Le han puesto al niño un vestido
absurdo, loco, ridículo;
le está largo y corto; gritos
de colores le han prendido
por todas partes. Y el niño
se mira, se toca, erguido.
Todo le hace reír al mico
las manos en los bolsillos...
La hermana le dice –pico
de gorrión, tizos lindos
los ojos, manos y rizos
en el roto espejo--- ¡Hijo
pareces un niño rico!..
--J. R. Jiménez--
--Toma nota-- -le dije a mi amiga aquella tarde
paseando por la calle Segovia de Madrid-- -en ésta plazoleta que
vamos a entrar, llamada Puerta Cerrada, había en el siglo XVII un palacete cuya dueña era una
viudita de muy buen ver, amante, por cierto, de don Ramiro de
Vozmediano, un teniente corregidor del Ayuntamiento con fama de mujeriego--
--Uy, qué cantidad de historia debe tener toda esta
parte de Madrid. ¿Este es el barrio más antiguo, no?-- -me preguntó
ella--
Era primavera y hacía un rato habíamos pasado por los
jardines de las Vistillas, preciosos en ésta época. Mientras
andábamos y le contaba la historia del teniente corregidor, le
señalé con el dedo la placa con el nombre de plazoleta. Habíamos
dejado el coche en una zona azul un poco más abajo, junto al puente
de Segovia, subido despues por la calle del mismo nombre y cruzado el Viaducto.
--Sí, y ésta anécdota que te cuento es muy curiosa, ocurrió en
tiempos del rey Felipe IV.. Escúchame-- -le rogué mientras
pisábamos las primeras losetas de la plaza-- -El despabilado de don Ramiro
frecuentaba día si y otro también a la viuda. Por Laura respondía
ésta bella y seductora señora. Una vez le fueron con el cuento de
que la viuda se la pegaba con otro. Indignado y con su honor de
donjuán en entredicho, no tardó mucho en ponerse las pilas y
vigilar de cerca a la moza--
--Ummmm, qué interesante, Joaquin. Y me imagino la
historia. Qué pena que ya no exista el palacio-- se lamentó, mi amiga-- -pero sigue, sigue--
--Una noche, estando don Ramiro de copas en una taberna cercana-- -proseguí-- -le chivaron que su amiguita Laura tenia
una enigmática visita. Los soplones habían observado cómo una
suntuosa carroza había parado justo delante de su puerta y visto a
alguien subir sigilosamente la escalera del palacete. De hecho aún
debía permanecer en su interior, le dijeron--
--Uffff me temo escena de celos,¿ no?--
--Más o menos. Mira-- le dije-- -sin pensarlo
dos veces, don Ramiro, acompañado de un par de amigos
escribanos que holgaban con él en la taberna, se presentó en casa de
la viuda dispuesto a tomar nota de lo que allí ocurría. Subió
raudo las escaleras y llamó impetuosamente a la puerta esperando
coger “in fraganti” y a calzón quitado al osado amante de su
amada..
Así ocurrió la escena:-- -Y me explayé con ella en plan teatral--
¡Sé que ocultáis a una persona bajo vuestro techo!.
¡En nombre de su Majestad entregádmelo!.. ordenó el teniente
corregidor a la viuda.
Pasad y registrad, aquí no hay nadie, respondió ella
¿Qué hay detrás del balcón, que algo se ha movido?,
insistió Don Ramiro
Un retrato de su Majestad de cuerpo entero, replicó la
viuda..
¡Dejadme verlo, no me fío!, siguió en sus treces don
Ramiro..
Miradlo si queréis, pero no os lo aconsejo, es tan vivo
retrato del rey que acaso su contemplación pudiera herir vuestros
sentimientos, dijo con cierta sorna la viuda..
El teniente comendador no se fio de lo que
decía su desleal amante y descorrió el tapiz que ocultaba el
balcón..
¡Santo Cielo! --exclamó-- Para su pasmo allí estaba
en pelotas picadas su Majestad D. Felipe IV.. El
corregidor, lívido y temeroso, porque tonto no era, volvió a cerrar
rápido el tapiz, mientras con voz temblorosa replicaba...
Es verdad, jamás vi una cosa igual. Es el mejor cuadro
que ha pintado Velázquez.
--Son palabras textuales, querida amiga, te lo he querido
contar así para darle más naturalidad a la cosa-- --le dije sonriendo--
---Jajaja qué bueno, Joaquín. No me digas que sucedió
de veras así-- -contestó ella agarrándome por el brazo mientas
reía--
--Tal cual, esta historia es muy real. Te
recuerdo que el rey Felipe IV era un mujeriego
redomado Y no sólo tenía de amantes a docenas de jóvenes
cortesanas y plebeyas, sino que llevaba su osadía carnal y abusadora
a los conventos de Madrid--
Con las mismas, seguimos caminando y riendo hasta la
calle Toledo. Teníamos intención de llegar hasta la Plaza Mayor..
Ella no me soltó el brazo en todo el paseo, paseo que yo aproveché
para contarle un par de anécdotas más..
Joaquín