sábado, 8 de mayo de 2021

A la vejez viruelas..

                                                                                       



Yo nada sabía de besos, ni de amores...

Anduve de flor en flor mendigando caricias.

Incluso creí haber encontrado lo que buscaba.

Y era dichoso a mi manera..

Pero apareciste tú, y ya nada fue igual.

Ahora lo sé todo del amor y de besos... y de celos y desvelos..

Es curioso, me he convertido en el tipo

más, desdichadamente, feliz del mundo.

¿Era esto?..

--Joaquín--


Una de las señales indiscutibles que nos indica que ya somos viejos es cuando estamos con gente más joven, hablamos de tú a tú con ellos y luego te enteras que han nacido en los noventa, cuando nosotros llevábamos ya más de una década licenciados de la Mili. Y si encima te dicen que nunca han visto una cinta de radiocasete y que jamás fueron a un vídeo club a alquilar una peli porno, ya ni os cuento..

Hicieron no hace mucho una macro encuesta sobre qué señales más habituales nos indicaban que nos estamos haciendo viejos.. Y creo que hubo casi unanimidad en las respuestas..

El primer aviso que nos señala la incipiente vejez suele ser la vista. Sí, el tener que usar ya gafas para ver de cerca es un indicio de que algo está cambiando en nuestro cuerpo. Otros signos suelen ser: el típico despiste de no saber dónde se han puesto las llaves o las gafas, o contemplar con estupor cómo se tiene más pelos en las orejas, en las cejas y en la nariz que en otras partes más lucidas del cuerpo..

Pero de todas, la señal más inequívoca de nuestra inminente senectud es la manía que tienen muchos y muchas, que han pasado ya esa frontera, de hablar de enfermedades y de males. De pronto el tema estrella de sus tertulias son los análisis médicos y las dolencias. A las primeras de cambio te derivan cualquier conversación a los achaques. 

Mirad: la ciencia indica que la flor de la vida es la veintena y nuestro cuerpo empieza a sufrir los cambios que la juventud deja atrás en la treintena. A partir de aquí todo es dramático: el cristalino del ojo se vuelve rígido y vemos peor, el olfato y el gusto se resiente, perdemos músculos, ganamos grasa y el pelo se cae de donde no debe...

A los cuarenta no es raro sentirse cansado, las arrugas ya no son tan pequeñas y piel se acartona. En la cincuentena ya ni os cuento: a las mujeres les llega la menopausia y a los hombres la andropausia, perdemos testosterona a lo bestia (un 1% anual a partir de los treinta). Es decir, a los sesenta ya hemos perdido un 35% de testosterona, o lo que es lo mismo, las ganas de hacer el amor).. En fin, menos mal que apareció la viagra para echarnos una mano, a los hombres, claro..

Joaquín

                                                                            

                                  
                                   Foto de la Fontanilla años sesenta. Diego Sanchez Cordero

No hay comentarios:

Publicar un comentario