Enséñame a guardar silencio, aunque te extrañe a gritos.
Querida amiga:
Lo sé, se te fue inesperadamente, sin avisar, y te dejó heridas en el alma imposibles de curar. Aquella mañana de julio decidió volar. Quizás pensó apresurar su marcha y evitarte sufrimientos inútiles, pero olvidó lo más injusto: la vida rota que dejó atrás.
Ahora llorarás, porque no te queda otra. Suspira y llena de aire tus pulmones una vez más, como si todo el oxígeno del mundo estuviera ahí para ti, para ayudarte a limpiar la negrura de tu mala suerte...
Llegarás a pensar que nada vale ya para ti que nada tiene sentido sin él. Mirarás como inalcanzable la salida del pozo en el que te hallas, y creerás no ser digna del desmesurado castigo que te ha impuesto el destino. Y te preguntarás: ¿Por qué te ha pasado esto a ti? ¿Por qué tuvo que morir él?.., y no hallarás respuestas...
Los días irán pasando uno a uno por tu vida sin dejar huella en tu ánimo. Las noches te serán eternas, admisibles sólo porque te aferrarás a sus recuerdos y a los inevitables somníferos para dormir. Y tendrás momentos insoportables en donde la nostalgia te hará sufrir lo indecible. Y palparás su ropa aspirando con fruición restos de su olor que seguro aún encontrarás. Y mirarás su foto y besarás su cara sobre el frío cristal, ¡y lo empañarás con la última lágrima de tu infinita madrugada!.
Fuera, en la calle, en cualquier paseo y lugar tu fantasía te hará creer verlo entre la multitud, y correrás aturdida entre la gente detrás de la silueta de algún desconocido creyendo que es él, para después, ¡desengañada! sentarte en algún banco sollozando una vez más, mientras te mesas con dedos temblorosos los cabellos alborotados por la emoción...
Y en las tardes interminables del estío o en las mañanas lluviosas de otoño añorarás sus sólidas manos asiendo las tuyas, pequeñas y frágiles, pero protegidas por las suyas. Y aún esperarás, ingenua e impaciente, oír su voz a través del teléfono ante cualquier llamada inesperada.
Perdóname a mi, como amigo suyo, si te quedan fuerzas para eso, pues no encuentro palabras que te puedan consolar ni argumentos que puedan devolverte una sonrisa; aún tienes el corazón en carne viva.
Podría escribirte, eso sí, frases esperanzadoras sobre un futuro no muy lejano cargado de ilusión para ti, para que encontraras un merecido consuelo a tu dolor, pero fingiría porque no me saldrían del alma, también a mí su partida me rompió el corazón.
En éstas horas tristes sólo se me ocurre confesarte que, en un lugar recóndito de mi alma, aún mantengo intacta el aura limpia y pura de su niñez.
Un beso infinito
Joaquín
P.D.
Cuando leas la carta y tengas ánimo, me llamas por teléfono, quiero que me cuentes sus últimos momentos. Yo te contaré los míos con él..
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