Dulce melodía de amor me inspira tu voz.
A sugerente aventura inducen tus labios.
Tus besos son pétalos de rosa en mi boca;
un sutil roce de seda, igual que posa la mariposa
en tierna flor sus delicadas alas.
Con ellos me ofreces un cielo donde aquietar
mi alma esa eternidad soñada..
--Joaquín--
Desde luego los espermatozoides son unos pobres idiotas. Cuando son lanzados hacia un útero femenino parecen muy poco preparados hacía la tarea que le ha encomendado la evolución; son malísimos nadadores y apenas tienen sentido de la orientación. Sin ayuda tardarían horas en llegar al útero. De ahí que la eyaculación masculina constituya un esfuerzo tan vigoroso. Lo que para el hombre es una explosión de placer, en realidad es como un lanzamiento de un cohete que ayuda a la capsula espacial cargada con ellos a atravesar esa atmósfera llamada zona pelúcida y esparcirlos por el útero.
Pasada la placentera explosión (parecido a un Big Bang diminuto) los espermatozoides entran en el útero despistados; de hecho la mayoría fracasa en su intento de emparejarse con un óvulo. Y eso que éste es 100 veces más grande que ellos. Eso sí, si uno lo hace se abrazan los dos (óvulo y espermatozoide) y activan una especie de barrera eléctrica a su alrededor para impedir el paso a otro espermatozoide.
No se lo van a creer pero en cada eyaculación el hombre puede liberar hasta 150 millones de espermatozoides, o lo que es lo mismo, se podría repoblar un país del tamaño de Japón. Qué torpeza tan extraña les otorga la naturaleza a los espermatozoides para que necesitemos tantos cuando sólo uno llega a su destino..
No obstante, si todo va bien en el plazo de una semana el cigoto (ADN del espermatozoide + ADN del ovulo) habrá producido unas diez células conocidas como células madre. Estas son las células maestras del cuerpo y uno de los milagros de la biología. Ellas determinan la naturaleza y la organización de los miles de millones de células que transformarán una pequeña bolita llena de posibilidades en un pequeño bebé llorón al cabo de unos nueve meses.. En fin, colosal. Esto lo acabo de leer...
Joaquín
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