Tengo tanto que decirte, tanto que proponerte..
Pero sólo en el silencio de mi soledad me atrevo.
Si una fresca mañana de lluvia pudiéramos
tú y yo, sentados en un café frente a frente,
sabrías del amor como nunca te contaron.
Si me hicieras un hueco en la arena,
a tu lado, una cálida tarde de verano
cuando en el cielo el Sol da paso a las estrellas,
comprenderías por qué te quiero...
--Joaquín--
Tuvimos una vez en Fuente de Cantos un señorito de postín. Sí, de los de antes, fino, elegante, con mucho dinero, y tal vez un Don Juan para las damas.. Se cuenta que en su juventud era un bohemio redomado, un bon vivant empedernido; guapo, refinado y muy culto. En sus mejores años le gustaba viajar por toda Europa frecuentando clubes, teatros y salones de baile de París o Viena..
Era de esperar que a un tipo así el pueblo le quedara pequeño porque, aunque grande en tamaño, había un atraso descomunal, como en la mayoría de los pueblos de España entonces. Así que, visto lo visto, nuestro dandi fuentecanteño consideró que fuera Sevilla el destino preferido de sus escapadas culturales y gamberras.
Un día de 1890, con poco más de 30 años, nuestro presumido paisano se hizo socio del Ateneo de aquella ciudad, y se codearía con Federico García Lorca, Rafael Alberti o Jorge Gillén, por nombrar sólo algunos de los más conocidos que también eran socios de tan selecto club. Más adelante, entrado ya el siglo XX, allí mismo conoció y se hizo amigo de Aníbal González, el famoso arquitecto de la Plaza de España.
Pero remontémonos unas décadas atrás. Felipe Márquez Tejada, que éste es el tipo del que hablo, era hijo de un acaudalado propietario rustico de Montemolin, Felipe Márquez García y de una riquísima señora fuentecanteña, Elena Tejada Ramírez, que llegaron a tener siete hijos, entre ellos al benjamín, Felipe.
Cuando Felipe se hizo un poco mayor y sentó la cabeza, conoció y se casó con la rica heredera Rosario López, hija a su vez del terrateniente Guillermo López, otro potentado, y se fueron a vivir a una casa grande (entonces no tan grande) que su padre había comprado en la Plaza de Zurbarán (Altozano). Como ven, entre ricos anda el juego.
Como Felipe conocía del Ateneo el buen hacer del arquitecto Aníbal González, le pidió que le reformara la casa a su estilo, el regional sevillano. Y así se hizo, Aníbal le propuso subir una planta para alojar al personal de servicio y transformar la fachada, y en mitad de ella colocar una hornacina con la Virgen de la Esperanza, El resultado es la magnifica casa que señorea nuestro Altozano y que le da el empaque que todos conocemos..
Por cierto, Felipe Márquez Tejada y otros ricos propietarios extremeños, socios todos del Ateneo de Sevilla, convencieron a la dirección para homenajear a Zurbarán que, aunque fuentecanteño, había desarrollado su vida en la capital andaluza. Para ello encargaron al escultor Aurelio Cabrera una estatua del pintor. Al final se hicieron tres replicas idénticas: una está en Sevilla (Plaza de Pilatos), otra en Badajoz (Plaza de Cervantes) y la otra en Fuente de Cantos (Parque de Zurbarán). Felipe donó de su bolsillo 500 pesetas, de las de entonces, para la nuestra, que era la suya, claro..
La estatua de Zurbarán permaneció unos años en el patio de la casa particular de Felipe Márquez Tejada y su esposa. Cuando murió Felipe, su mujer la donó al pueblo en 1939, y la colocaron en el Altonzano. Pero, hete aquí que hicieron el monumento del Sagrado Corazón y la estatua la relegaron al parque de la carretera, donde aun sigue y donde, por cierto, tan buenos ratos hemos echado a su vera, “pelando la pava”, los adolescentes de mis tiempos.
El matrimonio Felipe Marquez Tejada y su mujer, Rosario López (riquísima) no tuvieron descendencia. Si entráis en el cementerio y miráis a la derecha veréis su magnifico panteón de mármol blanco. Allí reposa el sueño eterno éste fuentecanteño, el más cosmopolita de su época..
Joaquín
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