Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
--Luis Cernuda--
Con mirada lánguida, Abderramán se volvió hacia Azahara, auténtica dueña y señora de su vida, y acercando su cara a la de ella le susurró al oído:
--Déjame que te cuente, cariño, no puedo por más tiempo mantenerlo en secreto: las maravillas de esta ciudad causarán sensación en el mundo y en la historia. Su belleza será narrada por quienes la contemplen y su fama se extenderá por la tierra. Ni la propia Bagdad ni el mismísimo Templo de Salomón serán comparables
Haciendo un titánico esfuerzo por mantener los ojos abiertos, Azahara lo miraba devotamente enamorada, abandonada al inmenso amor que le tenía. Ni pestañeaba oyéndolo hablar. Cómo dejar de mirarlo, Dios, mío, dejar de quererle ahora, al final de sus días, si toda su vida se la había dedicado a él.
--Se llamará Medina-Azahara---prosiguió él---y todos sabrán que la hice para ti, que es tuya.
La esclava Azahara padecía una enfermedad incurable que la mantenía la mayor parte del día postrada y con los ojos cerrados. Ello le causaba a Abderramán una tristeza infinita, imposible de soportar.. Él sabía que las de esa noche serían las últimas palabras que ella oiría, por eso no dejaba de hablarle:
--Amor mío, tengo prisa por ver los almendros florecidos y que regocijen tu vista sus infinitas flores blancas de primavera, para así traerte la imagen de tus días de infancia de tu querida Granada.
Pero Azahara murió en sus brazos esa noche. No pudo ver acabada la ciudad que su poderoso y rico amante estaba construyendo para ella.
La muerte de Azahara ensombreció profundamente el ánimo de Abderramán. Para mitigar su pena se entregó en cuerpo y alma a la nueva ciudad, supervisando todos los detalles por pequeños que fueran.
Fue tanto el dolor que sufrió Abderramán III a raíz de la muerte de Azahara, que padeció, según sus médicos, “melancolía evolutiva” Era prácticamente incapaz de hablar sin llorar..
Estando en este apesadumbrado estado realizó un balance de su vida. Escribió en su diario:
"He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz. En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman ciento catorce, ni uno más ".
Joaquín
Que preciosa historia ...
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