Dulce melodía de amor me inspira tu voz.
A sugerente aventura inducen tus labios.
Tus besos son pétalos de rosa en mi boca,
un sutil roce de seda, igual que posa la mariposa
en colorida flor sus delicadas alas.
Con ellos me ofreces un cielo donde aquietar
mi alma esa eternidad soñada..
--Joaquín--
¡Desde luego, qué pendejos son los tíos! Me refiero a los espermatozoides, que son unos pobres idiotas. Resulta que cuando son lanzados hacia un útero femenino parecen atontados, son malísimos nadadores y encima no tienen sentido de la orientación.
¿Que por qué digo esto? Fijaos, sin ayuda, los espermatozoides tardarían horas en llegar al útero. De ahí que la eyaculación masculina constituya un esfuerzo tan vigoroso. Lo que para el hombre es una explosión de placer, en realidad es como un lanzamiento de un cohete que ayuda a la cápsula espacial cargada con ellos a atravesar esa atmósfera llamada zona pelúcida y esparcirlos por el útero.
Los espermatozoides entran en el útero despistados. De hecho la mayoría fracasa en su intento de emparejarse con un óvulo. Y eso que éste es 100 veces más grande que ellos. Eso sí, si uno lo hace se abrazan los dos (óvulo y espermatozoide) y activan una especie de barrera eléctrica a su alrededor para impedir el paso a otro espermatozoide.
Y qué torpeza tan extraña les otorga la naturaleza para que necesitemos tantos espermatozoides (150 millones) cuando sólo uno llega a su destino. No obstante, si todo va bien en el plazo de una semana el cigoto (ADN del espermatozoide + ADN del óvulo) habrá producido unas diez células conocidas como células madre.
Estas células madres son uno de los milagros de la biología. Ellas determinan la naturaleza y la organización de los miles de millones de células que transformarán una pequeña bolita (llena de posibilidades) en un pequeño bebé llorón al cabo de unos nueve meses..
En fin. Lo acabo de leer
Joaquín
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