No a conocer la vida, sino a amarla,
viniste al mundo; del amor naciste.
Si es bella y es mujer, ¿Quién a gozarla,
varón, mozo o poeta, se resiste?.
Goza como los niños y las aves,
del blanco seno y del caliente nido.
No te apures jamás porque no sabes
de dónde vienes ni por qué has venido.
Amar lo es todo, conocer no es nada.
¿Quién la razón de la razón conoce?.
Deléitate en los brazos de tu amada
sin descender al fondo de tu goce.
Huye del triste, apártate del sabio,
de aquel que estruja la razón y el seso.
No se hizo la miel para su labio
ni su labio se hizo para el beso.
--Ricardo León--
Una vez, hace ya mucho tiempo, se realizó una prueba médica espectacular en los Estados Unidos, se recogieron y conservaron en probetas células tumorales de una enferma con cáncer. De esto han pasado ya más de sesenta años. Ésta paciente Henrietta Lacks, murió poco después, pero sus células malignas siguen reproduciéndose furiosamente en varios laboratorios del mundo y así seguirán eternamente. Es decir, son inmortales.
La muerte es el resultado, y también el precio, que pagamos por el sexo, sí, créanselo. Mirad: Al principio de la evolución, hace 3800 millones de años, los primeros organismos unicelulares de los que procedemos eran inmortales (las bacterias lo siguen siendo). Las células (asexuales ellas) se reproducían por sí solas, ininterrumpidamente, como si pasaran una y otra vez por una fotocopiadora. Después y por motivos caprichosos (como casi todo en la evolución) la cosa derivó en la necesidad de la reproducción sexual, e hicieron falta dos individuos para posibilitar la descendencia.
Una vez seres nuevos en el mundo los ancestros (padres) ya no son necesarios, por lo que sus células envejecen; se han programado para suicidarse (cada uno de nosotros somos muchas células juntas). Cuando alguna de estas le falla la programación y no se inmola se vuelve cancerígena y comienza a multiplicarse sin control, de ahí deriva el tumor.
La única y gran ventaja de este medio de reproducción (sexual) es la inmensa variedad de seres vivos que genera. Cuando la célula se reproducía ella sola (inmortal) toda la descendencia era copias exactas, no había diversidad. Al ser dos, el resultante y heredero es diferente a sus progenitores, porque adquiere el 50% de la carga genética de cada uno. Sin duda alguna esto dio lugar con el tiempo a la enorme complejidad, tan espectacular y millonaria, de especies de la que gozamos hoy en el planeta.
Joaquín
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