viernes, 27 de noviembre de 2020

La Torre de Fuente de Cantos.




Cuando en sesiones dulces y calladas
hago comparecer a los recuerdos,
suspiro por lo mucho que he deseado
y lloro el bello tiempo que he perdido,

La aridez de los ojos se me inunda
por los que envuelve la infinita noche
y renuevo el plañir de amores muertos
y gimo por imágenes borradas.
--Shakespeare--



Supongo que a todos vosotros, igual que a mi, os encanta saber cosas de nuestro querido Fuente de Cantos. Sí, porque de sabios y juiciosos es querer conocer los entresijos del pueblo que nos vio nacer. Mas que nada porque así, cada vez que pasemos, entremos o miremos cualquier lugar, calle o edificio, ya sabremos a qué atenernos. Apuesto que después observaremos todo con ojos más condescendientes. Mirad qué cosas más curiosas os voy a contar...

¿Sabíais que a Fuente de Cantos le llamaban en alguna época pasada “el pueblo de las espadañas”? Claro que, os podéis hacer una ligera idea del porqué de éste apelativo tan descriptivo. Conste que en otros ambientes, digamos más mundanos, también se nos conocía como “el pueblo de las grandes casas”. Tampoco hay que devanarse mucho los sesos para saber de ése mote; con darse una vueltecita por la calles, Martínez, Llerena o Misericordia saldríamos de dudas rápidamente.

Cierto, nuestro pueblo ha sido en el pasado un pelín místico, religioso, quizás algo más que los pueblos vecinos. Lo corrobora la multitud de iglesias, conventos y ermitas que hemos tenido a lo largo de nuestra ya dilatada historia. Pero sin duda, y en esto estarán conmigo, es nuestra Parroquia, la joya de nuestra corona.

Sin embargo mal empezó la cosa con nuestro más querido templo, su constructor, el conquense, José Gómez, acabó en la cárcel del pueblo acusado de diversos delitos administrativos. Éste Pepe Gómez fue el que lo terminó e inauguró, en 1748, pero el que empezó su construcción fue el maestro de Segura de León, Domingo Martín, que tuvo que dejar las obras a los tres años de comenzarlas por culpa de la edad, era ya muy mayor.

Cuarenta y un años duraron las obras de nuestra pequeña catedral. Y se hizo en el lugar donde ya existía otra pequeña iglesia (en ella se bautizó Zurbarán). De hecho, se aprovecharon algunas pilastras y paredes. El retablo, magnifico, se acabó en 1766, costó 38.000 reales y lo ejecutó en Sevilla el escultor y ensamblador sevillano Manuel García de Santiago; hoy está considerado uno de los más sobresalientes de la provincia de Badajoz. 

Y sí, nuestra parroquia estuvo así, tal cual, sin Torre, durante treinta años; hasta que, exactamente el 30 de septiembre de 1777 (tiempos de la ilustración y de Carlos III) se puso la primera piedra de ella.

Aquel 30 de septiembre, a los pies de la Iglesia, el maestro de obras y arquitecto de la Real Academia de San Fernando de Madrid, Don Manuel de Vera, presenta los planos del que sería nuestro símbolo patrio por excelencia, nuestra Torre. Se termina en 1795, poco antes de la Guerra de la Independencia. Dieciocho añitos duró su construcción. Qué pena que entonces aún no estuviera inventada la cámara de fotos para haberla visto a medio hacer, sería un puntazo. 

Por cierto, el mismo arquitecto que nos hizo la Parroquia, José Gómez, hizo también la de Llerena, ambas están dedicadas a Nuestra Señora de la Granada y ambas tienen muchas similitudes, ahora se comprende..

Joaquín




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