Mis caricias pagaste con exceso,
como pagan las flores al abril;
mil besos, ¡ay, madre! me dabas por un beso,
por un abrazo mío tú me dabas mil..
--Espronceda--
--¡Oye, Joaquín!.. ¿Qué sabes tú de la Duquesa de Alba?, pero no de esta última, sino de aquella tan famosa. Ayer leí algo de ella y como hoy no ponen nada interesante en la tele y los telediarios me aburren tenemos tiempo---me dijo mi amiga mientras saboreábamos una copita de licor en el salón de mi casa--
Habíamos tomado ya el café y ella permanecía repantingada en el sofá.
--Pues tienes razón---le dije yo---la tele mejor no encenderla a estas horas. Luego vemos una peli que grabé ayer, de esas románticas de las tuyas. Ahora escucha una anécdota curiosa de esa mujer que dices---
Me había levantado del sofá y le estaba echando un par de cubitos de hielo a mi copa, entretanto empecé a contarle...
--¿Tú sabes mucho de la duquesa de Alba, no?---le pregunté
--Sí, claro, aquella de los pelos imposibles que murió no hace mucho, pero no de la otra---me respondió ella--
--Bien, pues una antepasada suya, también llamada Cayetana, y también duquesa, pero mucho más importante y famosa que la reciente, porque entonces las casas aristocráticas eran muy poderosas, era una mujer de armas tomar.. guapa, atrevida, y muy querida por todos, fue capaz hasta de reírse de la mismísima reina María Luisa, mujer del soso Carlos IV..
--Cuenta, cuenta---se impacientaba mi amiga--
--Aquella Cayetana era una cachonda---empecé a relatarle entre deliciosas bocanadas de humo de mi cigarro---el embajador de Francia le había regalado un traje precioso a la reina, para hacerle la pelota. El traje, según decía María Luisa, era el último grito en lujo y elegancia de París, y lo iba a estrenar en la fiesta de Navidad que la misma Cayetana solía dar cada año en su palacio de Buenavista---
--Ummmm, Joaquín, interesante se pone la cosa---me sugirió mi acompañante tras beber un sorbito de su copa---pero te dejo que me cuentes toda la historia sin interrumpirte--
--Jajaja, está bien, te la cuento entera---me carcajeé---mira, la presumida reina María Luisa---proseguí---se probó el traje en sus aposentos delante de las mujeres de la más alta alcurnia española, como eran la duquesa de Benavente, la de Osuna o la misma Cayetana, todas, supuestas, amigas suyas.
Cayetana mira hábilmente todos los detalles y observa meticulosa las etiquetas... Se fija especialmente en la que indicaba la casa de moda donde se fabricó el traje.. Luego desplegó una sonrisa maliciosa, se excusó y salió a toda prisa del Palacio Real..
Ya en su casa, se reunió con Constante, su fiel administrador, y urdieron un plan..
¿Te has enterado bien del asunto?, le dijo, pues dispondrás de lo necesario para que todo salga a pedir de boca, le ordenó a su criado-
A la mañana siguiente, unos sirvientes suyos reventando caballos y abreviando noches de sueño salen hacía Paris. Mucho dinero pone en manos de las costureras parisinas.. Y en un par de semanas de vuelta a Madrid con las mismas prisas y con la mercancía preparada.. Todo está arreglado. Ahora a esperar a la gran fiesta de Navidad en su palacete y a recibir a lo más granado de la realeza y aristocracia española..
Y llega el día.. El salón está exultante, luces, guirnaldas, mesas engalanadas y vajillas de oro y plata. Van entrando los invitados.. ¡Oh, silencio, llegan los reyes!.. María Luisa, la reina, guapísima con su traje.. causa admiración.
¡Oh, qué vestido! ¡Qué elegante! ¡Qué original!, exclaman algunos.
Cayetana con un lindo traje verde y grana recibe a los reyes.. les hace la reverencia.. Se acomodan los monarcas.. Todo el mundo se sienta en los lugares designados.. Se da la orden para la cena. Entran las camareras con sus bandejas dispuestas a servir las mesas, pero...
¿Qué pasa?, preguntan sorprendidos algunos invitados. Se levantan. Miran a las camareras..
¡Dios mío! ¡¡Vienen vestidas con el mismo traje que la reina de España!!, comentan alucinados.
--Sí, amiga, lo que has oído, Cayetana vistió a sus criadas con unos vestidos exactamente iguales que el de la mismísima reina---le dije a mi amiga mientras revolvía el licor con el hielo en mi copa---¡con ese traje, "tan especial" que el embajador de Francia había regalado a la reina María Luisa!.. La burla le costó un pastón a Cayetana, pero eso a ella ni le importaba--concluí--
---¡Oh, qué tía! ¿pero la reina no se vengó de ella luego?---me hizo saber mi amiga---
---Bueno, sí, ni te cuento la cara de la reina---le respondí---por supuesto no tardó ni dos segundos en abandonar el salón de Cayetana.. Cogió la mano del rey y salieron echando leches del palacio de Buenavista.. El estupor general fue apoteósico---
--Qué curioso. Apenas sabía de ella. ¿Llenamos las copas y ponemos la peli?---me suplicó despues mi amiga con una sonrisa picarona en los labios--
Joaquín