domingo, 8 de mayo de 2022

La paja en ojo ajeno.

                                                                                  



Pensamiento acongojado,

¿Por qué agravas mi tormento

con las dichas que han pasado?

¿Quién te la ha recordado,

pensamiento?

Esperanza que sentí

como un iris de bonanza

cuando perdido me vi,

¿Por qué no me guias, di,

esperanza?.

Corazón que nada espera,

¿Por qué sientes emoción

ante un engaño cualquiera?

¿Quién mantiene tu quimera,

corazón?

--José R. Contreras-- (siglo XIX)



A los Estados Unidos de América también ha llegado la ola de revisionismo histórico, igual que aquí. Por ahí andan tirando estatuas de Colón o de Hernán Cortés, queriendo ver como un horror el descubrimiento para occidente de aquel Nuevo Mundo.

Pero, ¡oh, qué casualidad! destruyen las estatuas de los españoles por colonizadores y poco menos que racistas, y no le tocan un pelo a las de los Padres de la Patria norteamericanos, tan buenos o tan malos como los nuestros. ¡Uy, si yo os contara los entresijos personales de Washington, Jefferson o Lincoln!. En fin..

Por ejemplo, George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos. Éste personaje, junto al resto, plasmaron en la Carta de Fundación muy bonitas palabras sobre la igualdad entre los hombres y tal, pero éste héroe americano llegó a tener, hasta su muerte, a más de doscientos esclavos negros en sus fincas.

Sí, fue un rico propietario de Virginia, y quizás el mejor preparado para ponerse al frente de las fuerzas independentistas frente a los ingleses.

De pequeño padeció de viruelas y al superarlas quedó ya inmunizado de ellas. Este percance le sirvió después para aguantar impertérrito la epidemia de éste virus que, parece ser, esparcieron los ingleses adrede para acabar con los americanos de esa manera tan ruin, en vez de hacerlo noblemente con las armas.

Otra de las curiosidades de Washington fue la fea dentadura que tenia. Se quedó sin dientes a los veinte años, aunque como era un manitas de grueso calibre él mismo llegó a fabricarse unas cuantas a lo largo de su vida. Y le funcionó, una de ellas se muestra en el Museo de Odontología de Baltimore.

Eso sí, al terminar la guerra tal fue su prestigio que muchos de sus compañeros quisieron hacerle primer rey de los Estados Unidos. Menos mal que él se negó. ¡A saber en lo que habría derivado el asunto!

Ya sabéis que a la capital de este inmenso país, así como al estado de la costa oeste cuya ciudad principal es Seattle (cuna y sede de Microsoft) se les puso el nombre de Washington, en su honor.

Joaquín



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