Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
Decidme, la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura
cuando viene la vejez,
¿Cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
--Jorge Manrique--
--Lo has adivinado Joaquín, la terraza está llena, así que, me temo tardaremos mucho en comer---me auguró disgustada mi amiga---
Bebió un sorbo de cerveza, se subió las gafas y se repantingó en su silla. Casi anochecía ya, pero aún hacía calor. Tomábamos unas cervezas en la terraza de un bar del Paseo del Prado, frente al museo, en Madrid..
--¿Ves el museo ahí enfrente con sus grandes columnatas en la entrada y la estatua de Velázquez? Bien, pues que esté ahí se lo debemos a una mujer desgraciada---le dije yo por hablar de algo mientras esperábamos al camarero--
--¿Y cómo es eso?---se sorprendió ella--
--Mira---le dije dispuesto a complacerla---Tuvimos una vez un rey, quizás el peor que hemos tenido nunca, Fernando VII, seguro que algo sabrás de él; pues éste pájaro se casó en segundas nupcias con Isabel de Braganza, una chica portuguesa no muy agraciada físicamente. “Fea, pobre y portuguesa.. ¡chúpate esa!”, cantaba la gente de manera cruel---
---Jajaja, recuerdo haber oído ese estribillo---me interrumpió mi amiga---
--Sí, se hizo muy famoso---respondí---pues resulta que Fernando era un golfo de aúpa y maldito caso le hacia a la pobre, Isabel. Además se juntaba con un par de amiguetes tarambanas como él y menudas parrandas se corrían los tres.. De incognito salía de palacio por las noches y frecuentaba los tugurios más infectos de Madrid. Durante una temporada le dio por visitar el tugurio de Pepa “la malagueña”, una andaluza resalá y de preciosas hechuras---
Mientras le contaba esto se presentó el camarero y nos acercó la carta de los aperitivos. Pedimos unos calamares fritos, una ensalada para ella, y otras dos cervezas. En cuanto se fue proseguí.
---Como te iba diciendo, Isabel se enteró de las andanzas de su marido y de las juergas con la malagueña, así que, ¡inocente ella!, creyendo que al memo de Fernando le gustaban así las mujeres, una madrugada le esperó vestida con un traje de faralaes y un clavel en el moño, ¡pobrecilla!.. ¿Y sabes qué hizo el majadero?---
--No me lo digas que me lo imagino, Joaquín---se adelantó mi amiga--
--Pues eso, ni puto caso le hizo. Es más---le insistí---el mamón se descojonó de risa, con desprecio la apartó de la puerta y fue a contarle a sus amigotes la escena.. Imagínate el despanzurre de los tres a costa de la chiquilla, porque era una chiquilla.. Aunque la pobre Isabel tuvo que seguir aguantando las majaderías de este lelo sólo dos años más, porque murió a los 21 años, al parir a su segunda hija.
--¡Pobre mujer!, pero.. ¿y esto qué tiene que ver con el Museo del Prado?---me señaló cariacontecida y con razón, mi amiga-
--¡Ah, es verdad, perdona, me fui por los cerros de Úbeda!---le respondí riéndome---Isabel fue la que convenció al felón de Fernando, el rey, para que utilizara ese palacete como museo nacional---concluí---
Según terminaba la historia, vimos llegar al camarero con nuestras viandas. Fue colocar los platos encima de la mesa y empezamos hacer buena cuenta de ellas, teníamos un hambre atroz.
Joaquin
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