miércoles, 29 de octubre de 2014

Mas corrupción


                                     Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es.
                                                                                                               (J.M.V.Vilas)


   Aquí en España el que se aburra es porque quiere pues tenemos una política sui generis la cual nos proporciona  un montón de emociones fuertes  cada día. Los telediarios se han convertido  en portavoces de los diferentes juzgados de la audiencia nacional que apechugan con los múltiples casos de latrocinio en los que están implicados los políticos de turno; dedican a esto la mayor parte de su contenido. Es raro el día en el que no aparezcan algún nuevo caso o se hagan eco de indicios o supuestos que casi siempre acaban por confirmase.
    Entiendo, y el que opine lo contrario se equivoca, esto implica a todos los partidos políticos que en algún momento hayan pisado moqueta; a mas poder ejercido más posibilidades de corrupción, los españoles somos así.
    El que esté libre de pecado que tire la primera piedra dijo Jesús, según el evangelio de San Juan, por lo tanto explotando la cita me pregunto ¿qué modélico ciudadano español alguna vez no ha pagado algún trabajo realizado sin factura por no pagar el IVA ¿ ¿o cobrado horas extras en negro sin rechistar para que no nos incluya el IRPF¿ soy de la opinión de que cada uno defrauda (que no deja de ser un delito económico), lo que está en su mano y no se me entienda mal, quiero decir con esto que no hay que rasgarse las vestiduras, el que la haga por supuesto que la pague y primero devuelva lo robado, pretendo con esto hablar de debilidades y manifestar lo que todos sabemos  que es una tentación muy fuerte dado el caso para resistirse a ella y cualquiera podemos caer, nuestra cultura latina y católica se presta muy a ello.
   Los anglosajones tienen especial inquina a la mentira en política, no la aceptan bajo ningún concepto  y por eso las infidelidades o doble vida de políticos, el desfalco  o las falsas promesas  están más castigadas por el hecho de haber mentido a los ciudadanos que por el delito en cuestión. En nuestro mundo mediterráneo somos mucho más permisivos con la mentira y también con el mangazo, no olvidemos nuestra picaresca filosofía de vida a lo largo de la historia.
   También sin proponérnoslo hemos creado una inmensa partitocracia en nuestro país. Los partidos políticos se han convertido en un fin en sí mismo, en ellos termina el bienestar, en vez de procurar el bien a todos los habitantes del territorio nacional. Los diferentes representantes políticos no se deben a los ciudadanos que les pagan y les votan sino absolutamente a la organización que les cobija, no se acepta la disidencia, todo el bloque en conjunto aboga por unos ideales monolíticos y el que se mueve no sale en la foto, como dijo Guerra una vez. Esto hace que la corrupción no se denuncie e incluso se tape para no perjudicar al partido y voy más lejos ya se sabe que estos partidos elefantiásicos (perdón por la palabreja) necesitan ingentes cantidades del presupuesto para funcionar lo que los hace susceptible de corruptela. Tenemos que regenerar  esta manera de hacer política en España y legislar jurisprudencia para que estas organizaciones políticas, sindicales o patronales se financien por aportaciones de sus miembros o socios, evitaríamos una gran parte del problema que nos ocupa y preocupa.
    Es verdad que se ha creado un clima general asfixiante de malversación y corruptela  pero también hay que tener en cuenta de que a menudo la percepción que intuimos de un hecho supera a la realidad misma, aquella se agranda por la tardanza de la justicia en sentenciar  los diferentes casos, los juicios se hacen eternos y las comparecencias a cuenta gota, aun estamos  después de muchos años con el Gurtel  o los Eres.       Por otra parte hay que reseñar así mismo que la mayoría de asuntos deshonestos que salen a la luz estos días se produjeron hace bastantes años, en la época de bonanza cuando todo valía y los españoles estábamos inmersos en una especie de felices años veinte en economía.
  Estos desgraciados sucesos no debería  llevarnos a equívocos, los políticos gozan de esas prebendas porque nosotros (a través de nuestros representantes) así lo quisimos. Cuando murió Franco e hicimos la transición decidimos darles mucho poder a los nuevos políticos (diputados, alcaldes, presidentes de autonomías etc.) porque estos eran elegidos democráticamente por el pueblo y debían tener protección jurídica y buenos salarios, en definitiva había que mimarlos pues para nosotros eso era novedad y signo de progreso participativo después de casi cuarenta años de dictadura en donde eran proclamados a dedo por el gobernador civil o militar de turno, había que imitar a Europa occidental. El disgusto y la contrariedad ha sido que muchos de estos representantes del pueblo se han aprovechado del cargo y la confianza depositada en ellos, han hecho de su capa un sayo y han cometido toda clase de delitos económicos, por fortuna  no son todos ni mucho menos.
  En mi opinión estamos pagando, con esta corrupción y con la lentitud en atajarla pues no tenemos leyes  adecuadas  para ella, todos los excesos de bisoñez en política democrática que pusimos desde el final de la dictadura. Con este problema ha pasado igual que con otros, por ejemplo en el asunto territorial, nos creamos unas autonomías ficticias para contentar a vascos y catalanes creyendo en su honestidad  y ahora nos encontramos con un problema mucho mayor de deslealtad e independencia, también con otros temas nos está pasando igual.
 A pesar de estos significativos y penosos reveses con que nos castiga nuestra forma de ser, no debemos flagelarnos con poner todo patas arriba y cuestionar absolutamente todo lo que hemos conseguido a lo largo de estos casi cuarenta años de democracia. Lo conseguido es mucho, somos un país moderno y próspero, estamos ubicados entre los mejores del mundo y esto de la corrupción se soluciona con leyes más idóneas que sirvan para  combatir estas modernas maneras de delinquir, hay que ponerse a ello sin demora. No caigamos en la tentación de aupar a partidos utópicos e irrealistas que prometen  asaltar el cielo porque puede ser peor el remedio que la enfermedad. Cambios tan bruscos y la incertidumbre que provocan puede ser peligroso. No juguemos con las cosas de comer.

                                                                                                    Joaquín Yerga
                                                                                                       28/10/2014