Lo que es la vida; tú y yo, que nos quisimos tanto,
disimulamos ahora en secreto nuestro pasado.
Nosotros, tan prudentes delante de la gente,
fuimos volcanes en erupción en otro tiempo.
¡Ay, si supieran las veces que amaneciste
en mis brazos!..
¡Si entendieran la necesidad que tenía
de tus besos!..
Pero.. aparentemos discreción. ¡Qué saben ellos!..
--Joaquín--
“Nosotras las mujeres somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y este es el peor de los males. Separarse del marido es escandaloso para las mujeres, no así para los varones. Cuando ellos se aburren en casa salen a distraerse. Sin embargo, si hacemos lo mismo, no nos dejan salir diciendo que hay que cuidar a los hijos”
Estas palabras las dice Medea, esposa de Jasón, después de haber sido abandonada por su marido. Es la tragedia griega de Eurípides que sigue representándose una y otra vez después de 2.500 años.
Viene esto a cuento por hablar un poco de la añorada democracia griega; ellos la inventaron, eso es verdad. Sin embargo, lejos de ser aquella una democracia ideal era tan imperfecta que casi no deberíamos llamarla democracia..
Fijaros: las mujeres no podían votar, ni los esclavos, siendo miles, ni nadie que no hubiera nacido en Atenas o no fuera libre. Bueno, realmente lo de las mujeres, en aquél idílico ambiente que tantas veces hemos recreado en nuestra imaginación, era penoso, apenas tenían derecho a nada, sólo a tener hijos y cuidarlos..
Los varones atenienses mayores de dieciocho años podían tener concubinas para el cuidado diario de su cuerpo, hetairas (prostitutas) para el placer sexual, y luego a sus mujeres legitimas para tener hijos legítimos. ¡Así cualquiera, claro!. Y hasta estaba mal visto que los vieran fuera de casa junto a sus esposas, y menos aún haciéndose carantoñas..
El único que rompió esa norma no escrita pero si muy común fue Pericles, el gran estadista ateniense. Se enamoró profundamente y se casó con una hetaira, Aspasia, y su trato con ella causó conmoción en la ciudad. Resulta que al volver del ágora, cada día, la abrazaba y besaba dulcemente. Esa exhibición de amor conyugal para aquellos ciudadanos atenienses era un acto de escandalosa inmoralidad ¡Mira tú!.. Para que vean lo que ha cambiado el cuento: ver ahora a dos viejecitos esposos de la mano y enamorados nos hace caer la baba..
En fin.. Os recuerdo que es raro el año que no repongan una tragedia griega del tipo de Medea en el Festival Romano de Mérida. Os aconsejo acudir alguna vez, merece la pena, por la obra y por el teatro, ¡y tan cerquita que la tenemos de Fuente de Cantos!..
Joaquín
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