Te digo
adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá
no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No
sé si me quisiste... No sé si te quería...
O
tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Me
queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y
el corazón me dice que no te olvidaré;
pero,
al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal
vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te
digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi
más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero
te digo adiós, para toda la vida,
aunque
toda la vida siga pensando en ti.
--José Ángel Buesa--
Decirlo así de sopetón suena extraordinario, pero hasta 182 presos al año entraban y salían en nuestra cárcel, y no me refiero a los prolegómenos de la Guerra Civil, tampoco al epílogo, hablo de presos comunes.
Como sabéis, en la calle Olmo estaba la cárcel, donde antes hubo un convento de concepcionistas y actualmente la Casa de Cultura. Ahora no tenemos ni cárcel ni cuartelillo, lo que no quiere decir que alguno no se merezca pasar unos días a la "sombra"..
Conste que todos los supuestos “delincuentes” eran gente del pueblo. Algunos de ellos perfectamente podría haber sido mi abuelo, o vuestros abuelos. Decía Felipe Lorenzana, nuestro historiador de cabecera, que la pobreza y la miseria de la mayoría de nuestros antepasados hacía fomentar los delitos.
Mirad qué rutina tenían con los presos: los median, los pesaban y se les tomaban los datos personales al ingresar en el trullo. Y sabemos, por ejemplo, que nuestros antepasados entraban en la cárcel principalmente por hurto, seguido por el de estafa, amenazas, disparos o intentos de homicidios.
Da pena conocer los detalles de los delitos que cometían nuestros abuelos más granujillas. El principal delito perpetrado era robar bellotas, ¡ya veis!. Dos días de cárcel y 5 pesetas de multa era el castigo.. Le seguía robar cochinos ¡qué hambre pasarían los pobres!, y luego mangar aceitunas. Hoy las vemos tiradas en el campo y pasamos de ellas..
El fuentecanteño medio que cometía un delito y acababa en el calabozo se correspondía con: varón de 32 años, casado y con tres hijos. Os podéis imaginar en aquellos años de penuria, ¡qué podían hacer los pobres para alimentar a su numerosa prole, es decir, a nuestros padres y madres!.
Las mujeres suponían el 20% de los presos. Una de ellas con ocho hijos pasó dos veces por la trena en 1917.. ¡ocho churumbeles!.. Hoy le haríamos un monumento a la pobre.
Por cierto, la talla media de los jóvenes que entraban en la cárcel era de 1,63 metros para los hombres y 1,54 metros las muchachas, lo que significa que nuestros abuelos y abuelas eran más bajitas que nosotros, sus nietos, pero más valientes, desde luego..
En fin..
Joaquín
a la izda. entrada a la antigua cárcel, hoy Casa de Cultura. Imaginaos el hacinamiento con 180 presos ahí apretujados.
al fondo, traseras y patio de la antigua cárcel
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