Nos vimos en mitad de la calle Llerena; llevaba un libro de viajes en la mano; exactamente una guía de Portugal. Pensaba ir a Lisboa en agosto, me dijo. Hacía calor, así que proveché y la invité a tomar unas cervezas en el bar Salas. Aceptó.
Poca gente vimos al pasar; apenas unos chiquillos correteaban por entre los bancos de granito gris. Por el camino habíamos hablado de obviedades. Nos sentamos en la mesa que da a la ventana y puso el libro encima; momento que aproveché para preguntarle:
---Ahora que vas hacer un bonito viaje ¿A que no sabes quién fue el primer viajero de la historia?.
---Uy, ni idea, Joaquín---exclamó
--Fue Ulises---le dije muy ufano---porque viajó y conoció de todo ya desde los tiempos de Maricastaña. Y será Calipso, aquella ninfa con exuberante cuerpo de mujer, quien le cautive.
--Lo sé, sabiondo---me interrumpió ella, animándose---y era una oferta tentadora, ¡Oh, vivir con ella para siempre en esa paradisíaca isla, con aquella voluptuosa diosa del amor, en la plenitud del cuerpo, sin vejez, sin enfermedades, sin problemas de próstata! ¡Buah!, y va, el tío, y se larga, jajaja
Cuánto me agradó que conociera al dedillo La Odisea. Y no me extrañó, pues no fueron pocas las horas que pasamos hablando de literatura en otros tiempos. Se me vino arriba, comprendí que había tocado uno de sus temas favoritos:
--Ulises fue un tipo duro---prosiguió ella adelantándose a mi respuesta---podría haber sido como un Dios, pero opta por volver a Ítaca, donde iba a encontrarse con la decrepitud de su padre, Laertes, con la adolescencia de Telémaco, su hijo, y con la menopausia de Penélope, su mujer, jajaja.
Reí yo también con su ocurrencia. Luego ironicé:
--Tía, tú te has leído la Odisea de cabo a rabo. Es verdad que Ulises lo tenía claro, abandonó las bondades que le ofrecía la bella Calipso para volver a Ítaca, su patria. Por cierto, todos deberíamos tener una Ítaca a la que volver, al menos como fantasía
--Pues fíjate, Joaquín, que yo sí sé dónde está mi Ítaca---afirmó ella misteriosa---hace mucho que lo sé.
De sobra sabía yo cuál era su Ítaca. Estuvo casada unos años y lo pasó francamente mal, con maltrato por medio, hasta el divorcio. Luego conoció a Luis, su pareja actual, del que está profundamente enamorada. Él es su vida desde hace ya veinte años, es decir, su Ítaca..
--Qué bonitas te han quedado esas palabras---le dije---pero a diferencia tuya, mi Ítaca no son unos brazos de mujer, sino un lugar.
Había empezado la cosa como una charla sin trascendencia para romper el hielo, pero la terminamos hablando de su vida privada, y de la mía, y nos dieron las uvas.
Joaquín
Penélope
Con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo
Penélope..
Se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico
Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
¡Adiós, amor mío!
¡No me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas!.
¡Piensa en mí
volveré a por ti!..
Pobre infeliz
se paró su reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue su amante..
Se marchitó
en su huerto hasta la última flor..
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope
Penélope..
Tristes a fuerza de esperar
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos
Penélope..
Uno tras otro los ve pasar
mira sus caras, les oye hablar
para ella son muñecos de papel..
--Serrat--
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