Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde.
Como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos;
envejecer, morir, era tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
--Gil de Biedma--
Qué curioso, cuando yo era un chiquillo, allá por mi calle Gravina, en Fuente de Cantos, veía a los mayores que yo (aunque sólo lo fueran unos años) casi viejos. Arrepentido ahora, compruebo con satisfacción que uno nunca llega a sentirse viejo. Aquella errónea percepción no era más que una equivocada omnipotencia de la juventud.
Juventud, ¡Oh, juventud, divino tesoro!, que diría Rubén Darío. Mirad lo que os digo: estoy convencido de que todos llevamos dentro el joven que siempre fuimos y que, por suerte, nunca abandonamos del todo. Formamos nuestro carácter en la niñez, y eso, con algunos matices, es para toda la vida.
La vida ¡Ay, la vida!.. Podrán cambiar las circunstancias, el entorno, las personas que nos rodean o los bienes que poseemos, pero la raíz de nosotros mismos y nuestra conciencia, eso no cambiará jamás. Yo, por ejemplo, siempre fui un joven extremadamente tímido y sentimental; ahora soy un tipo mayor, pero igual de sentimental y exageradamente tímido, aunque lo disfrace con falso atrevimiento.
¿Atrevimiento? Sí, atrevimiento, y lo digo por confesaros estas cosas,. Aunque no sé si os gustará a todos..
A todos no sé, pero puesto ya a sincerarme, os confieso que he perdido con los años la necesidad de ambicionar cosas. Apenas me interesan más que las que necesito día a día. Eso sí, éstas necesidades mías (salud y tiempo), son singulares, lo reconozco y serían las únicas que preciso.
Precisamente un cambio que sí percibo en mi personalidad, son las ganas de aprovechar los buenos momentos. Debe ser por los pocos que me van quedando y porque, con los años tiendo a valorar pequeñas cosas que antes no me las permitía.
Por cierto, permitidme otro gesto de vanidad: uno de los rasgos principales de mi carácter es no haber odiado jamás a nadie. Y no es porque el odio sea una emoción dañina e inútil que hace que el primer perjudicado sea el que odia, que también, sino que jamás he tenido necesidad real..
Realmente no sé por qué os cuento todo esto. Quizás porque quería recordarles unos versos de Machado y no sabía cómo meterlos..
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Joaquín
Fuente de Cantos
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