viernes, 13 de mayo de 2022

Un hijo de su madre..

                                                                                         



Desierto está el jardín. De su tardanza

no adivino el motivo. El tiempo avanza.

Duda cruel, no turbes mi reposo;

empieza a vacilar mi confianza,

el miedo me hace ser supersticioso.

Si aparece, al llegar, en la cancela,

será que es fiel; si acude a nuestra cita

por el postigo, entonces no recela

mi amor en vano, ¡Dios no lo permita!.

Huye, duda, del alma te destierro.

Por la cancela del dorado hierro

vendrá. Señor, ¿qué la detienen?.

Sus pasos oigo ya, ¡Los ojos cierro,

que no quiero saber por dónde viene!

--Ricardo Gil--





Constantino, emperador del Imperio Romano, sufrió de lepra (la enfermedad maldita de la antigüedad). Sus médicos personales le aconsejaron bañarse en un recipiente lleno con la sangre fresca de varios niños previamente desangrados.

Todo estaba dispuesto ya para ejecutar semejante acción, cuando el llanto desconsolado de las madres de los niños a sacrificar llegó a sus oídos y le hizo desistir. Se libraron los pequeños de chiripa.

Constantino fue el emperador que terminó con las sangrientas persecuciones contra los cristianos. Para eso promulgó el famoso Edicto de Milán del año 313, según el cual se permitiría libertad de culto en todo el Imperio.

Se cree que su madre, Elena, (más tarde santificada como Santa Elena), fue la que descubrió el sepulcro de Jesucristo y restos de la conocidísima Vera Cruz (la cruz donde fue crucificado Jesús). Para organizar su búsqueda fue ella personalmente a Jerusalén, que entonces formaba parte del Imperio romano.

Y fue Constantino, también, el que convocó el primer concilio de la historia, el llamado concilio de Nicea. Acudieron a ella todos los obispos y patriarcas de la nueva fe. Discutieron durante varias semanas todo lo que pudieron y más, y al final decidieron y adoptaron las que serían las bases y los cimientos del cristianismo. Y que se han mantenido hasta nuestros días. El credo viene desde entonces y estamos hablando del año 325 d.c.

¡Lo que son las cosas!, cuando rezamos en la intimidad, o nos damos golpes de pecho expiando algún pecadillo mientras entonamos esa cantinela o estribillo tan habitual como es el Padrenuestro o el Credo, que sepáis que estáis repitiendo frases y deseos que decidieron unos obispos y prelados, allá en Nicea, hace la friolera de 1700 años. 

En fin..

Joaquín Yerga



No hay comentarios:

Publicar un comentario