Apenas sé cómo te fue la vida.
Me cuentan que no como tú esperabas.
Hace unos años me hubiera alegrado saberlo;
hoy lamento tu mala suerte.
Yo he ido por ahí, dando tumbos.
Quizás un poco perdido sin ti, eso es verdad,
pero lo voy superando.
Ahora más que nunca tiene sentido
aquello que te dije tantas veces:
“Conmigo si hubieras sido dichosa”.
Te quería tanto que sólo a eso me iba a dedicar;
a hacerte feliz..
--Joaquín--
A principios del año 1806, mientras aquí en España estábamos apunto de empezar la guerra de la Independencia contra Napoleón, en un pueblo del norte de Inglaterra, Leeds, se propagó el rumor de que una gallina había puesto un huevo con una misteriosa leyenda impresa en su cascarón “Llega Jesucristo”, señal, según muchos, de que el Fin del Mundo se acercaba.
Las reacciones no se hicieron esperar, de los lugares más insospechados de toda Europa, santones, profetas y predicadores salieron por doquier vociferando a los cuatro vientos: ¡Dios mío, Dios mío, esto es la hecatombe! ¡El Apocalipsis ha llegado! ¡Preparaos, el Fin del Mundo ya está aquí!..
El día 1 de abril de ése mismo año unas 20.000 personas salieron huyendo de Londres. El Prior del convento de San Bartolomé había construido un refugio para ellos sobre una colina y en el que había dispuesto alimentos suficientes para dos meses. El motivo era que los astrólogos habían predicho un gran diluvio universal para ése fatídico día. Los 20.000 asustados londinenses, sin embargo, disfrutaron de un hermoso día en el campo y en el que no cayó ni una gota de agua.
Unos días después, el 20 de abril, el astrólogo alemán Johanes Stoeffler predijo otro diluvio universal y, efectivamente, llovió mucho ese día, pero nada más... Animado porque, casi, acierta, a final de año volvió a hacer otra predicción semejante, pero ya nadie le creyó, claro. En fin, así se las gastaban los europeos de entonces, cuando el miedo y la superstición señoreaban por sus atrasadas mentes..
Joaquin
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