A
veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se
perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre
se juntaban nuestras bocas.
Los míos murmuraban: ¡Me
provocas!
Los tuyos: ¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque
siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.
--Manuel Ugarte--
Ya lo decía Einstein: sabido es que el tiempo es muy relativo. No dura igual según sean las circunstancias. De niños, decimos: “Tengo un año más, qué alegría”. De viejos pensamos: “Un año menos, qué pena”.. Ni que decir tiene que pasados los sesenta el tiempo corre que se las pela.
En su lecho de muerte se quejaba Menéndez Pelayo, el famoso filólogo y escritor cántabro, de la pena que le daba morirse con todo lo que le quedaba por leer. Hay que hacer notar su enorme biblioteca..
Dicen que, según nuestras aptitudes, de viejos es como si retornáramos a la infancia, por muchos motivos. Los primeros sentidos que desarrollamos de niño, que son el gusto, el olfato y el tacto, son justos los únicos que conservamos en la extrema senectud.
Por el contrario los sentidos del lujo, es decir, el oído y la vista, que son los últimos en completarse, son los primeros que nos abandonan al primer chocheo.
En fin, paciencia, chic@s, aún somos jóvenes..
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario