lunes, 17 de mayo de 2021

Inquietante seducción..

                                                                                     


 

Varias veces acaricié mi pistola que, automáticamente podía

disparar en mi sien seis balas blindadas. Pero me asustó,

no la aprensión vulgar de la muerte, sino el horror

de una ausencia todavía más terrible, infligida por castigo.

La voz de Ana desde el más allá me advirtió..

¡Desgraciado! ¡No hagas eso! ¡No te mates por unirte a mí!

¡Tu muerte así provocada, nos separaría sin esperanza,

y abriría entre nosotros abismos que millones de años no

bastarían a franquear! ¡Vuelve en ti! Soporta la vida, que,

por larga que sea, no dura más que la caída de un grano

de arena... Para soportar el tiempo, piensa en la eternidad,

en que podremos amarnos siempre»

Y he aquí cómo inveteradas ideas espiritualistas, que desde

mi infancia anclaron en el alma, ahondadas por tantas lecturas,

me han impedido la muerte; gracias a ellas...

¡ni puedo vivir ni puedo morir!

--Amado Nervo--


Es noche de carnaval en Sevilla. En la hostería del Laurel se han citado dos personajes singulares, uno se llama Luis, el otro, quizás más osado, Juan, ambos de noble familia y ambos jóvenes y apuestos, pero calaveras y golfos a más no poder.

Ese mes de febrero, fecha de la cita, los días huían despavoridos ante la llegada de las noches eternas del invierno. El motivo de la cita no es otro que dar cuenta de la apuesta que se habían hecho los dos un año antes: Luis los duelos a espadas en los que se batió (con las consiguientes víctimas) y Juan, las mujeres que sedujo.

Pero la noticia llega a oídos de la gente. Todo el mundo se entera de la reunión. Los ecos de la apuesta corre como la pólvora por la ciudad, y es que, todos conocen la fama de los dos contendientes. Un gran gentío acude al Laurel a conocer la historia... todos quieren saber... 

Llegan los detalles: Luis contó en su haber 23 muertos a espada; Juan, 32 mujeres seducidas, con nombres y apellidos; con lo que éste ganó la apuesta. Sin embargo..

Juan no se conforma, quiere más, insiste... ¡Apuesta a que conquistará a una monja novicia, y además a Ana de Pantoja, la novia de Luis!, ¡qué atrevido!.. Y claro, éste se pone nervioso ante la osadía de su amigo porque teme, no sin razón, que cumpla su amenaza. ¡El revuelo está servido!.

Ante el escandalo formado, los padres de los implicados e implicadas en la contienda duelo-amorosa acuden raudos y preocupados a la hostería, los guardias también, y se llevan presos a los apostantes. Pero.. 

Salen de la cárcel y Juan persiste en su atrevimiento. Se pone manos a la obra. 

Después de seducir a Ana, la prometida de Luis, pone sus ojos en la monja.. La novicia a caer en las redes es Sor Inés, interna en un convento sevillano que, tras escuchar tantas bellas palabras, tantas sugestivas promesas de amor cae rendida a sus pies.

Don Juan:

Cálmate, pues, vida mía;

reposa aquí, y un momento

olvida de tu convento,

la triste cárcel sombría.

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,

que en esta apartada orilla

más pura la luna brilla

y se respira mejor?


Doña Inés:

Callad, por dios, ¡Oh, Don Juan!

Que no podré resistir

mucho tiempo sin morir

tan nunca sentido afán.

¡Ah! Callad por compasión,

que oyéndoos me parece

que mi cerebro enloquece

y arde mi corazón.



Si, lo habéis adivinado, este pasaje lo conocéis de sobra, es D. Juan Tenorio que tanta fama nos ha dado en el mundo entero.

Por cierto, D. Juan, tiene que huir a Italia. Inés, mientras espera, muere de amor.. En Italia, el tipo ha conquistado a infinidad de mujeres, en Alemania, cuarenta y dos, y en Turquía veinticinco. En España dejó un reguero de conquistas amorosas, de muertes y desolación

Joaquín


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