Yo nada sabía de besos ni de amores..
Anduve de flor en flor mendigando caricias.
Incluso creí haber encontrado lo que buscaba.
Y era dichoso a mi manera..
Pero apareciste tú y ya nada fue igual.
Ahora sé mucho de besos y de amores, y de celos..
¡Curiosamente, soy el tipo más insatisfechamente
feliz del mundo!. ¿Era esto el amor?..
--Joaquin--
En 1937, cuando el joven francés Angelo Hays tenía 19 años, tuvo un accidente de moto, chocó contra un muro de cemento. El impacto fue brutal, el chaval quedó con la cara desfigurada; sufrió un traumatismo craneal que le produjo la muerte inmediata.. O por lo menos eso parecía...
Al lugar del accidente llegaron los servicios de urgencias y no le encontraron pulso; lo dieron por muerto definitivamente. A la familia le aconsejaron no verlo dado el estado en el que quedó su rostro. Fue enterrado y llorado amargamente..
Habían pasado dos días desde el desgraciado suceso, la compañía de seguros, obligada a pagar un pastón a la familia, decide enviar un perito al cementerio y comprobar que, efectivamente, allí está muerto y sepultado el joven Angelo... pero...
¡Horror, el perito se percata de que el muerto respira!!.. Es verdad que tiene los ojos cerrados y parece muerto, pero ¡¡respira!!.. Acuden raudo al camposanto familia y autoridades. Sacan el ataúd del nicho, vuelven a abrid la tapa y comprueban al muerto..
--¡Dios santo, está vivo! --dice su padre--
--¡Pero en estado de coma! --responde el forense--..
La familia, repuesta ya de schock, permanece junto a la cama de Angelo en el hospital donde fue llevado. El joven sale del coma y se repone totalmente, pero la espeluznante experiencia le marcó para siempre. A partir de ahí cambió su vida. Vivió a costa de su macabra historia.
Y sí, Angelo murió real y definitivamente a finales de los años setenta. Había llegado a inventar un ataúd con campanillas para evitar casos como el suyo, y lo patentó. Lo compra gente que padece tafafobia, (miedo a ser enterrado vivo).
Por cierto, no recuerdo yo algo parecido en Fuente de Cantos, ¡y mira que de niño los alrededores del cementerio era el lugar de nuestras correrás!. Claro, que si alguna vez hubiera oído algún ruido raro, sobre todo al anochecer, (que muchas veces nos pillaba por las cercanías) me muero del susto..
Lo qué si oí alguna vez es el caso de una señora del pueblo que guardaba su ataúd en el doblado de su casa; ignoro con qué macabro objeto. Comprenderéis que no de nombres.. Pero este es un caso diferente; desde luego se trata de gente práctica y poco medrosa con la muerte.
Pasa lo mismo con el que reserva con mucha antelación su nicho o sepultura para cuando "le llame Dios a su vera"; también conozco un par de casos en Fuente de Cantos. Yo desde luego no lo haría.. Prefiero no ver la casa donde pasaré el resto de mi muerte, aunque conozca de sobre la urbanización a la que pertenece.. En fin..
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario