La perspectiva de su muerte había despertado
siempre en mí un pánico tal, que en estos
dos lustros, yo, que a pesar de todo he
permanecido espiritualista; yo, que desligado
de fórmulas y recetas religiosas he amado
a Dios ya Cristo en espíritu y en verdad,
casi no tuve en la mente más que esta
oración, vuelta ya a modo de jaculatoria:
«¡Señor, haz que muera yo antes que ella!».
--Amado Nervo--
¿No os llama la atención la desolación forestal de Fuente de Cantos? ¿Nunca habéis pensado del porqué de ese gran contraste de paisajes a contemplar en nuestro entorno si viajamos, por ejemplo, de norte a sur o de sur a norte por la autovía A66 (antigua N-630) camino del pueblo?.. Fijaos..
Sí nos desplazamos desde Sevilla veremos, nada más salir de la capital andaluza, encinas y alcornoques por doquier, a derecha e izquierda, bella perspectiva que acaba justo al pasar Monesterio y adentrarnos en el término de Fuente de Cantos, donde sólo pastos y cultivos de secano ven nuestros ojos, ni un árbol en lontananza. Eso sí, una vez pasada nuestra yerma jurisdicción y perder de vista a Calzadilla, volvemos a la tierra verde de olivos y vides hasta los confines de la provincia.
Siempre pensé que semejante deforestación justo en nuestro término obedecía a un mejor aprovechamiento de la tierra, sólo óptima para trigo y cebada, pero hay algo más.. Sí, y viene de muy atrás.. Os cuento..
Fuente de Cantos perteneció en su día a la mancomunidad llamada las “cinco villas hermanas”, junto a Montemolín, Monesterio, Medina de las Torres y Calzadilla, y juntas se repartían y disfrutaban de un alfoz bastante amplio, pero desigualmente repartido..
Mirad: de las cinco villas, Fuente de Cantos fue, con diferencia, la que más rápidamente creció. Colonos llegados de otras partes se asentaron en el pueblo y lo hicieron el más grande de la zona; tanto llegó a crecer que sus habitantes (nuestros antepasados) necesitados de madera para aperos agrícolas y material para la construcción de sus casas, no tuvieron más remedio que talar las encinas que entonces poblaban con profusión nuestros alrededores..
Claro, que una vez deforestado nuestro término aún necesitábamos más, ¡éramos tantos!, y nos metimos, hacha en mano, en zonas vecinas como en Gallicanta, dehesa vecinal de Montemolín y, ¡claro!, estos se cabrearon, y rebelaron..
Y sí, hubo guerra entre los dos pueblos. No guerra abierta, por supuesto, pero sí llegó a correr algo de sangre.. En fin, como veis hemos tenido antepasados combativos, pero es verdad que la necesidad obligaba...
Joaquin
Carretera
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