sábado, 20 de diciembre de 2014

La especie elegida...


  El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio.
 (R.tagore)

  Decía en su libro...La especie elegida... el profesor Juan Luis Arsuaga que los seres humanos hemos evolucionado  más que ninguna otra especie hasta convertirnos en lo que da título al libro, entre otras razones, por nuestra capacidad de hablar y comunicarnos.... Otros animales también se comunican a través de diferentes  métodos, incluso los Neandertales lo hacían, pero su sistema fonético estaba menos evolucionado que el nuestro --Homo Sapiens-- y esto fue su perdición, los exterminamos o simplemente fuimos más capaces que ellos para sobrevivir en un medio tan hostil como era la Europa de hace 35.000 años.
  Indicaba en su premiada obra el profesor --la acabo de releer-- contraviniendo un poco las leyes de Darwin que,  hemos llegado a ser lo que somos gracias a nuestra mejor capacidad de comunicación entre nosotros, pero dentro del grupo, esto hizo que fuésemos mas fuertes e inteligentes a la hora de cazar y prosperar, por lo tanto la evolución esencial se produjo gracias al grupo como tal, y menos a la selección natural individual, como afirmaba Darwin.
  Toda esta exposición a cerca de la evolución humana y lo que deseo escribir después sobre grupos e individualidades viene a cuento cuando, aún resuenan los ecos de los numerosos y  lamentables twiters publicados a cerca de la muerte en el ruedo del torero segoviano Víctor Barrio.
  Comprendo a los entendidos en el tema cuando afirman que las redes sociales son el medio perfecto  para que estos violentos verbales arropados en la masa y el anonimato exterioricen sus más bajos instintos, y posiblemente frustración personal, para arremeter sin compasión contra la vida de personas mofándose cruelmente de sus muertes en un  intento de equipararlas con las de los animales. 
   Al igual que al comienzo de nuestro desarrollo como seres humanos modernos, aun seguimos actuando en grupo, aunque ya no sea estrictamente necesario para alimentarse o defenderse físicamente, y estos sean masivos. Los individuos necesitamos para sobrevivir emocionalmente sentirnos miembros de un grupo más o menos numeroso  en todas las facetas de nuestra vida... en política, en sociedad, en aficiones etc. y  nos dejamos a menudo arrastrar por él...A mi entender hemos derivado hacia un nuevo proceso evolutivo en la especie humana...El Homo Comunicativo Total.
 Aparentemente hemos avanzado tanto en cuestiones de globalización que, el grupo antes reducido  lo es ahora  casi todo planeta... Todos estamos interconectados a tiempo real y vamos camino de construir  un super grupo en donde: la totalidad de las personas seremos partícipes de los anhelos o frustraciones comunes que vayan surgiendo, a menudo naderías y bobadas.
 Por nadería entiendo, entre otras y  a esto nos lleva ésta uniformidad que se nos avecina, el querer hacer sentir hacia  los animales los mismos sentimientos que a los seres humanos...No debemos extralimitarnos a la hora de medir los grados de progreso y civilización.
 Ser civilizado no es hacer el ridículo al realizar una valoración espiritual de la que carecen los animales... No hay que maltratarlos gratuitamente, pero no son personas, ellos se mueven por instintos de sumisión y supervivencia adheridos en sus genes, y  en ningún caso  mirarlos con la empatia propia de seres humanos... Entiendo que se le coja cariño, y muchas especies nos sirvan de ayuda emocional en nuestras vidas, sobre todo a muchas personas necesitadas, pero se  deben  a nuestro mandato y criterio... Nosotros somos los seres elegidos,  el resto de la naturaleza y su  biodiversidad tienen que estar a nuestro servicio.
 Hay que resaltar, no obstante, que el que seamos los seres privilegiados --por lo menos de este planeta--... La especie elegida.. no significa que destruyamos todo lo que nos rodea, incluidos los animales. Precisamente debemos respetarlos por nosotros mismos... para nuestro bienestar, bien sea éste: alimenticio, visual o emocional.
 Volviendo a la necesidad de relacionarnos, y que tanto ha contribuido a nuestra rápida evolución, esta ventaja, sin embargo,  también arroja matices no deseados en su camino a nuestra aparente perfección...Hemos visto muchas veces como individuos adocenados son capaces de las mayores barbaridades escudados entre la multitud de los grupos y actuar de manera exacerbada amparándose en el anonimato...Éstas personas individualmente son incapaces después de expresar sus opiniones o disconformidad, como ejemplo tenemos a estos  twiteros faltones que, una vez descubiertos y sacado a luz pública sus exabruptos mas infames, se desdicen y alegan, o que están sacados fuera de contexto, o que han usurpado su cuenta y no son ellos los responsables.
 La masa y el anonimato son los parapetos habituales en donde se refugian los individuos más cobardones, necesitados,  al fin y al cabo, de autoestima, cuando no de otras muchas carencias.
 En el anonimato --consciente de su impunidad e invisibilidad-- el sujeto da rienda suelta a sus impulsos reprimidos más feroces y puede llegar a expresar las opiniones más terribles que imaginar pudiéramos, sobre todo en el fragor de una discusión subida de tono...Facebook, Wassap, pero  sobre todo Twiter,  son las armas preferidas de las que se sirven estos individuos para disparar a matar, dialécticamente hablando.
  La masa, insisto, es poco recomendable, ahí se esconde gente fácilmente manipulable necesitada de un guía que los lleve por el buen camino porque ellos individualmente son incapaces. Toda sociedad que precise un líder absoluto es una sociedad abocada al fracaso como comunidad. Los individuos debemos ser  lúcidos e instruidos para poder opinar y actuar con conocimiento de causa mirando, por supuesto, los intereses de cada uno, o cediendo a veces parte de estos cuando el bien común así lo aconseja.  
 Por cierto, en esto de la fiesta nacional quiero decir a su favor que, es una tradición muy nuestra, de siglos atrás, y nos hace diferentes al resto... Que es la mejor manera de preservar la raza del toro bravo..., Que aun goza de cierta afición y no se entendería la mayor parte de las fiestas de nuestros pueblos sin ellos, y... sobre todo por la libertad de elección. A nadie se obliga asistir a una corrida...También y como colofón anotar que cada vez va perdiendo más importancia entre los españoles, y que poco a poco irá muriendo de inacción.
 Que así sea pues...
                                                                      Joaquín Yerga
                                                                          20/12/2014
          

sábado, 13 de diciembre de 2014

Navidad 2016..


¡Ojalá pudiéramos meter el espíritu de la navidad en jarros
 abrir uno cada mes del año!.   
( H.Miller)

    
  La frase: Cómo pasa el tiempo, solemos repetirla muy a menudo, pero es muy recurrente y nos salva de situaciones a veces embarazosas  por no saber cómo encarar una conversación.
  Quería comenzar esta pequeña reflexión con la susodicha expresión porque al escribir sobre la Navidad, que eso es lo que pretendo, enseguida aludimos a lo pronto que ha pasado el año,  ya que con estas fiestas se acaba el mismo.
  La Navidad y con ella toda la parafernalia y fastos que la rodea posiblemente  guste todavía a una gran mayoría de españoles. Evidentemente a otros, aunque en menor proporción, le gustará menos, incluso los hay que la detestan. Particularmente creo que  a éstos últimos el escaso amor que le profesan tenga más que ver  por asuntos familiares y de soledad que de creencias.
  Sabedores somos de que, ciñéndonos estrictamente al tema religioso, la Navidad era una fiesta pagana en sus orígenes que el cristianismo en sus primeros siglos la adaptó a sus necesidades y de paso hizo proselitismo para ganar adeptos… Les salió muy bien la cosa...
  Soy de los que piensan, y creo que somos muchos, que aunque hoy en día la religión cristiana esté de capa caída y cada vez más gente se confiesen ateos o cuanto menos gnóstico, ésta festividad habría que mantenerla al igual que la de los Reyes Magos aunque solo fuese por tradición cultural.
  En España, para bien o para mal y a lo largo de los siglos, ha preponderado el cristianismo --éste entró en la península hacia el siglo IV d.c.-- así que ya ha llovido y desde entonces ha estado vigente. Esta religión, como en otras partes de Europa, creó una cultura basada en sus principios y todos, hasta hace poco más de dos décadas, nos hemos educado con ellos.
  Una gran parte de la cultura europea, y por ende la española,  ha mamado de la religión de Cristo. Toda está basada en ella: el origen de las universidades, el humanismo, el arte, la filosofía etc. incluso las ciencias, cuando durante los siglos XVI y XVII y con las certezas de Copérnico y Galileo,  se comenzó a renegar de la infalibilidad  de los postulados de la iglesia, hubo teorías --aun siguen-- que  intentaron con denuedo compatibilizar los nuevos descubrimientos astronómicos con los designios de Dios.
  La  civilización cristiana europea  ha generado también, asociada a ella, multitud de costumbres, tradiciones etc. que no podemos borrar de un plumazo y por decreto, porque nos cargaríamos toda nuestra historia y nuestra forma de ser. Si Europa es como es, incluso en economía, y ha dominado el mundo de tal manera que el resto, para bien o para mal, nos imita, también se debe en gran medida a nuestra religión, porque fue el origen de todo. Los cimientos de ése enorme entramado que llamamos cultura occidental fue la civilización grecolatina pagana, y  los pilares, el cristianismo.
  No he sido nunca partidario de conservar o potenciar todas las tradiciones habidas y por haber de nuestra ya dilata historia, la mayoría de origen religioso. Hay muchas en nuestro país que son sencillamente ridículas, otras crueles  y las más incongruentes con la época que estamos. Últimamente, incluso se está rebuscando viejas tradiciones en archivos y anales de pueblos y ciudades intentando recuperar y volver a relanzar tradiciones perdidas por el paso del tiempo. En España somos así... ¡Es lo que hay!...
  Curiosamente y en camino opuesto a lo anterior hay voces, cada vez más numerosas, que invitan a suprimir la Navidad, la gran fiesta del catolicismo. Cada vez con más asiduidad aparecen en las páginas de periódicos, como noticia relevante,  que un director de colegio cualquiera o algún concejal de pueblo lejano ha prohibido la exhibición del típico belén navideño porque pudiera herir la sensibilidad de personas de otras religiones, o escépticas. Estas voces, la mayoría de personajes anticlericales, arguyen que al haber constituciones laicas ningún estamento del estado debería inmiscuirse en asuntos religiosos, pero obvian, claro está, la enorme trascendencia  emocional, cultural y últimamente hasta económica que conlleva esta celebración en todas las capas sociales de la población.
 La Navidad, a mi parecer, debe mantenerse por muchos motivos. Al igual que el cristianismo adoptó las celebraciones paganas que festejaban el solsticio de invierno --Sol Invictus-- de los romanos para sus propios intereses, también la sociedad actual debe aprovechar las bondades de estas inofensivas fiestas, antaño piadosas, para deleite de nuestros niños y mayores actuales. Habrá gente así mismo que opine que son días de consumismo atroz, uno de los grandes males --para ellos-- que amenaza nuestra virginal humanidad, pero esto creo son naderías, cada persona debe ser libre para hacer y consumir lo más le interese, lo único que necesita es una buena cultura y efectiva educación para que sepa escoger lo que mejor le convenga. Además gracias a ese posible exceso de consumo se crea, se innova y se genera nuevos puestos de trabajo, y todo eso repercute después en nuestro bienestar.
  Para nosotros, los ya más que adultos siempre nos quedará un entrañable recuerdo de navidades pasadas, quizás más añoradas que las recientes, porque cualquier bagatela que nos regalaron nuestros mayores, ante lo limitado de nuestras pertenencias, dejó marca imborrable en nuestro corazón y memoria. Por eso y por la ilusión que todos hemos vivido nuestras Nochebuenas, Nocheviejas y Reyes, estas fiestas las considero totalmente aptas  para todos los públicos y muy recomendables para esta generación… y venideras.
                                                                                         
                                                                                         Joaquín Yerga
                                                                                           13/12/2014
           

sábado, 6 de diciembre de 2014

A propósito de Raphael



La música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero que no puede permanecer en silencio.
(Víctor Hugo)


Realmente apenas he asistido a conciertos de música a lo largo de mi vida pero siempre hay una excepción. Y ésa excepción, créanlo, mereció la pena pues se trataba nada menos que de Raphael. Nos cueste o no reconocerlo éste gran cantante forma parte de la vida de muchos españoles. De la mía seguro que sí ¿Quién no ha visto sus espectáculos televisivos, o escuchado sus canciones por doquier desde hace varias décadas?
Miguel Rafael Martos Sánchez, que ese es su nombre de pila, comenzó muy joven en este oficio de cantar, a principios de los años sesenta. Representó un par de veces a España en el festival de Eurovisión y también participó en el de Benidorm, famoso y de cierto prestigio en su época. Yo recuerdo verlo actuar en televisión desde finales de los sesenta, sobre todo en las noches de fin de año. Se debatía ya sobre si era o no la mejor voz del panorama artístico de nuestro país. Entre él y el tristemente desaparecido Demis Roussos estaba la duda.
Hay que reconocer también que al principio de su carrera había sectores que lo consideraban un poco ñoño, quizás por el tipo de canciones que le componían (Ave María, El tamborilero etc.). Pero poco a poco se fue consolidado, escogió los mejores compositores para sus canciones, (Manuel Alejandro, Perales etc.) y hoy por hoy está considerado uno de los reyes de la canción española. Raphael ha sabido adaptarse a todas las tendencias y junto con Julio Iglesias son los únicos reyes de la canción española. Y aquí incluyo de todo (boleros, baladas etc.). Además son los únicos de este género capaces de llenar un teatro de más de mil localidades durante casi treinta días seguidos. Y por cierto, a un precio de la entrada nada barato.
Los conciertos que está ofreciendo este año en el teatro Compac Gran Vía no están nada mal. El que tuve el gusto de asistir hace unos días duró apenas dos horas y media pero fueron muy completas. El equipo de músicos que le acompaña es excelente y la puesta en escena espectacular, por el juego de luces y las peculiaridades del propio artista sobre el escenario.
El divagar sobre el concierto y relatar las excelencias de Raphael me predispone a contarles mi relación con la música. Y ya les adelanto que ni es extensa ni muy sólida.
Y es que particularmente entiendo poco de música, me gusta cierto tipo de esta y con eso me basta. En la música como en vida hay momentos para todo: unos propicios para la melancolía, ratos nostálgicos en los que por diversas circunstancias se rebelan los recuerdos y me apetece alguna melodía romántica tipo boleros. A veces es la euforia la que predomina en mi ánimo y entonces me atrevo con algún CD de rock americano de los cincuenta que hace unos años descubrí para mi regocijo. En otras ocasiones sin embargo, que son las más, recurro a la música clásica y tiro de la sonata: Para Elisa de Beethoven o el adagio de Albinoni.
En esta agradable dádiva que la vida nos ofrece para satisfacción y embeleso de nuestros sentidos como es la música, también pasé por diferentes fases en gustos bien distintos unos de otros, me explico...
Mis primeros recuerdos de la música se retrotraen a escuchar de niño en la radio aquellos programas de canciones dedicadas (la mayoría de las veces de canción española) Antonio Molina, Valderrama, Manolo Escobar. También las del Dúo Dinámico y los Bravos eran las canciones más escuchadas. Después vinieron las primeras de Camilo Sesto y los melódicos de principios de los setenta. A los dieciséis más o menos me volví mas inconformista (cosas de la edad) y me identifiqué con grupos de protesta social barriobajera. Esto, (acorde con mis etapas evolutivas siempre a la par que las modas) me duro poco.
Más adelante, con dieciocho ya cumplidos y por casualidad, tropecé con la poesía sonora de Serrat que me entusiasmó y me abrió las puertas a los cantautores protesta del momento, tan de moda por la cuestión política, Aute, Ibáñez, Andión etc. Escuché con verdadero empeño a estos estupendos creadores, hasta que la situación política y social cambió y con ella también mis apetencias musicales.
Pasados los años fui cambiando en pareceres y toqué muchas teclas en esto de la música. Sin gusto totalmente definido, según las circunstancias y sentimientos pasé por: Triana, Supertramp, Julio Iglesias, Abba, Dylan, Dire Straits etc. tampoco le hice ascos a Camarón o Pavarotti.
Con todo he de reconocer que escuchar música no aparece en el “top ten” de mis apetencias. Admito que ocupa un espacio comedido entre mis hobbies pero tengo otros más apetecibles; leer y escribir me llena mas. Incluso creo que últimamente dedico menos tiempo a escuchar canciones que hace unos años. Quizás en el coche y durante viajes largos, harto muchas veces de tertulias políticas o empachado de cuñas publicitarias, no me queda otra que echar mano de algún CD de Julio Iglesias o recurrir a alguno de música clásica mas relajante que siempre llevo en la guantera.
Dicho queda...


                                     Joaquín Yerga
                                     06/12/2014