sábado, 19 de junio de 2021

Para Laura..

                                                                              



Aquí terminé mi amoroso canto

seca la fuente está de mi alegría,

mi lira yace convertida en llanto.

--Petrarca--


Era Viernes Santo y quiso aprovechar la mañana ..

-- Seguro que habrá menos gente y tendré sitio conde rezar --pensó Francesco, confiado-- Y entró en la iglesia de Santa Clara. Era 6 de abril,

Acertó, apenas unas cuantas mujeres enlutadas, repartidas por el templo, vieron sus ojos al cruzar el gran portalón de la Iglesia. Se arrodilló en el primer banco que vio vacío y se dispuso a rezar unos padres nuestros. Solía pedirle al Cristo Crucificado por el bienestar de los suyos..

Así se mantuvo un buen rato, con la cabeza gacha y ensimismado en sus cosas. Terminó sus plegarias y levantó la cabeza, luego se incorporó y miró a su su izquierda, ¡y entonces la vio!..

Era Laura, su nombre lo supo despues.. Bella como una virgen, esbelta como el tallo de una rosa, delicada como la misma flor. Y todo cambió para él. Ya nada sería igual. El antes y el despues trazó una frontera en su vida.

Y le habló... le dijo.. ¡Buenos días!. Ella sonrió. Sus dientes de nácar, sus labios carnosos y sus ojos del color de un mar de coral, se confabularon para acabar de enloquecer a Francesco. ¡El corazón le saltaba, las manos le sudaban!. Desde luego su vida fue ya otra cosa..

Esa mañana poco en claro sacó de ella, además de obnubilarle los sentidos. Laura le devolvió los "buenos días" y con un leve aleteo de sus largas pestañas le dio la espalda y salió al pasillo buscando de la puerta. Él la siguió con la mirada hasta el infinito, y la perdió de vista... de momento..

Francesco hizo sus pesquisas, buscó, averiguó.. preguntó por ella, y la encontró... Y quiso seducirla, conquistarla, enamorarla, pero ella no quiso; resulta que estaba casada y se debía a su marido. Francesco, desesperado, abandonó la ciudad para no verla, para no sufrir, pero la llevaba ya tan metida tan dentro de su corazón que no había manera de sacarla de su pensamiento. 

Y le hablaba constantemente. Sí, le hablaba, sólo que a través de los versos de amor más hermosos jamás escritos..

Pero fue el suyo un amor espiritual, puro; jamás llegó a besarla ni a tocarla siquiera. El que Francesco Petrarca tuvo por Laura de Novés, sin duda, es el paradigma por antonomasia del amor platónico. Y le dedicó las más sublimes poesías de amor de la historia. Y así hasta la muerte de ella, en la que todo tornó a sombrío..

Por cierto, Laura acabó teniendo once hijos con su marido, murió de peste a los 38 años..

Joaquin

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