el finado ya no era cosa de la familia, sino que era la comunidad la encargada de hacerle un buen funeral y enterrarlo en tumbas excavadas en paredes haciendo galerías, ¡vamos, lo que todos conocemos por catacumbas!.

El cristianismo está ahora un poco de capa caída.. pero mirad hasta donde llegó la cosa que, en nuestro pueblo, Fuente de Cantos, hace sólo doscientos años, entre los 3.500 habitantes que éramos entonces había la friolera de: una grande y hermosa parroquia, veinte ermitas funcionando a pleno rendimiento (esto último lo digo yo) tres conventos (San Diego, Concepción y Carmelitas) y tres hospitales dirigidos por eclesiásticos (el de la Sangre, el de los Ángeles y el de la Esperanza).. 

Y más...

Los establecimientos religiosos que acabo de nombrar eran los más principales del pueblo, en cuanto a construcción y ornamentación, pero es que además, de las 40.500 fanegas de tierra que tenia el término de Fuente de Cantos, un 40%, (casi la mitad) pertenecía a la iglesia y a la orden de Santiago. 

En fin, con 62 eclesiásticos (curas, capellanes, presbíteros, etc.) 43 frailes y 45 monjas contábamos en el pueblo.. Entre todos, unas 150 personas vivian con y de la sotana..

Evidentemente hoy han cambiado mucho las tornas, casi 4.700 habitantes que somos y apenas un cura, y aún le sobra tiempo...

Joaquín



Coacción a un jurado..

                                                                                   



Toda, toda eres perfecta,

toda eres donaire y gracia,

el amor vive en tus ojos

y la gloria está en tu cara.


La libertad me has robado,

yo la doy por bien robada,

más recibe el don benigna

que mi humildad te consagra..


Esto un zagal la decía

con razones mal formadas

que salió libre a los fuegos

y volvió cautivo a casa.

--J. Meléndez Valdés-- (siglo XIX)



La calle Velázquez no es la más larga de Madrid, pero si tiene sus tres kilómetros sobraos. Aquella tarde decidimos patearla de rabo a cabo. Sí, desde su noble cuna en la confluencia con la calle Alcalá, frente al Retiro, hasta su final plebeyo en la Fuente de los Delfines, ya en Chamartín. 

Reconocedme que lo bueno que tiene pasear por una bonita zona urbana es que todo es tan ameno que ni te enteras de los kilómetros andados, ¡hay tanto que ver!. Y de eso precisamente le iba hablando a mi acompañante. Ella me decía mientras tanto:

--¡Qué calle más bonita, Joaquín!----

--Y tanto----le respondí----quizás sea una de las elegantes de la ciudad. A mi me encanta, ¡mira qué fachadas  y qué tiendas!---exclamé señalándole a un lado y a otro--

Llevábamos un buen paso pues el camino a recorrer era largo y, si bien los primeros tramos aminorábamos la marcha hablando o mirando los espectaculares edificios, a partir del cruce con la calle López de Hoyos y dejar atrás el distrito de Salamanca, aceleramos la velocidad. Era ya terreno de las embajadas y por lo tanto más espacioso.

Tras casi una hora andando llegamos al final. Luego tiramos a la izquierda con la intención de volver por la Castellana. Bien, pues justamente en la esquina donde termina la calle, está la embajada de Rusia, tan de moda estos días por lo que todas sabéis. Ella no pudo resistir preguntarme:

--¿Joaquín, tú crees que Putin habrá estado alguna vez aquí en su embajada?-- 

--No lo sé----respondí----pero si sé que de joven estuvo en Barcelona, lo leí el otro día. Con éste tipo es como volver otra vez a la revolución rusa o a la guerra fría---concluí---

Bordeábamos en ese momento los jardines de la embajada y nos paramos un rato mirando el monumento que tienen dedicado a la nave espacial Sputnik. Luego torcimos hasta doctor Arce y enseguida a Vitruvio y a la Castellana. Antes de perder de vista la embajada se quejaba ella de que todos los pseudos-dictadores son iguales. Yo le di la razón, incluso le conté una historia:

--Cuando en la Revolución rusa de 1917 acabaron imponiéndose en el país los comunistas más exacerbados, comandados por Lenin----le dije----una de las primeras medidas que tomaron fue hacerle un juicio, ¡pásmate!, nada menos que a Dios, al que culpaban de todos los males--

--Jajaja, ¡No me digas!----se sorprendió mi amiga----¿y qué delitos había cometido?--- preguntó---

--No lo sé, supongo que entre los delitos que le imputaban estaría el de connivencia con los capitalistas o con los zares en detrimento de los proletarios----le respondí----

--Desde luego qué tontería---afirmó---

--Pues aunque no te lo creas se celebró la vista ante un Tribunal Popular presidido por el comisario de instrucción pública, el camarada Anatoly Lunacharsky. ¿Y saben cual fue el veredicto final?---le pregunté---

--No me lo digas que casi lo adivino, jajaja----se carcajeó---

--Sí, has acertado----le anuncié----fue declarado culpable y condenado a la pena máxima. Pena que se ejecutaría al amanecer del día siguiente. Y, efectivamente, a la mañana siguiente al alba, una compañía de oficiales dispararon una salva de fusilería enfocando las armas al cielo, jajaja---me carcajeé--

--¡Madre mía, cuánta estupidez!----se lamentó mi amiga---

-- Y tanto----le dije----no tengo datos para creer si fue un juicio justo y si algún jurista se atrevió a ejercer de abogado defensor, pero según estaba el patio en esas primeras jornadas de la Revolución, dudo que nadie se atreviera, jajaja--

Y llegamos ya en el Paseo de la Castellana, pero tuvimos que acelerar las zancadas porque se nos hacía tarde y aún quedaban por atravesar varias plazas antes de llegar a Colón, subir luego por Goya y dar otra vez con el principio de Velázquez. Allí teníamos el coche aparcado..

Joaquín                                                   

                                      inicios de la calle Velázquez, donde empezamos a andar

                                                                           

                                                                  calle Velázquez

                                                                            

                                                tramo de la Castellana por donde volvimos                                                                 

                                                                        

                                        calle Goya un poco antes de llegar a la de Velázquez

viernes, 26 de febrero de 2021

Todos los nombres de Fuente de Cantos..

                                                                                   




El dormir es como un puente

que va del hoy al mañana.

Por debajo, como en un sueño,

pasa el agua, pasa el alma.

--J.R. Jiménez--



Había una vez, hace mucho mucho tiempo, dos princesas castellanas. Ambas eran hijas del poderoso rey de Castilla, Alfonso VIII.. 

Las dos jóvenes estaban solteras, pero con ínfulas ya de casaderas, y las dos, como buenas y obedientes hijas, ansiaban que su padre, el rey, las desposara con un apuesto galán, príncipe a ser posible de alguna importante corte europea..

Enterose el rey de Francia, Felipe II, de la libre disponibilidad de las dos adolescentes españolas y quiso casar a una de ellas con su hijo Luis, el príncipe, heredero. 

Y envió a Castilla a emisarios de su máxima confianza con la importante misión de elegir a una de las dos.

De las dos princesas, una se llamaba Urraca, horrible nombre, pero buena moza ella, elegante, bella y de muy buen ver. 

La otra, por Blanca atendía la dama. Precioso nombre por cierto, mas ella era fea como un adefesio y muy poco agraciado semblante tenía; aunque de alma noble como el diamante y corazón diáfano como cristal..

Los enviados del rey de Francia apenas sabían castellano, si acaso lo chapurreaban malamente, con lo que les era muy difícil pronunciara las erres.. y..

Claro, al conocer el nombre de cada una de ellas y ante la imposibilidad de pronunciar en francés Urraca (que era la guapa) se quedaron con la fea, Blanca, de bonito nombre y peor aspecto..

Pero Blanca, si no físicamente tan agraciada como su hermana, demostró ser una mujer de hermoso espíritu que hizo dichoso a su marido el rey de Francia.. 

Fueron felices y tuvieron muchos hijos, incluso uno de ellos, Luis, futuro San Luis de Francia, un tipo excepcional...

Aún sin querer, acertaron de lleno los emisarios franchutes al elegir princesa..

Por cierto, el nombre Urraca, muy castellano, muy nuestro, pero ya no existe, desapareció de las listas de mujeres así llamadas. 

No sé si en Fuente de Cantos hubo alguna vez una mujer llamada Urraca. Sé que en la década de los treinta del siglo pasado todavía existían cientos de Urracas en nuestro país. 

Y también sé, igual que vosotros, que ya apenas quedan en el pueblo los nombres de antaño, como Fructuosos (mi tío ya murió) ni Teófilos, (mi primo y pocos más) ni Atanasias (mi tía hace tiempo que nos dejó) ni Felicianos (como mi vecino) ni Indalecios, ni Zacarías, ni Nicomedes, ni Eustaquios, ni Higínios ni Eduvigis, ni Gumersindas, ni...

En fin, supongo que estos nombres (aún quedan algunos) se extinguirán cuando lo hagan sus portadores..

Pero no os hagáis ilusiones los Luises y los Antonios, y lo Joaquines y las Remedios y los Pacos y las Purificaciones, y las Josefas y las Dionisias y.... que luego les seguirán por el precipicio del olvido..

Y hasta los nombres de nuestros patrones ya no existirán. ¡No, iros olvidando, pues, de los Isidros, de los Roques, de las Granadas, de las Guadalupes, de las Hermosas, de...

Eso sí, surgirán de un mundo nuevo, un mundo nunca conocido en nuestra tierra y abundarán hasta el delirio los: Axier, los Enzos, los Hugos, las Martinas, las Emmas, las Noas, los Leos, las Albas, los... 

De hecho, ya están aquí..

Qué pena...

Joaquín


Con la muerte hemos topado..

                                                                               




Dices que tienes corazón, y sólo

lo dices porque sientes sus latidos.

Eso no es corazón..., es una máquina,

que, al compás que se mueve, hace ruido.

(Bécquer)


Decía Abraham Lincoln, el más querido presidente de los Estados Unidos, que todos nacemos iguales pero que es la última vez que lo somos. Evidentemente se refería a nuestra desnudez al salir por primera a la luz y no a la manera de hacerlo, puesto que no nace con las mismas garantías de vida un niño en Etiopía que otro en Finlandia. Con la muerte pasa algo parecido, una vez tiesos todos volvemos a estar igual que al principio, no hay distinción entre ricos y pobres ni entre sabios y tontos pero, eso sí, cambia y mucho la forma de morir, miren sino...

Hubo una vez un filosofo griego del siglo V a.c., muy influyente, Demócrito se llamaba. Fue el precursor de los átomos, el primero que pronosticó que toda materia estaba formada por células y éstas a su vez por átomos indivisibles, aunque luego se descubriría que incluso los átomos están compuestos de piezas más pequeñas aun como son los neutrones y protones. Bien, pues el bueno de Demócrito era un tanto especial para sus cosas, resulta que estaba convencido de que mientras menos comiera una persona mejor, viviría más años, decía convencido. Además recomendaba vivamente la miel como único alimento reconocido para la longevidad.

Demócrito llevó sus convicciones tan lejos que se fue dejando morir lentamente; cada vez comía menos. Llegó un momento tal en el que su cuerpo no aguantaba más. Los médicos le dieron tres días de vida. Sus amigos y discípulos les rogaban desesperados que comiera, que así se salvaría; y él, ¡por fin!, pareció haber escuchado las súplicas, pidió un tarro de miel. Todos entusiasmados le llevaron raudos un bote con la mejor miel de la comarca; el filosofo, haciendo un ímprobo esfuerzo cogió el tarro con las pocas fuerzas que le quedaban y, se limitó a oler la miel; ni que decir tiene que vivió dos días más, murió el hombre de inanición.

Joaquín



jueves, 25 de febrero de 2021

Y en mi pueblo: morir, dormir.., tal vez soñar..

                                                                                




El día que me quieras será cada celaje

ala maravillosa; cada arrebol, pasaje

de “Las Mil y una Noches”; cada brisa un cantar,

cada árbol una lira, cada monte un altar.

--Amado Nervo--


Por favor, no hagáis muchos aspavientos de asco por lo que vais a leer. Os prometo que es muy breve y enseguida se os olvidará. Además hace ya mucho tiempo que pasó..

Mirad: Guillermo I, “El Conquistador” fue un robusto jefe normando que invadió Inglaterra en el año 1066 y se hizo nombrar rey de ese país; es un personaje muy conocido en la historia.

Murió este fiero vikingo por causas fortuitas a los sesenta años. Al celebrarse sus exequias fúnebres, en la catedral de Caen (Normandía), cerquita de donde había muerto, el obispo encargado del evento religioso insistió en que el cuerpo del rey, bastante descompuesto ya, por cierto, entrase como sea en el estrecho sarcófago que le habían preparado el efecto.

Tápense la nariz pero no corran todavía... Ante la presión ejercida por varios fortachones bedeles al apretarlo para adentro, le reventó el estómago al monarca, y no os cuento la estampida de obispos, curas, cortesanos y lacayos que estaban alrededor del muerto ante el insoportable hedor que expelía aquello. La catedral se quedó vacía en segundos. Algunos de los más cercanos al féretro limpiándose la cara de las salpicaduras esparcidas huían despavoridos.. En fin y esto por no hacer como los antiguos romanos..

Si, porque los griegos y los romanos enterraban a sus muertos a las afueras de la ciudad. Con gran sabiduría, y sabiendo que los cadáveres pudiera dar motivos de malos olores y enfermedades, se construían sus necrópolis bien lejos de donde vivían; no querían que los muertos se entrometieran en la vida de los vivos.

Pero llegó el cristianismo y con él la creencia de que sólo estamos de paso en este ingrato mundo, camino de otro que será morada definitiva y sin pesar. Y el sepulcro se convirtió así en un lugar transitorio hasta que llegara la resurrección. Y qué mejor lugar para reposar mientras esperamos ese transcendental momento que en nuestra propia iglesia, rodeado de santos, de fieles, de oraciones; es decir, el empujoncito que nos faltaba para alcanzar la gloria..

Y pasó el tiempo y los siglos y volvieron a cambiar las tornas, y ya por higiene y masificación de cuerpos se prohibió enterrar a los muertos dentro de los tempos religiosos, y retomamos la costumbre de sacar los cementerios a las afueras. En fin, ¡qué trajín con los muertos!.

El primer cementerio civil de España se hizo en la Granja de San Ildefonso, en Segovia, a finales del siglo XVIII, siguiendo una orden de Carlos III por la que se prohibía enterrar en las iglesias urbanas. Pero hubo que pasar un siglo hasta que todos los pueblos de España tuviesen su cementerio municipal..

En Fuente de Cantos, mi pueblo, hasta principios del siglo XX no se terminó de construir nuestro cementerio civil, el de San Fernando. Ya sabéis que hasta ese momento los fuentecanteños que morían reposaban el sueño eterno en los pequeños cementerios adyacentes a las ermitas y, como éstas estaban casi todas a las afueras, se pudo aguantar más tiempo a pesar de la falta de higiene. 

Debéis saber que cada una de nuestras ermitas disponía de su pequeño camposanto al que iban a parar los sufridos cuerpos de los feligreses adscritos a su hermandad. El último que tuvimos, y del que todavía alguien es posible que recuerde algo, estaba en San Juan, junto a la ermita..

No obstante otra vez están cambiando las formas y costumbres; ahora el cementerio es toda la tierra, todo el mar, todo el aire.., todo el pueblo. Sí, por estos amplios y diáfanos lugares se avientan las pocas cenizas de los que una vez creímos ser, y que nunca fuimos...

Joaquín

Hay errores que matan..

 



¿Recuerdas que querías ser una Margarita

Gautier?.. Fijo en mi mente tu extraño rostro está,

cuando cenamos juntos, en la primera cita,

en una noche alegre que nunca volverá.


Tus labios escarlata de púrpura maldita

sorbían el champaña del fino baccarat;

tus dedos deshojaban la blanca margarita,

<Si... no... si...no> ¡y sabías que te adoraba ya!


Después ¡oh flor de histeria! llorabas y reías;

tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;

tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.


Y en una tarde triste de los más dulces días,

la Muerte, la celosa, por ver si me querías,

¡como a una margarita de amor, de deshojó!

(Rubén Darío)



La historia está llena a rebosar de errores garrafales que se han cometido inconscientemente y que vistos después son para llevarse las manos a la cabeza por las barbaridades perpetradas.. Pero, ¡claro! como diría aquel, a toro pasado es muy fácil acertar. No obstante algunos, con el tiempo, se pudieron enmendar, otros, sin embargo, ha sido imposible revestirlos; el daño ya estaba hecho.

Entre los errores más comunes incurridos aunque inofensivos, muchos han sido al designar nombres a ciudades o territorios. Por supuesto estos nombres ya se han quedado en el imaginario colectivo como algo fijo, lógico o de toda la vida, puesto que nos hemos acostumbrado a ellos y no es plan de analizar a cada momento sus orígenes salvo algún arrebato de curiosidad.

Idaho es un estado en el noroeste de los Estados Unidos de América con mucha extensión (la mitad de España) pero muy poco poblado, apenas llega a los dos millones de habitantes. Gran parte de él son parques nacionales y grandes ranchos propiedad de tipos con pasta (el actor Robert Redford es uno de ellos). Su capital es Boise, una bonita y tranquila ciudad de unos 200.00 habitantes (como Salamanca).

Pues bien, cuando dejó de ser territorio de la Unión y pasó a ser el estado número cuarenta y tres, en 1890, se pensó en llamarlo Idaho, porque según el Senador George M. Willing, ésa palabra significaba en el idioma indio del lugar “Perla de la Montaña” ¡tan bonito!. Y con ese nombre se quedó para siempre. Pero poco después investigaron a fondo el idioma y quedaron pasmados, Idaho en lenguaje de los indios Shosshone significa realmente “Mierda de Bufalo”... Claro que ya no es plan de cambiarlo, total que más da... de perla a mierda tampoco va tanto..

Joaquín



miércoles, 24 de febrero de 2021

Fuente de Cantos y algunos héroes anónimos..

                                                                                   




¡Seis meses ya de muerta! Y en vano he pretendido

un beso, una palabra, un hálito, un sonido...

y, a pesar de mi fe, cada día evidencio

que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...


Y tú que me querías quizás más que te amé,

callas inexorable, de suerte que no sé

sino dudar de todo, del alma, del destino

¡y ponerme a llorar en mitad del camino!

Pues con desolación infinita evidencio

que detrás de la tumba ya no hay más que silencio.

--Amado Nervo--



Los hay con suerte en la vida, pasan por este mundo sin demasiados altibajos: nacen, trabajan, holgan, (muchos quizás ni cambien jamás de lugar de residencia) disfrutan de una existencia más o menos relajada y luego mueren sin grandes padecimientos; yo posiblemente seré uno de ellos.

Hay otros, sin embargo, que son valientes, inquietos, aventureros, trotamundos, incapaces de pernoctar mucho tiempo en el mismo sitio. A esta gente les debe la humanidad gran parte de su desarrollo, porque son ellos los que arriesgan, los que investigan, los que descubren; el resto nos aprovecharnos de su osadía.

Uno de estos últimos fue nuestro paisano extremeño Pedro de Valdivia, de Villanueva de la Serena, un tipo audaz y con carisma que logró conquistar todo Chile para prestigio de España. Pero no voy a hablar de su vida y aventuras que, aunque copiosas y apasionantes, no tendría tiempo ni lugar, sólo de su muerte ocurrida de manera espeluznante me oirán contarles.

Algo tendría éste corpulento y guapo héroe extremeño para que toda una distinguida dama, Inés Suárez, fuese capaz de hacerse pasar por su criada cuando en realidad era su amante, vendiera sus muchas y costosas joyas y con el dinero conseguido embarcarse con él y financiar las campañas americanas de su apuesto enamorado.

Lo que consiguió Pedro de Valdivia no tiene nombre, conquistar, (al mando de un puñado de hombres) un territorio tan grande como dos veces España y con unas distancias descomunales de norte a sur, nada menos que 4.300 kilómetros, con cinco husos horarios y habitado por indios feroces. Antes de morir había fundado las principales ciudades que actualmente dan lustre y prestigio a Chile, como La Serena, en honor a su tierra de nacimiento; Valdivia, como su apellido, o la misma capital del país, Santiago, acordándose del patrón de España..

¡Pero qué mala suerte!. Acababa ya la campaña y el país estaba casi pacificado: Un reducido grupo de españoles, muchos de ellos extremeños, con su capitán Valdívia a la cabeza, volvían a Santiago cuando, ¡¡de repente cayeron en una emboscada traicionera!!. Toda una tribu de indios araucanos, los más indómitos y fieros del continente, se les echaron encima..

Los españoles se defendieron y aguantaron lo indecible, pero eran demasiados y quedaron exhaustos. A Valdívia, por ser el jefe le cortaron los brazos con conchas marinas afiladas, los asaron vuelta y vuelta, y se los comieron allí mismo delante de él aún vivo. El martirio tuvo que ser atroz, aguantó tres días con los brazos amputados hasta que le sacaron el corazón a carne viva, siendo después devorado por los jefes de la tribu. Con su cráneo y los de sus compañeros brindaron alegremente llenándolos de chicha, una bebida amarga propia de aquellos indios..

Pero la vida y hazañas de Valdivia no quedó impune; fue un caso más de extremeños extraordinarios, tipos colosales, carismáticos, rudos, valientes, como Pizarro, Hernán Cortés, Orellana, Núñez de Balboa y tantos otros. Fijaros, no mucho más de unos pocos miles de mujeres y hombres curtidos fueron capaces de conquistar, para mayor gloria de nuestro país, un territorio de unos diecisiete millones de kilómetros cuadrados, es decir, una sexta parte del mundo conocido. 

Fuente de Cantos, como tantas ciudades extremeñas, aportó su granito de arena en la conquista y colonización de aquel inmenso territorio que es América, y no fue poco, créanme. No tuvimos un personaje del estilo de Valdívia o Hernán Cortés, pero unos trescientos fuentecanteños, ¡que se dice pronto!, se fueron a América sólo en el siglo XVI, la mayoría de ellos gente pobre: criados, lacayos y campesinos, aunque también había algún noble que otro, y clérigos.. En fin, ¡Quién sabe las hazañas qué realizaría algún antepasado nuestro en ese inmenso continente! Y nosotros sin saberlo...

Joaquin

La semilla de Caín

                                                                                       



Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando,

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte,

tan callando;

cuán presto se va el placer,

cómo después de acordado

da dolor;

cómo a nuestro parecer

cualquier tiempo pasado fue mejor.

--J. Manrique--



Adán y Eva, nuestros primeros padres según la Biblia, tuvieron dos primeros hijos, Caín y Abel. Más tarde Eva parió a Set. Las peripecias por el Paraíso de esta gente desembocó en lo que pudiéramos llamar, el primer crimen de la historia.

Fue un crimen fratricida rural, porque se dieron los condicionamientos que tantas veces ocurren en los pueblos de la España profunda: tierras, herencias, odios, venganzas..

Abel era de profesión ganadero. Se hizo, el tipo, con un buen rebaño de ovejas que pastaban a su albedrío por los verdes prados del Edén. A Caín, sin embargo, le gustaba el campo y la sementera; agricultor fue el mozo, y sus buenos sudores le costaba sacar adelante sus raquíticas cosechas.

Como no sabemos de sus apariencias físicas, podemos especular: quizás Abel fuera alto, delgado, guapete, delicado, madrero, mimosón. A sus padres se les caía la baba con el niño. 

Por el contrario, de Caín todo apunta a que era más bien chaparrete, basto, rudo, de modales toscos y con broncas continuas con Adán, su padre. Así que ya tenemos los motivos del crimen; nos falta el detonante..

Por aquellas fechas, cada cierto tiempo había que hacer ofrendas a Dios; era el tributo a pagar por vivir en el Paraíso. Abel no fallaba; un cordero de su rebaño ofrecía cada vez. Caín verduras, hortalizas o un haz de trigo, qué otra cosa podía ofrecer, el pobre, era agricultor. Y, ¡claro!, no hay color, mejor el cordero de Abel. Así que Dios y el resto de los habitantes del Edén, le cogieron manía a Caín.

Debió ser que la cosa se enquistó y, Caín,  harto de tanto desprecio por parte de Dios y de sus padres, una buena mañana escondido tras unas zarzas le asestó un garrotazo mortal con la quijada de un burro a su hermano Abel que, confiado, pasaba en busca de sus ovejas. Luego escondió el cadáver..

Ya tarde y camino a casa oyó la voz de Dios que le decía:

--Caín, ¿Dónde está tu hermano?.

--No lo sé-- respondió-- ¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?

--¿Qué has hecho?-- le dijo Dios-- ¡La sangre de tu hermano clama venganza. Serás maldito sobre la tierra y vivirás errante hasta la muerte!..

Desesperado, Caín salió del Edén y se marchó al norte; nunca más se supo. Todo apunta que le esperaba la indigencia..

En fin, cosas de familia. Conste que la tierra está llena de Caínes y Abeles que siguen haciendo de las suyas. Lo vemos a diario.

Joaquín





martes, 23 de febrero de 2021

Parada y fonda en Fuente de Cantos..

                                                                                       




A mi me gustan las tardes grises,

las melancolías, las heladas,

en que las rosas tiemblan de frío,

en que los cierzos gimiendo pasan,

en que las aves, entre las hojas,

el pico esconden bajo el ala.

(Amado Nervo)


Hace ya muchos muchos años gobernaba en León un rey muy especial, Sancho I se llamaba, y le apodaban “El Craso”. Éste Reino de León, al que Fuente de Cantos pertenecería religiosa y militarmente no mucho tiempo después, era tan importante entonces, siglo X, que hasta Asturias, Galicia o la poderosa Castilla eran condados vasallos suyos y les guardaban pleitesía.

Pero Sancho I era tan tan especial como que, para su desgracia, pesaba nada menos que 250 kilos. No es leyenda, es real. El hombre, debido a su extrema gordura, no podía montar a caballo, no podía yacer con una mujer alguna ni participar en ningún concurso ni torneos, tan propios de los reyes de la época. Tal era la conmoción y desafecto que causaba entre sus propios súbditos por su oronda figura y descomunal aspecto, que estos llegaron a perderle el respeto y, claro, hasta ahí podíamos llegar...

El pobre Sancho estaba desesperado. Sus ministros y asesores se devanaban los sesos como locos buscando alguna solución. Por fin vislumbraron un poco de esperanza: llegó una confidencia a sus oídos de que en Córdoba, el poderoso califa Abderramán III, tenía a su servicio un famoso médico judío capaz de curarle.

Inmediatamente y, a pesar de la enemistad manifiesta que había entre cristianos y árabes en aquellos belicosos tiempos, se pusieron en contacto ambos gobiernos y llegaron a un acuerdo. ¡El médico especialista del Califa se encargaría del asunto!. Y así fue como al “Craso” lo metieron en una carreta y, acompañado de una numerosa cohorte de soldados y sirvientes, enfilaron rumbo al sur (quizás pasaran por Fuente de Cantos, estoy seguro) y llegaron a Córdoba..

Todo salió a pedir de boca, en sólo unas cuantas semanas, Sancho I, adelgazó 160 kilos. El método para hacerlo: ¡de caballo!, ¡atroz!. Le cosieron los labios, con lo que no podía comer nada sólido, sólo infusiones a través de una pajita. Además le hacían moverse por un pequeño patio tirando de él con cuerdas, pues no quería ni podía dar un paso; y todo eso acompañado de humeantes saunas de agua hirviendo para sudar. Al final del proceso fue sometido a un durisimo plan de masajes para acabar con los colgajos de pellejos sobrantes. El tío quedó como un pincel.

Y regresaron a León. Se acomodó en su trono y ordenó a sus más principales súbditos desfilar ante él para que vieran su nuevo look. Después, ya más tranquilo y sosegado, pidió que le trajesen un caballo y una moza; el primero para montar y la segunda para.... bueno, lo mismo. 

Por cierto, la factura que le pasó Abderramán III a Sancho por la cura de adelgazamiento no fue barata; diez fortalezas fronterizas con sus torreones correspondientes nos costó el gordo. Quizás Segura de León estuviera entre ellas. (Fuente de Cantos nunca ha tenido castillo y en aquellos lejanos tiempos posiblemente fuera una aldea de moros dependiente del castillo de Montemolín). Pero no os extrañéis por la minuta pagada, hoy pagamos parecidos precios por pactos entre políticos..

Joaquín