Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: ¿oyes romper los brotes?,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
--Alfonsina Storni-- (su último poema)
Hacia la una de la madrugada, Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió a la playa. Se internó lentamente en el mar hasta que el agua le cubrió, y se dejó llevar. Las olas arrastraron su cuerpo hasta la orilla. A la mañana siguiente descubrieron su cadáver sobre la arena. Acababa de cumplir cuarenta años.
La noche anterior, en su mesilla del hotel donde se hospedaba, Alfonsina había dejado escrita dos cartas, una a Gálvez, su amigo y colaborador, en el que le decía que procurase que a su hijo no le faltase nada.
La otra carta era un poema de despedida, su último poema; es el que encabeza este escrito.
Su padre había sido un alcohólico empedernido. Su madre siempre reflejó tristeza oculta y una extraña resignación femenina. Alfonsina fue madre soltera a los 20 años. Quiso a su hijo con locura.
Su amante, el poeta, Horacio Quiroga, se había suicidado poco antes.
Su destino estaba escrito..
Si
en los ojos te besan esta noche, viajero,
si
estremece las ramas un dulce suspirar,
si
te oprime los dedos una mano pequeña
que
te toma y te deja, que te logra y se va.
Si
no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si
es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh,
viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en
el viento fundida, ¿me reconocerás?
--Alfonsina Storni--
Alfonsina Storni
No hay comentarios:
Publicar un comentario