Tu sed de amar confirma
mis sospechas, desbordas
sensibilidad.
Eres ninfa de mar turquesa;
sirena disfrazada de mujer
en busca de un príncipe azul
que te decore el corazón
con poemas de coral.
--Joaquín--
Mirad, la conquista de América fue una proeza descomunal, y casi todos los hombres y mujeres, que participaron en ella fueron excepcionales. No obstante hubo un grupo de ellos, extremeños la mayoría, que marcaron toda una época. Hoy quiero hablar del mas grande….
Hernán Cortes nació en Medellín cerquita de Mérida y fue todo un jabato. Estudió en la universidad de Salamanca, así que era de los más preparados entre sus rudos compañeros. Quizás durante su etapa de estudiante desarrolló aquella esplendida elocuencia y desparpajo que le sirvió, sin duda, para conquistar a un montón de féminas. Creo que fue un mujeriego de mucho cuidado.
Salió hacia América y desembarcó en Cuba a las ordenes de Diego Velázquez de Cuéllar (no confundir con el pintor). Éste le cogió tanto cariño y admiración por sus aptitudes y simpatía que incluso aceptó casarlo con su cuñada, Catalina. Pero Hernán estaba en otra cosa. Además de su afición por las faldas le apasionaba la aventura y no tardó en persuadir a Velázquez para que organizara una expedición a lo que luego sería México.
Y lo consiguió; atracó con unos cuantos barcos y no mas de 500 hombres en la península del Yucatán (Cancún, ahora lleno de turistas españoles). Desde aquí avanzó hacia el norte en busca de la capital del territorio. Había oído por unos indios que era impresionante.
Cortés fue sometiendo una a una a las diferentes tríbus que se iba encontrando. Y así llegó a Tecnochtitlan (actual México D.F.) edificada sobre una laguna. Al contemplar semejante belleza y grandiosidad, los españoles, acostumbrados a la rudeza de su patria, se quedaron atónitos. Seguro que mientras veían extasiados esa maravilla pasaban por su cabeza las toneladas de oro que podían sacar de allí.
La conquista de la gran capital de los Aztecas, le costó a Hernán Cortés, meses, lágrimas, y mucha sangre. Dicen los historiadores que podía estar habitada por mas de un millón de indios... ¡y los españoles eran sólo 500 abigarrados hombres!.
El jefe de los aztecas era entonces el gran Moztezuma II, y entre las ofrendas que le solían hacer sus súbditos estaba la de entregarles el corazón aun palpitando de los enemigos capturados. ¡No quiero pensar cómo pondrían de sangre las escaleras de la gran pirámide, que es donde hacían las ceremonias! El hechicero introducía la mano en el pecho y le arrancaba al preso directamente el corazón. Después, chorreando sangre, se lo ofrecían al Rey, y a los Dioses. Esta macabra operación las hacían a menudo y con miles de pobres victimas.
Hernán Cortés consiguió a base de astucia apoderarse de la ciudad y pacificarla. Sin embargo su jefe y cuñado, Diego Velázquez, celoso de sus éxitos, envió a un comando de hombres a capturarlo. Cortés tuvo que dejar la ciudad e ir a la costa en su busca, dejando al mando a su ayudante, Pedro de Alvarado (de Badajoz).
Cortés venció a los enviados de Velázquez y volvió a la capital. Pero Alvarado no tenia el carisma de su jefe y ésta se había sublevado. Los indios habían hecho una carnicería con los españoles que se habían quedado. Hernán Cortés intentó recuperar la ciudad, pero tuvo que huir ante el ímpetu y bravura desplegada por los indígenas en lo que la historia llamó después como: La noche triste.
Una vez recuperados y con los ánimos prestos, los españoles volvieron a conquistar la capital que definitivamente quedó ya como española y perteneciente a la Corona de Castilla… y con ella todo el inmenso país que ahora es México.
La hazaña de Cortés fue inenarrable. Y lo hizo con astucia y también con la crueldad necesaria. Muchos ejércitos del mundo tomaron como modelo algunas de sus estratagemas.. Pero al volver a la península, el rey Carlos V, desagradecido como siempre, no se portó muy bien con él y le negó los cargos y prebendas que el reclamaba y que creía justos. Murió en un viaje de regreso a América que no culminó.
El valor y arrojo que derrochó nuestro paisano fue desmesurado. Al desembarcar la primera vez en México, y viendo (preocupado) que parte de sus hombres tenían miedo por lo que contaban algunos y amenazaban con amotinarse y volver, ni corto ni perezoso mandó quemar las naves y así adentrarse de lleno en el continente en busca del misterioso rey azteca Moztezuma sin miedo a motines.
Si estos superhombres hubieran sido ingleses, hoy serian idolatrados por medio mundo. Pero eran simplemente españoles y extremeños, y aquí nadie es profeta en su tierra, salvo los cantamañanas…
Joaquín Yerga
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