La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada.
El aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos.
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa,
el mundo está demacrado,
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a ti te debo lo que soy.
Pero no tengo mañana.
--Alejandra Pizarnik--
“Mi madre me llamó asustada por teléfono diciendo que Alejandra estaba otra vez internada. Me dirigí preocupada al hospital donde ella estuvo varias veces, pero me dijeron en la entrada que ella no estaba. Yo insistí.. Era cerca de medianoche, así que empecé a caminar por esos pasillos largos y oscuros, llegué hasta la sala de psicopatología, donde pensaba encontrarla, pero no sabía donde, y entonces me dijeron que ya estaba muerta, que estaba en la morgue. Allí la reconocí”..
Cuando Myriam escribió esto de arriba sobre la muerte de su hermana pequeña, Alejandra, aún no era consciente de que, en parte, había muerto por culpa suya. Sí, la constante comparación con la hermana mayor propiciada por su madre, marcó su vida para siempre.
Alejandra no era hermosa como Myriam y ya había tenido problemas en la adolescencia. El acné y una marcada tendencia a engordar le amargaban la vida. Además el asma que padeció, algo de tartamudez y su excesiva autopercepción física, acabaron por minar su autoestima.
Se trataba de esa sensación de angustia que trae el ahogo asmático y que, muchos años más tarde, ya convertida en toda una mujer, interpretaría como la manifestación de una temprana angustia vital.
La diferencia y permanente comparación entre ella y Myriam, su hermana, que poseía todas las cualidades que sus padres apreciaban (Myriam era delgada y bonita, rubia y perfecta según el ideal materno, que todo lo hacía bien y no tartamudeaba ni tenía asma ni montaba líos en el colegio) fue demoledor para su sistema anímico juvenil.
Alejandra no pudo soportar por más tiempo la pesada carga emocional que arrastraba desde su más tierna infancia, se quitó la vida a los 36 años. Para sus amigos y amigas, sobre todo Olga Orozco, su amante, sólo fue la crónica de una muerte anunciada..
Ayer, 25 de septiembre, hizo justo cincuenta años que vació el frasco de Seconal en su boca. Tal sobredosis de pastillas la hizo morir necesariamente al instante. Había nacido en Argentina de padres ucranianos, se llamaba Alejandra Pizarnik, y fue una poetisa inolvidable..
Partir
en cuerpo y alma.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol,
no más sangre anonadada,
no más formar filas para morir.
He de partir
--Alejandra Pizarnik--
Alejandra Pizarnik
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