Caminante, son tus huellas
el
camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino
al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista
atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a
pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
--A. Machado--
En 1977 y en Marsella, Francia, fue la última vez que la terrible hoja de la guillotina segó de un tajo la cabeza de un condenado. Pero la historia de este macabro artilugio había empezado justo doscientos años antes..
En 1789 en plena Revolución Francesa, origen de toda igualdad social, el diputado Ignace Guillotín propuso idear un artefacto que igualara en la muerte por ajusticiamiento a todos los franceses (antes de esto los ricos morían de una manera y los pobres de otra), pero fue el cirujano Antoine Luis el que diseñó la guillotina tal como la conocemos.
Durante la Revolución Francesa, y sobre todo en los llamados Años del Terror, pusieron su cuello a la disposición de la guillotina, nada menos que, unos 35.000 personas de toda índole y condición.. Y hasta el mismísimo Robespierre, el más radical revolucionario, acabó en ella..
La guillotina consistía en una hoja oblicua de acero, coronada por un peso de 60 kg. que caía a velocidad de vértigo desde 3 metros de altura. La caída era frenada por el cuello de la víctima, sujeto a un cepo. La cabeza iba a una bolsa de cuero y el cuerpo a un cesto de mimbre..
En fin, desde luego yo prefiero la guillotina a la cámara de gas o a la silla eléctrica, digamos que es más sanguinaria pero instantánea, que es lo mejor en estos casos..
Joaquin..
No hay comentarios:
Publicar un comentario