domingo, 26 de diciembre de 2021

Llorar por llorar..

                                                                                     


 


Venid, tristezas de pupila turbia,

venid, mis enlutadas,

las que viajáis por la infinita sombra,

donde está todo

lo que se ama.

Vosotras no engañáis; venid tristezas.

¡Oh mis criaturas blancas,

abandonadas por la madre impía

tan embustera,

de la esperanza!.

Venid y habladme de las cosas idas,

de las tumbas que callan,

de los muertos buenos y de ingratos vivos...

Voy con vosotras,

vamos a casa..

--M. Gutiérrez--



--Veo que te emocionas Isabel-- le dije a mi amiga mientras veíamos en la tele el final de la película, "Los puentes de Madison"-- -¿te brillan lo ojos o estás llorando?--

Indecisa estaba Francesca en la furgoneta sentada junto a su marido bajo una lluvia de justicia. Fuera esperaba Robert, su amante, expectante y ansiando que ella se bajara del auto y se fuera con él. No lo hizo y eso hizo llorar de emoción a mi amiga.

--Ya sabes Joaquín, que soy de lágrima fácil-- -me anunció ella son los ojos inundados-- -de todas maneras decía una cita que las lágrimas que hayas hecho derramar durante tu vida manarán de menos a la hora de tu muerte-- -concluyó--

--Es posible que nos lloren poco cuando nos vayamos al otro barrio, Isabel, pero, ¿A quién le importa una vez muerto cuánta gente vaya a nuestro entierro?-- --le repliqué yo-- -aún perdura en nuestro subconsciente la idea de que la muerte es poco menos que otra etapa más en la vida, sin darnos cuenta que es el final de ella; ¡anda coge esta servilleta y sécate los ojos!-- -le previne acercándole el papel--

--Gracias-- -me dijo ella--  --con la de cosas que hay por las que llorar y yo sufriendo por una tontería. El otro día leí no sé donde que quien no ha vertido lágrimas en la soledad no sabe cuáles son las lágrimas verdaderamente amargas. Lo decían por los viejos que mueren solos en sus casas en la soledad más absoluta-- afirmó ya más calmada--

--Pues ya que estamos en plan tristón, mira lo que decía Bécquer-- le rebatí yo poniéndome poético-- -"Y es cada lágrima un poema de ternura infinita", y él sabia llorar, Isabel, te lo aseguro; lo hizo y mucho, pero lo hacía, no con húmedas y escurridizas lágrimas de las que resbalan por las mejillas y empapan pañuelos, sino con poemas tristes y amargos que llegan al alma y provocan que muchos lloremos con él--

--¡Qué bonito!. Me encanta Bécquer. Fíjate dónde no llegará el arte de llorar, Joaquín que hay incluso quien lo aprende con gracia” Te recuerdo ese oficio tan “sui generis” de antaño como era el de las plañideras. Ovidio, el autor de la frase, tuvo que conocer muchas, no en vano Roma estaba cuajada de ellas. En España las hubo hasta principios de los sesenta, pero tú no llegaste a verla, ¡claro!, eres un niño todavía, jajaja-- -me soltó riendo--

--No te quejes, tú tampoco las abras conocido, Isabel, aquí la niña eres tú. Por cierto-- le advertí-- --decía el escritor Eduardo Marquina: manad dentro, lágrimas serenas. Aunque hoy en día no sería muy recomendable seguir éste consejo; no, porque lágrimas que no salen anegan el alma--

--Uy, qué bien te ha quedado eso, amigo-- --me interpeló-- -pero dejemos ya las lágrimas que tampoco es para tanto. Ya se me ha pasado el pequeño bajón, Joaquín.. Lo raro es que he visto la peli muchas veces y siempre acabo llorando en este pasaje, no puedo evitarlo-- -me dijo limpiándose dos lagrimillas rebeldes que aún osaban resbalar por sus mejillas-- Luego se levantó y se fue, no sin antes advertirme que se le  hacía ya muy tarde..

Joaquin Yerga




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