sábado, 17 de mayo de 2014

Pasa el tiempo

                                                                   Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de  
                                                                    inefable y deliciosa compañía” (.John F. Kenedy)
                                                             

 

Esta tarde, buscando unas copias de antiguas declaraciones de la renta con la intención de cumplir en este 2014 con nuestro ministro de hacienda el Sr.Montoro, encontré antiguas revistas y algunos libros de juventud que aún conservo en un armario casi olvidado. Por cierto,  entre el papeleo, periódicos antiguos y viejas publicaciones, todavía guardo recortes  publicitarios de los partidos políticos que se presentaron a las primeras elecciones posfranquistas.
       Por continuar con asunto relacionado, no soy de escribir diarios pero si de guardar y conservar  casi todos los libros y revistas que he comprado y leído a lo largo de mi vida.
        Y es que a mí esto de leer me viene de lejos. Realmente no sé porqué ni cuando cogemos ese hábito tan interesante y tan útil. Ya desde bien pequeño disfrutaba muchísimo con los primeros libros básicos temáticos de la escuela.
       Me acuerdo especialmente del libro gordo y único que tenían mis hermanas mayores  y que era el que le acompañaba todos los cursos, en realidad eran tres, me estoy refiriendo a la Enciclopedia  Álvarez de Primer, Segundo y Tercer grado. Me los sabía de memoria, aun los recuerdo con cierta nostalgia, luego ya vinieron los nuevos tiempos y entraron los libros especializados en cada materia de Anaya, Everest y alguno más.
       Todos los años a mitad de septiembre comenzaba el ritual, adquiría los libros, los hojeaba impacientemente y los forraba con papel común sin estridencias, luego junto con el plumier, la goma de borrar Milan y los lápices de colores de seis o doce unidades, casi siempre de la marca Alpino, los guardaba en la cartera impaciente porque comenzara el curso; esto para mí era transcendental.
      En estos albores de mi niñez ya eran evidentes mis gustos por los temas académicos, así que  no era de extrañar que después y acorde con la época (años sesenta) vinieran los tebeos, el Capitán Trueno, El Jabato etc. Infinidad de ellos me leí y cambié por otros ya usados como muchos de los jóvenes de entonces, la escasez de recursos hacía que el intercambio de cuentos  fuese habitual y así siempre teníamos a nuestro alcance ejemplares inéditos. Mas tarde, al ir entrando en la pubertad, cambié los comics, que dirían ahora, por las novelas de pequeño formato: del oeste, bélicas o de terror que estaban de moda, incluso no me recato al recordar las de Corín Tellado que aunque en menor cantidad, también pasaron por mis manos. De estas novelas (la inmensa mayoría de la añorada editorial Bruguera de Barcelona), las del oeste fueron mis preferidas: M. Lafuente Estefanía, Keith Luger o Silver Kane eran los autores de más éxito. Los amantes cincuentones de este género me comprenderían perfectamente.
       De estas primeras lecturas iniciáticas pasé con entusiasmo a otro tipo de libros  ya con más enjundia. Coincidió esos años con lo que en política se le ha llamado La Transición, se puso de moda la política y vinieron las primeras elecciones generales con sus largas y bulliciosas campañas electorales. A los de mi generación, en esos años, imbuidos como estábamos con la historia de España según la versión franquista nos sorprendió conocer  la otra, la del bando republicano y ardí en deseos de conocer la verdadera historia de nuestro país y leí con fruición temas relacionados con la guerra civil, la implantación de la republica y sus consecuencias. Esta fiebre me duró un quinquenio.
      Luego, durante la siguiente década mis preferencias se decantaron por lecturas políticas y periodísticas intercaladas estas por novelas de autores contemporáneos tan conocidos como Umberto Eco, Stephen  King etc. o de escritores más inofensivos o placenteros  Agatha Christie o Conan Doyle  entre ellos. Hubo también una larga temporada en la que fui lector asiduo de periódicos y revistas. Todo el tiempo que estuvo en vigor el Diario 16 y más tarde El País me empapé de sus lecturas políticas y divulgativas, fueron muy amenas y provechosas.
      Ahora y durante los últimos veinte años he diversificado mis apetencias en este terreno. Actualmente  internet y los libros electrónicos nos han facilitado extraordinariamente esta afición a los pertinaces lectores como yo. Los periódicos, a pesar de que sigo comprando los de papel los fines de semana, tengo a golpe de ratón infinidad de ellos de manera gratuita y de todas las tendencias. De los libros, que decir de las nuevas tecnologías, más de mil, clasificados en caprichosos temas atesoro en mi ebook; imaginemos que ilimitado placer para los habituales.
       Resumiendo, de lo expuesto en estas líneas llego a la conclusión de  mi suerte por este hobby y  agradezco al azar o al destino el me haya proporcionado este afán por conocer a través de libros y afines.

                                                                                                                        Joaquín Yerga

                                                                                                                       17/05/2014

martes, 6 de mayo de 2014

Una vida saludable


                                                             El que quisiere tener salud en el cuerpo,
                                            procure tenerla en el alma.
                                                                                                     Quevedo

                                                              

Hace ya unos años que  empecé a mirar más y mejor mi salud.  Jamás me habían interesado esos temas, de hecho en cuarenta años apenas un par de veces o tres visité al médico; una pequeña bronquitis y una otitis provocada por una larga exposición al agua durante unas vacaciones de verano fueron  las dos últimas ocasiones.
      Imagino que lo que me ha pasado a mi le sucederá a otros muchos. Ya sabemos que  cuando somos jóvenes y estamos plenos de salud no nos preocupa lo más mínimo el asunto, nos creemos invencibles y pensamos que nunca llegará el día de padecer enfermedades importantes, eso lo vemos como de otra galaxia, creemos  que son problemas que afectan sólo a la gente mayor, evidentemente no es así, hay que cuidarse razonablemente, siempre.
     A mis cuarenta comencé  a cuidarme, cosa que nunca hice antes como ya he señalado. Recuerdo la impertinencia que me soltó una vez el representante de una empresa que fabricaba cajas de cartón cuando le dije la edad que tenía en ese momento a una pregunta suya.
     -¡¡Pues te ha tratado muy mal la vida para tener esa edad!!  -me dijo. De alguna manera eso me impactó. A partir de ese día me propuse quererme más, no era de recibo envejecer antes de tiempo.
       Dicen los expertos en el asunto, que el estrés es de lo más nocivo si anhelamos  una vida razonablemente longeva  y me temo que yo he llevado en mis dos últimas décadas, por acotar mis recuerdos, una existencia más bien ajetreada debido a inevitables cuestiones laborales (siempre he “padecido” trabajos estresantes), así que toca ahora preservarse y recuperar el tiempo perdido… la salud perdida mejor dicho. Realmente más que salud, aunque quizás también, son los signos externos que delatan que esta sea aceptable o inadecuada  para la edad  que se tiene, por ejemplo la pérdida del pelo  o mas arrugas de las debidas en ciertas partes del cuello o de la cara. En el primer caso es lo que con mas inquina se ha cebado conmigo el ingrato paso del tiempo y no me resigno a aceptarlo, máxime con el orgullo que he aireado siempre mi tupida cabellera durante mi mocedad; ya estoy pesando hacer algo al respecto.
     Lamentablemente y como sucede a muchos, soy de buen yantar y eso es un inconveniente porque al mínimo descuido aparece la tripa y se me desboca el colesterol, además de otros indeseados excesos.  Gracias a que dejé de fumar hace ya unos cuantos años y al moderado deporte que practico, me mantengo más o menos en forma, pero no deja de ser una lata, sobre todo para los que hacemos esto último como una obligación y no con gusto.
      Es verdad que además de todo ese esfuerzo hace falta algo más; lo básico, como es público y notorio,  restringir  la comida y ahí reconozco que tengo suerte porque como de todo, no soy  demasiado exigente  para esto, tampoco peco de glotonería. Admito que por comer comería cualquier cosa, sobretodo las que más agrada al  paladar pero que engordan más de la cuenta, así que  intento escoger los más saludables aunque de vez en cuando baje la guardia y me dé algún gustazo.
     Quien me lo iba a decir a mí, yo que siempre he sido despreocupado para todo lo relacionado con la salud; tener que  mirar ahora que alimento contiene omega3  para abusar de él y cual no se puede ingerir por llevar grasas saturadas. Yo que llegué a fumar hasta dos paquetes diarios. Del alcohol no he abusado demasiado pero mis cervezas y mi copita de coñac no me han faltado nunca. En la  pitanza ni por asomo tuve piedad ni compasión por la moderación. En cuanto a los niveles metabólicos, hasta hace una década fueron perfectos desconocidos para mí, nunca supe de ellos.
      Tengo algún pariente muy cercano que se niega hacerse revisiones médicas aludiendo peregrinas razones, yo ya pasé ese periodo. Ahora, sin abusar, paso por el ambulatorio cada par de años y me someto al consabido tormento médico. Ahora si procuro tener en cuenta  los altibajos caprichosos de los niveles de azúcar y colesterol y seguir las buenas recomendaciones de los galenos, que nunca vienen mal; hay que ir con los tiempos, no queda otra.
      Con todo esto que acabo de contar pudiera parecer que padezco algún tipo de obsesión por mi salud y nada más lejos, simplemente sin mucho esfuerzo procuro llevar una vida ordenada, sin demasiado excesos y comiendo más o menos de manera sana, completado eso si con algo de deporte; en lo demás igual que siempre, es decir vida casi monacal.
      Por otra parte está la salud emocional, ahora tan de moda. Es más importante de lo que creemos pues en sus manos; mejor dicho en sus neuronas, dejamos asuntos tan vitales como el equilibrio personal  y la felicidad, además la parte física depende en gran medida de aquella, por lo tanto para estar pleno en el asunto que nos ocupa en esta reflexión hay que estar óptimo en ambas. A mí siempre me han interesado las cuestiones vinculadas con ese gran desconocido que es nuestro cerebro y ahora que tengo más tiempo libre intento aprender y practicar temas relacionados.
      Ahora que nos invade estudios de todo tipo, también sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, quiero hacer un pequeño resumen y sintetizarlo con  un par de consejos que procuro seguir, aunque posiblemente no lo consiga, estos son:
      -Conócete a ti mismo, esta  actitud ya la descubrieron  los antiguos griegos y es muy importante para el desarrollo de la vida del individuo. El que consiga conocerse sufrirá bastante menos y actuará de la manera más correcta en la búsqueda de su bienestar que por otra parte es lo que todos deseamos.
      -Ojo con el estrés, está demostrado que con él, el cuerpo físico y mental está a mas revoluciones de las debidas y el desgaste es mucho mayor, por lo tanto si se quiere vivir más y mejor hay que hacerlo más despacio, vivir el aquí y ahora y si se puede, disfrutar con lo que tenemos a mano, que no  suelen ser grandes cosas, yo estoy en ello.

                                                                                                                                                 Joaquín Yerga

                                                                                                                                                   06/05/2014