Nada puedo pedirte,
¡y mira que me gustaría!.
Es tarde, lo sé,
no te hice caso cuando debía;
otra llenaba mi corazón.
Ahora mandaría al carajo a aquella
que tanto me hizo sufrir.
Pero tú estás ya en otra historia
y maldito caso me harías.
--Joaquín--
En su principal obra “Ulises”, James Joyce detalla con profusión de elementos en su penúltimo capitulo, la lista completa de utensilios que puede encontrarse el protagonista en su cajón de cocina, y pasa de cien.. Por cierto, “Ulises”, una de las mejores novelas de la historia según la crítica, consta de más de 1.000 páginas y contiene casi 300.000 palabras, y ¡ojo!, toda la acción se desarrolla en un sólo día de la vida del protagonista..
Dicen los que saben de esto que la escritura nació para hacer contabilidad. Es decir, listas de utensilios, animales domésticos, espadas que se poseían, ánforas de vino llenas o vacías etc. etc. Claro, tened en cuenta que los reyes o ricos propietarios de la antigüedad necesitarían saber lo que tenían para controlar después sus pertenencias. Supongo que a los pobres maldita falta le harían contar las cuatro cosas de su propiedad. De sobra sabían ellos lo que poco poseían..
Con el paso del tiempo la escritura siguió haciendo inventarios y listas, y hasta convertirse en elemento esencial para las costumbres, las creencias y la vida misma. Qué sería, por ejemplo, del cristianismo sin la Biblia y su enumeración de reyes, profetas, Mandamientos etcétera etcétera..
Pero volviendo a las listas, la escritora japonesa del siglo X, Sei Shonagón, introdujo 164 listas en su “Libro de la almohada” Anotaba todo aquello que fuese posible catalogar con encabezados tan curiosos como: “Cosas que aceleran los latidos del corazón”, “Cosas que pierden al ser pintadas”, “Personas que parecen satisfechas de sí mismas” o “ Nubes y cosas que me gustan particularmente”. En fin, no me digáis que no es bonito
Joaquín
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