miércoles, 1 de junio de 2022

La chica ingenua y el memo de su marido

                                                                                 


    


La vi pasar con otro... Su semblante

resplandecía de felicidad.

Y me subió a los labios mi sonrisa galante,

con algo de impotencia y algo de vanidad.

--José A. Buesa--


Casi anochecía y no hacía frío en Madrid, a pesar de lo avanzado de diciembre. Las luces navideñas iluminaban las calles, todo estaba precioso. 

Mi amiga y yo, repantigados en unas incómodas sillas, tomábamos unas cervezas en la terraza cubierta de un bar del Paseo del Prado, frente al museo; disfrutábamos de unos días de vacaciones en la capital. 

Por un instante miré el edificio que alberga la famosa pinacoteca, lo que me dio pie para indicarle con el dedo y decirle:

--¿Ves el museo ahí enfrente con sus grandes columnatas en la entrada y la estatua de Velázquez?, pues que esté ahí se lo debemos a una mujer desgraciada.

--¿Y cómo es eso?---se sorprendió mi amiga sin mostrar mucho entusiasmo

--Cosas de Fernando VII, seguro que algo sabes de él---le respondí dispuesto a lucirme---Ese pájaro se casó en segundas nupcias con Isabel de Braganza, una chica portuguesa no muy agraciada físicamente. “Fea, pobre y portuguesa, chúpate esa”, canturreaba la gente de manera cruel.

---Jajaja, recuerdo haber oído ese estribillo---me interrumpió ella

--Sí, se hizo muy famoso---proseguí---resulta que Fernando era un golfo de aúpa y maldito caso le hacia a la pobre Isabel. Salía de palacio por las noches y frecuentaba los tugurios más infectos de Madrid. Durante una temporada le dio por visitar el antro de Pepa “la malagueña”, una andaluza resalá y de muy buen ver, y....

Antes de terminar de contarle se presentó el camarero y nos acercó la carta de los aperitivos. Pedimos dos bocadillos de calamares fritos y otras dos cervezas. Se fue y yo seguí con mi historia:

---Como te iba diciendo---insistí---Isabel se enteró de las andanzas de su marido y de las juergas con la malagueña, así que, la pobre, creyendo que al memo de Fernando le entusiasmaban así las mujeres, una madrugada le esperó vestida con un traje de faralaes y un clavel en el moño, para gustarle. ¡Pobrecilla!, ¿Sabes qué hizo el majadero?.

--No me lo digas que me lo imagino, Joaquín---se adelantó mi amiga.

--Pues eso---reiteré---el mamón se descojonó de risa. Con desprecio la apartó de la puerta y fue a contarle a sus amigotes la escena.. Imagínate el despanzurre de la panda a costa de la chiquilla, porque era una chiquilla.. Aunque la pobre Isabel tuvo que seguir aguantando las majaderías de este lelo sólo dos años más; murió a los 21 años, al parir a su segunda hija.

--Pobre mujer, pero.. ¿esto qué tiene que ver con el Museo del Prado?---me señaló cariacontecida y con razón, mi amiga.

--¡Ah!, es verdad, perdona, me fui por los cerros de Úbeda, jajaja---me carcajeé---Isabel fue la que convenció al felón de Fernando, el rey, para que utilizara ese palacete como museo nacional---concluí

Según terminaba con la historia vimos llegar al camarero con nuestras viandas. Fue colocar los platos encima de la mesa y empezamos hacer buena cuenta de ellas, teníamos un hambre atroz.

Joaquín

                                                                        

                  Museo del Prado visto desde la terraza donde tomábamos las cervezas 

                                                                        

                                                            



                                                                                 





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