sábado, 2 de octubre de 2021

Su vida entre dos mujeres

                                                                                   


Aquellas manos de la esposa ausente,

blancas palomas, tibias de ternura,

que saben reducir mi calentura

sólo con reposar sobre mi frente.

¡Ay!, qué lejos estoy del diligente,

suave contacto que mitiga y cura

y en estas largas noches de tortura

cómo os llamé desesperadamente...

--Arturo C. De la Vega--



Muchos años despues, viejo y enfermo y a punto de morir, sus pasos le llevaron hasta la lejana tumba donde yacía ella. De pie frente al frio mármol quedó pensando en la mujer allí sepultada, su amada, cuya belleza y carácter había dominado su vida.

Su loca juventud había sido borrada por la rectitud de su vida posterior, pero de todo se olvidó en aquellos instantes; sus recuerdos estaban ahora con la única mujer que había amado, ¡cómo olvidarla!.

Era primavera y en este mismo camino que lo lleva a sus tierras se le murió.. ¡Oh, Raquel, su amada Raquel!. Aquí, junto a esta ermita y con todo el dolor de su corazón la enterró... pero, ¡hace ya tanto tiempo de eso!.

Su memoria, caprichosa, le retrotrae mucho más atrás..

Raquel y Rebeca habían sido las dos mujeres de su vida. A las dos amó más que a nada en el mundo.. 

Rebeca fue su madre. Ella le marcó la vida. Tanto le influyó que algunos dijeron que posiblemente padeciera con ella el complejo de Edipo. Rebeca era fuerte, decidida, soberbia. Mientras vivió sólo fue un títere en sus manos al albur de sus caprichos.. Lo de Raquel, su amada, fue pura elección suya. 

Aún era joven, apenas un muchacho imberbe cuando fue en busca de Raquel. Le habían hablado muy bien de ella. Y acertaron, era bellísima, la mujer más hermosa que jamás vio. Vivía con su padre y su hermana mayor no muy lejos de su casa..

Pero su futuro suegro se la jugó. Le había prometido que debía trabajar siete años en sus tierras si quería casarse con su hija, Raquel. Y lo hizo; trabajó duro, pero le engañó, ¡oh, sí, le engañó!. Cuando humildemente fue a reclamarle su promesa, le contestó:

--Lo siento, hijo--le dijo----creo que has entendido mal. Antes de desposarte con Raquel debes hacerlo con Lía, mi hija mayor. Nuestras costumbres están claras, primero debe casarse la mayor.

Se hundió en la miseria después de aquello. A esas alturas ya estaba muy enamorado de Raquel. Pero cedió, ¡qué remedio!, se desposó con Lía.. Y eso que Lía era feísima, la pobre.. Y todavía le anunció algo peor:

--Escucha---reiteró el padre---para que te puedas casar con Raquel tienes que trabajar otros siete años para mi.. Es lo convenido.

Imaginaos qué palo.. catorce años de su vida trabajando para el malvado de su suegro para poder, por fin, llevarse a Raquel..

Y lo volvió hacer, trabajó.. Pasados esos años cogió sus bártulos y a las dos hermanas y se fue de allí. 

Con el poco dinero ahorrado se compró unas tierras y ganado, y les fueron bien las cosas, a qué negarlo.. Prosperó y tuvieron muchos hijos..

Y esa fue su vida. Hubo sus más y sus menos en la familia, ¡claro!, como en todas las casas del mundo. Quizás lo que más le duela de todo es que ahora, ya viejo y decrépito, delante de la tumba misma de Raquel se haya dado cuenta de una cosa, ¡que ella nunca le quiso!.. al menos de la manera que él la amó..

¡Qué curioso!, Lía, su cuñada, siempre estuvo loca por él mientras él lo estaba por su hermana. Paradojas de la vida, los tres sufrieron en ese cruce raro de amores.. Pero eso no le impedía ahora derramar, quizás, las últimas lágrimas por Raquel... ¡la mujer que más quiso en el mundo!. 

Por cierto, el tipo este, viejo y cansado, antaño amante de dos hermanas, se llama Jacob.

Joaquín






No hay comentarios:

Publicar un comentario