martes, 2 de marzo de 2021

El collar de la paloma..

                                                                                  



Quiero, a la sobra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña se puso mala,
la niña murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.


--José Martí--



¿Y qué os puedo decir del fastuoso palacio de Medina Azahara (ciudad resplandeciente) mandado a construir por el más grande de los califas cordobeses? Pues que tenía nada menos que tres kilómetros de extensión y lo sostenían 4.320 columnas de mármol. Los cuentos de las mil y una noches se quedan cortos aquí. Según algunos historiadores y arqueólogos, la Alhambra de Granada sería "pecata minuta" al lado de Medina Azahara.

Mirad: los árabes entraron en España en el 711, año mítico en nuestra historia En nada conquistaron toda la península, y en nada se instaló Córdoba un tipo que se decía príncipe omeya superviviente de la matanza de toda su familia perpetrada por otro grupo musulmán, los abbasíes de Bagdad. Éste príncipe logró huir de Damasco, donde gobernaban, recaló en las costas de Granada y de ahí pasó a Córdoba, desde donde se proclamó Emir, su nombre Abd-Rahman Ibn Mu´awiya Ibn Hisham, pero todos lo conocemos como Abderramán I.

No lo sabemos, pero posiblemente el Fuente de Cantos actual estaba ya en pie, fundado tal vez por los visigodos, y fueron estos desplazados del poder por los moros recién llegados (bereberes del norte de África recién convertidos al islam)..

Abderramán I, alto, enjuto, tuerto y rubio, nada mas tomar el poder puso el patio en orden e hizo de Córdoba la capital de España. Una de sus primeras obras fue iniciar la construcción de la Gran Mezquita. 

Erigida sobre la antigua iglesia visigoda de San Vicente; en el año 785 puso la primera piedra. Sobre ella se pueden contar muchas y apetecibles curiosidades, como que la construyó orientada al sur en vez de al sureste mirando a La Meca como están todas las de occidente, y es que nunca olvidó su Damasco natal, y allí si están todas mirando al sur.

A propósito de la Mezquita (considerado el mejor monumento árabe en España) cuando la terminó Abderramán I, acogía a 5.500 fieles; doscientos años después y con Almanzor, que fue el que la agrandó por última vez, ya entraban en ella más de 50.000.

En poco tiempo creció Córdoba como ninguna otra, hasta el punto de que doscientos años después de hacerla capital y ya con el califa Abderraman III, la ciudad alcanzó, según algunas crónicas, casi un millón de habitantes. Y fijaros qué barbaridad: llegó a poseer: 80.500 tiendas y talleres, 60.200 casas señoriales o más de tres mil pequeñas mezquitas.

Lo dicho, Córdoba era la joya de las ciudades del momento, envidiada por todos, refinada y culta. Hagan una comparación: la biblioteca del Monasterio de Ripoll, en Gerona, tenía 192 libros y manuscritos y era la más respetada de la cristiandad hispana; la de Al-Hakan II en Córdoba albergaba la friolera de cuatrocientos mil volúmenes.

Con los primeros califas empezaron a llegar a la ciudad los más granado de la intelectualidad de oriente. El poeta Ziryaba, introdujo refinadisimas costumbres, como la pasta dentífrica, los vestidos claros para el verano, o el orden de los banquetes: (primero la sopa, después la carne y de postre pasteles), y todo servidos en copas de cristal y no en cubiletes de metal como se hacia hasta entonces.

Con Abderramán III, tataranieto de aquél primero, Córdoba alcanzó el culmen de su modernidad y prosperidad. Pero éste era un tipo excéntrico en todos los sentidos. Llegó a contar con 3.600 fornidos esclavos para su servicio exclusivo, y pásmense, un harén de 6.300 mujeres, la mayoría rubias del norte de Europa Por cierto, se le atribuyen más de cincuenta hijos reconocidos y un número indeterminado por reconocer.

Mientras los dirigentes cristianos eran, en esos tumultuosos tiempos, los salvajes, los rudos, los sucios que vivían en ásperos y umbrosos castillos de piedra pelada y zampando con los dedos, los cortesanos musulmanes residían en suntuosos palacios envueltos en lujos y placeres, se bañaban en los numerosos baños públicos y se perfumaban con almizcle

Pero nada es eterno, todo en la vida tiene un final, y ésta gente, bordeando el temido año Mil, se relajaron en lo militar y se hicieron sibaritas; acabaron a la postre sucumbiendo ante el feroz empuje cristiano convencidos como estaban de unificar de nuevo España por un mandato divino. Mirad cómo se lamentaba del declive de la ciudad, el poeta cordobés Ibn Hazm, autor del famoso libro de poemas “El Collar de la Paloma”...

 

La ruina lo ha trastocado todo. 

La prosperidad se ha cambiado en estéril desierto,

la sociedad, en espantosa soledad; 

la belleza, en desparramados escombros;

la tranquilidad, en aterradoras encrucijadas. 

Ahora son asilo de los lobos,

juguete de los ogros, diversión de los genios, 

y cubil de las fieras.

La noche dejó caer su velo jurando que no acabaría, 

y lo ha cumplido.



Cuando decayó Córdoba y la España musulmana se dividió en multitud de pequeños estados (Taifas), el Reino de Sevilla cogió la delantera y se hizo el más grande de todos; a él pertenecería Fuente de Cantos y sus vecinos moros de entonces, y no al Reino de Badajoz, también potente pero fuera de nuestra demarcación..

Por cierto, que nadie piense que descendemos de aquellos moros de entonces; era norma en la Reconquista expulsar a todos los moros y repoblar a zona con gente cristiana del norte. Cuando cayó Sevilla en manos de Fernando III, tres o cuatro años después de Fuente de Cantos, no quedó ni una familia árabe en la ciudad..

Joaquín


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