Me rebelo a morir, pero es preciso...
¡El triste vive y el dichoso muere!
¡Cuando quise morir, Dios no lo quiso,
hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!
--Campoamor--
Es curioso, la cantidad de personajes principales y famosos, o los hijos de estos que alguna vez se han pasado por Fuente de Cantos. Lo que demuestra que siempre hemos sido alguien en el pasado..
A principios del siglo XVI visitó el pueblo, Luis Manrique, el hijo del famoso poeta Jorge Manrique, el de las “Coplas a la muerte de mi padre”. Vino a hacer un inventario eclesiástico. Él fue el que recomendó comprar una casa en la calle Llerena que sirviera como sede de la encomienda y recaudadora de impuestos. Poco más tarde pasó por aquí, Hernando Colón, el hijo de Cristóbal Colón
Hernando Colón, (está enterrado en la catedral de Sevilla) había viajado ya a América con su padre en el cuarto viaje con sólo 14 años. Contaba su padre lo que sufrió viendo las calamidades que pasaban todos, incluido su hijo de tan corta edad. Más tarde, y ya con 21 años, volvió a viajar al nuevo continente son su hermano Diego, que llegó a ser virrey.
Hernando Colón escribió un libro titulado “Itinerarios”, en el que habla de gran parte de los pueblos de España y de sus gentes, era un afamado cosmógrafo. Por cierto, aquí se hospedó, y escribió que en 1517 Fuente de Cantos tenía unos 5.000 habitantes (más que ahora) toda una proeza para la época. Sin duda ya éramos uno de los pueblos más importantes de la zona sur de Extremadura..
Disponía entonces el pueblo unas 40.000 fanegas de tierra (250 km²) de las que un tercio era de común aprovechamiento con las cinco villas hermanas (Monesterio, Montemolín, Medina, Fuente de Cantos y Calzadilla) Todos pertenecían al partido judicial de Llerena.
Manda narices, éramos más vecinos que Llerena y sin embargo esta era la capital judicial y administrativa de la zona.. En fin, nunca hemos tenido suerte en esto, ahora lo es Zafra..
Joaquin
Recuerde
el alma dormida,
avive
el seso y despierte
contemplando,
cómo
se passa la vida,
cómo
se viene la muerte
tan
callando;
cuán
presto se va el plazer,
cómo,
después de acordado,
da
dolor;
cómo,
a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado
fue
mejor.
Pues
si vemos lo presente
cómo
en un punto s'es ido
e
acabado,
si
juzgamos sabiamente,
daremos
lo non venido
por
passado.
Non
se engañe nadi, no,
pensando
que ha de durar
lo
que espera
más
que duró lo que vio,
pues
que todo ha de passar
por
tal manera.
Nuestras
vidas son los ríos
que
van a dar en la mar,
qu'es
el morir;
allí
van los señoríos
derechos
a se acabar
e
consumir;
allí
los ríos caudales,
allí
los otros medianos
e
más chicos,
allegados,
son iguales
los
que viven por sus manos
e
los ricos.
Decidme:
La hermosura,
la
gentil frescura y tez
de
la cara,
la
color y la blancura,
cuando
viene la vejez,
¿cuál
se para?
Las
mañas y ligereza
y
la fuerza corporal
de
juventud,
todo
se torna graveza
cuando
llega el arrabal
de
senectud.
--Jorge Manrique--
calle Llerena
plaza de Santa Teresa
Magallanes (entre Olmo y Fontanilla)
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