Nunca la duda el corazón te enfríe;
marchita su ilusión quien la razona.
No escudriñes el bien; goza y sonríe.
No te asombres del mal; ama y perdona.
Huye de ese mortal desasosiego
que interroga a las sombras del destino.
La vida es ciega y el amor es ciego,
pero nunca equivocan el camino.
Ámalo todo, bebe de las rosas
como la abeja, el zumo y la dulzura,
entrégate a las gracias de las cosas:
la vida como el arte, es la ternura.
--Ricardo León--
Morimos cuando deberíamos empezar a vivir, decía el gran escritor aragonés Baltasar Gracián.
Es triste irse de este mundo cuando hemos logrado aprender, saber e iluminar nuestro cerebro y espíritu. Pero no hemos de tenerle miedo a la muerte..
Los epicúreos y estoicos, esas dos filosofías tan apreciadas de la época clásica, hablaban del miedo a la muerte de una manera curiosa pero certera. Decían, más o menos...
–Nada somos y nada sentimos; antes de llegar aún estamos vivos, y cuando llega ya estamos muertos, por lo tanto nada sentimos.
Pero un poquito de trampa y retórica si que hay en estas palabras. En realidad de todo lo que rodea a la muerte, le tenemos pánico a los atroces dolores y angustia que suelen precederla, y sobre todo porque al apagarse para siempre nuestra conciencia terrena muere para nosotros todo lo que amamos: la familia, los amigos, bienes, patria etc. etc.
En la muerte y en todos los dolores más sagrados y profundos de la vida hay un no sé qué de egoísmo desconsolador. Al llorar a un ser querido muerto ¿no nos lloramos un poco a nosotros mismos?.
Diríamos que es como si nos amputara un brazo, o nos arrancáramos una víscera.. Schopenhauer aseguraba que el viejo se pasea tembloroso o reposa en un rincón, no siendo sino sombra o fantasma de su ser pasado. Cuando viene la muerte ¿Qué le queda por matar?.
Supongo que es sano no meditar de continuo sobre la muerte. De ella opinaba nuestro primer premio nobel de medicina, Santiago Ramón y Cajal..
--“Haciéndola blanco perpetuo de nuestro cariño acaba, como la mujer amada, por enamorarse de nosotros”.
Pero lo más desesperante de la muerte es su eternidad. Todo en este mundo es pasajero y efímero menos ella. Constituye, pues, la única, la profunda, la inexorable realidad.
Quizás por eso no la mentamos demasiado..
Joaquín
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