A mis amigos les adeudo la ternura
y las palabras de aliento y el abrazo,
el compartir con todos ellos la factura
que nos presenta la vida paso a paso.
A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme mis espinas más agudas,
los arrebatos del humor, la negligencia
las vanidades, los temores y las dudas.
--Alberto Cortez--
Imaginaos a dos tipos de Fuente de Cantos, amigos desde niños.
Esos dos tipos, de la misma quinta, coinciden en la Mili; ambos son enviados al mismo destino, Melilla. Allí añoran, sufren, se hacen fotos juntos.. ¿Qué casualidad, no?..
Los dos tipos de los que hablo se licencian del Servicio Militar, regresan al pueblo y afianzan sus respectivos noviazgos; ambos conocían a sus compañeras de antes. El licenciarse de la mili no les hace otra cosa, sino sentar las cabezas y casarse con ellas..
Pasan los años y crean sus familias. Llegan los hijos. Ellos mantienen su amistad. Pero el destino, caprichoso, les hace separarse por primera vez. Uno de ellos se va a Barcelona a trabajar. Son los años sesenta, los años de la emigración masiva.
El emigrado lleva ausentado del pueblo año y medio, sin embargo ¡eureka!, al que se queda en el pueblo le sale un trabajo en la gasolinera pero, curiosamente necesitan a otro compañero para completar las veinticuatro horas de servicio, y claro...
No se lo piensa dos veces, llama a su amigo a Barcelona y le anima a volver a Fuente de Cantos y trabajar juntos en la nueva estación de servicio recién reformada. Dicho y hecho, el emigrado regresa y, encantado, se emplea también junto a su amigo.
Y pasan los años, más de veinticinco, y trabajan duro día y noche, y sufren, y disfrutan, y viven, y... inevitablemente un problema de salud irrumpe en sus vidas, tras dos años difíciles de problemas físicos, uno de ellos muere. El otro no tarda demasiado en seguirle los pasos..
Curiosamente, los dos están sepultados en dos nichos situados uno encima del otro, o uno debajo del otro si lo prefieren.. Y no creáis que todo está pensado con la loable intención de no separarlor, ¡nada de eso!, a sus muertes, de cada uno de ellos se hizo cargo su propia familia, independientemente, como es lógico..
Es un caso emocionante, el destino quiso que siguieran juntos para la eternidad. Y, creedme, no es fácil coincidir en nuestro cementerio; lo sabéis, son miles de nichos y docenas de pabellones los que atestan el camposanto..
Por cierto, uno de los dos amigos era mi padre, el otro Adolfo Álvarez, su compañero de vida, y de muerte....
Joaquín
Mi padre
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