En una noche clara
cuajada de besos
y luna llena te encontré
En una noche oscura
de silencios y amarguras
te perdí.
--Joaquín--
Decía Dolores Redondo, esa
estupenda escritora de novela negra “Morir, como nacer, no es
sencillo, puedes hacerlo solo, pero es mejor si tienes ayuda, si hay
alguien esperándote a los dos lados del camino”.
Para nacer en Fuente de
Cantos hace unas cuantas décadas ayuda familiar había, y mucha,
pero ayuda material muy poca. Sobre todo si tenias la mala suerte de
venir al mundo en el extrarradio. Para morir pasaba igual; más o
menos..
La suerte de un fuentecanteño que
naciera hace ocho o diez décadas dependía del barrio o calle en la
que viera la luz por primera vez. Si el suertudo bebé lo hacía en la calle
Martínez o en la de Hernán Cortés (aún no se llamaba Nicolás Megía),
posiblemente lo bautizaran sus adinerados padres sin prisas, a los
tres o cuatro meses de vida y con todo el boato posible. Y tal vez
poniéndole de nombre de pila uno compuesto y muy rimbombante.
Por el contrario,
si al infortunado neonato se le ocurriera asomar la cabeza en
cualquier casa de la calle Almena o San Blas, sus
empobrecidos padres lo llevarían raudo a bautizarlo, sin florituras
ni agasajos, no vaya a ser que muriera antes de cumplir las
tres semanas de vida. Por cierto, el nombre a ponerle, con Manuel o
Antonio iba que chutas..
De los 365 niños que nacieron en
1920 en el pueblo (mi abuelo ya era talludito entonces) la mayoría
de ellos negras perspectivas de felicidad tenían. Si acaso los 20 o
25 vástagos de los señoritos del centro llegarían a los setenta y
con la tripa llena. Ése mismo año hubo en el pueblo cinco partos de gemelos y
dos alumbramientos por parte de madres solteras. Claro, que según
estaba el panorama quizás éstas pobres dejaran a sus bebés en la
inclusa, cosa muy habitual, por otra parte..
Noventa bodas y 214 funerales
(perdón por hacer un símil de aquella conocida película) hubo ése
mencionado año en nuestro pueblo. De los fallecidos, tal vez
ciento y pico fueran niños, aquejados de sarampión o colitis. Las
bodas, todas celebradas en la parroquia y en los meses de
septiembre y octubre. Y es que entonces no miraban la disponibilidad de los
salones ni la pasta gansa a apoquinar; se atendía principalmente a la
sementera (en estos meses había más trabajo y los novios podían
darse algún gusto)..
Como en 1920 éramos un gran pueblo
además de un pueblo grande, el sector servicios ocupaba a mucha
gente, aunque la mayoría eran campesinos y jornaleros. Por eso
llegamos a tener dos fábricas de armas, siete barberías, seis herrerías, seis
hojalaterias, una fábrica de jabón, otra de aguardiente y hasta
una buena imprenta, ¡ah!, y tres casinos (con sus socios) por falta
de uno..
Al igual que ahora, en
aquellos años también éramos un pueblo muy tranquilo; lo demuestra
los escasos diez municipales al mando de un cabo que velaban por la
seguridad de nuestros abuelos. Y muy modernos para la época, porque
incluso teníamos una mujer de guardia municipal. Eso sí, no
creo que tramitaran mucho papeleo, puesto que la mayoría no sabia
leer ni escribir. Completaban la plantilla municipal: el director de
la cárcel, el telegrafista, el secretario del ayuntamiento, dos
escribientes y un barrendero. Como ven escasa plantilla. Nada ver con
la de ahora, claro..
En las páginas del cotilleo de la
época podríamos incluir dos noticias que ocurrieron en el pueblo en
aquellos días: una, la muerte de un poeta amateur, Máximo Rodríguez,
un campesino analfabeto, pero con unos dotes extraordinarios para
rimar palabras (vivía en la calle Carmelitas) y la otra Zelima, una guapa cupletista de 20 años,
también nacida en el pueblo y que murió asesinada en Fregenal por un fulano con dinero, enamorado. El luctuoso suceso fue noticia de portada en los
periódicos de la provincia..
En fin, cosas que ocurrían en
nuestro pueblo no hace mucho. Mientras tanto en Italia Mussolini
llegaba al poder, Irlanda se independizaba del Reino Unido, y James
Rickard descubre la insulina; en España Primo de Rivera se preparaba para su golpe de estado..
Joaquín