Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todo nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar los que ignoramos.
--Shakespeare--
¡Ufffff, ya en verano! Dentro de nada nos encaramamos en otoño otra vez. Y luego octubre y noviembre y... Bueno, para qué correr tanto. Pero ya que os menciono noviembre, el mes de los difuntos, os quiero hablar algo relacionado con este mes, de los epitafios en los cementerios.
Fijaos, los epitafios se hicieron muy habituales en otros tiempos. Modelar un ingenioso epitafio sobre el mármol de una tumba suponía indicarles a los demás la manera de ser y pensar del difunto resumida en dos palabras.. En una simple y corta frase se reflejaba la personalidad del allí sepultado..
"Si buscáis los mejores elogios, moríos". Este es el epitafio que reza en la tumba del gran Enrique Jardiel Poncela, escritor humorístico donde los haya.
Todos podemos dejar escrito nuestro propio epitafio, y que luego un familiar se encargue de colocarlo. No obstante no hubo tiempo ni espacio ni lápida donde colocar un epitafio para las cientos de fuentecanteñas y fuentecanteños muertos por cólera en sus terroríficas oleadas del siglo XIX, porque a eso iba..
Mirad qué horror:
Estamos en 1834 (hace exactamente 190 años) y acaba de morir el peor rey de nuestra historia, Fernando VII. En Fuente de Cantos, el 20 de septiembre de ese año muere Nicolás Matamoros y el cura del pueblo escribe en su partida de defunción lo siguiente: "este hombre es el primero que muere de cólera. Desde esta fecha hasta el mediados de noviembre mueren 113 personas. Se entierran sin funeral por no poder hacerlo".
Alcanzamos ya 1854, se alternan en el gobierno del país, Narváez y O'Donnell. En Fuente de Cantos, también en el mes de septiembre, entra otra vez la muerte con ansia de blandir su guadaña... Francisco Herrera, secretario del Ayuntamiento es el primero que muere en esta segunda oleada de cólera.. Durante el mes que duró le siguen al cementerio otros 82 fuentecanteños de todas las edades..
Pasa un año y retorna el cólera. Es 1855 y mueren el alcalde, el alguacil y dos monjas del convento por ayudar a los enfermos. A estos le siguen docenas de personas más.. Cunde el pánico.. Algunos asustadizos presa del horror huyen del pueblo..
Y llega el apocalipsis. Esta vez esperó hasta 1865, tiempos finales ya de la reina Isabel II. Fue terrorífico !¡Quizás el peor año de la historia de Fuente de Cantos!!. Un comerciante lo trajo hasta el puerto de Valencia y llegó a nosotros a través de Sevilla.
Empezó en septiembre, como siempre, duró cincuenta días, 200 fuentecanteños se llevó por delante, entre ellos 55 niños, Hubo meses, como octubre de ese año, de morir hasta 155 personas, ¡horroroso, no se daba a basto a enterrar a tanta gente!. Por supuesto, la mayoría en fosas comunes.
Por cierto, el cólera se transmite a través del agua infectada con la bacteria "Vibrio Cholerae". El afectado sufre de unas diarreas acuosas tan tremendas que en poco tiempo le produce la muerte por deshidratación. Es muy infeccioso..
Afortunadamente el cólera no retornó al pueblo de esa forma tan letal, pero si llegaron otras, como la tuberculosis, la viruela, la escarlatina, el sarampión, y la gripe.. los cinco fatídicos mensajeros de la muerte... Pero de eso hablaremos otro día..
Joaquín
Plaza de la Cruz
calle Carniceros
calle Clavel
calle Cura
No hay comentarios:
Publicar un comentario