viernes, 17 de junio de 2022

Caída a los infiernos

                                                                                    



Perdóname, tú que me lees. Pude suprimir

la intimidad de un prefacio tan sombrío;

pero sentí que debía a mi compañera muerta

estas páginas. Aquí, donde las escribo, hace

apenas dos meses, le leía aún mis versos...

Sólo me queda ahora por decir a mi amada lo que

pensé al besar su frente (tan fría que hasta los

cabellos estaban helados) en el momento

supremo en que iban a cerrar su ataúd:

-Gracias, idolatrada mía, desde el fondo de mis

entrañas, por los años de amor que me diste.

¡Que Dios te bendiga!

--Amado Nervo--



---¿Sabías que aquí debutó la famosa Bella Otero?--le dije a mi amiga ayer tarde según subíamos la calle Arenal de Madrid---

Pasábamos en ese momento frente a la famosa discoteca y antes teatro Joy Eslava, y recordé algo que había leído hacía poco de la chica..

--No lo sabía---contestó ella de manera escueta--

--Poca gente sabe de la Bella Otero---le informé con ganas de seguir---se llamaba Carolina Otero y había nacido en una aldea de Pontevedra. Y mira que terrible---proseguí intentando hilvanar bien su historia---a los 10 años fue violada por el zapatero del pueblo. A la pobre la encontraron a las afueras con la pelvis destrozada por los esfuerzos del bestia remendón al forzarla---

---¡Madre mía, qué bestia!---me interrumpió mi amiga con voz enojada---

---Sí, sí, así fue---insistí---a partir de entonces se propuso la chica no pasar más calamidades. Y lo cumplió, se largó a Lisboa donde, con apenas trece años, encontró su primer amante. Éste le enseñó flamenco y algo de baile. Despues se fue a Barcelona--

--¡Para para, Joaquín, no te precipites, cuéntamelo despacio que no hay prisa jajaja!. No sé cómo puedes andar y hablar tanto al mismo tiempo---me remarcó ella agarrándome del brazo mientras reía--

--Jajaja, vale, intentaré hablar más despacio---le dije riéndome yo también. Y seguí con lo de la Bella Otero--

--En Barcelona enamoró a un banquero alemán que la paseó por Europa promocionándola como bailarina española exótica; lo español estaba de moda entonces. Y enseguida triunfó en los mejores cabarets y salas de fiesta. En Paris fue ya un personaje excepcional. Contaban de ella que tenía cintura de avispa, pechos turgentes, ojos negros enormes, cara inocente y guapísima. Además se movía en el escenario con una voluptuosidad que levantaba pasiones entre el personal masculino, ¿qué te parece?--rematé---

--¡Vaya, ya salieron las medidas de la chica!. Mucho habías tardado jajaja---me largó soltando una carcajada--

Hablando hablando habíamos llegado a la Puerta del Sol, ahora en obras. Por allí estuvimos un rato pensando por qué calle continuar, si por la de Alcalá o por la de Carretas. Elegimos ésta última.

--Mira qué personajes fueron amantes de nuestra diva la Bella Otero---seguí con la matraca obviando adrede su ironía acerca de las medidas de la chica, y le nombré a Guillermo II de Alemania, a Alfonso XIII de España, a Eduardo VII de Inglaterra... Algunos tipos llegaron a suicidarse al verse rechazados por ella---concluí intentando sorprenderla--

--Uffff qué tendía la chica para tanto---me replicó ella asombrada---Supongo que tendría un tipazo, como tú dices, porque esos tíos no se van con cualquier adefesio, jajaja---

--Desde luego, era guapísima, pero acabó mal, todo lo que ganaba se lo gastaba en los casinos---yo continuaba con lo mío---hizo una gran fortuna y sin embargo murió arruinada. Expiró sola y empobrecida en Niza, en 1965, en un apartamento que le costeaba el Casino de Montecarlo, en agradecimiento por el pastón que se gastó allí en su vida. A su entierro solo acudieron el director del Casino, y el croupier---ultimé en plan solemne---

--Suele pasar, Joaquín, muchos de los que suben tan alto en la vida, habiendo empezado de la nada, les cuesta mucho gestionar esa fama y acaban mal---contestó ella cariacontecida--

La noche nos sorprendió de repente y empezaba a refrescar. Mi amiga se puso su rebeca que llevaba debajo del brazo.. Yo noté también un poco la suave brisa que soplaba, pero no dije nada. Subimos la cuesta de la calle Carretas para llegar a la Plaza de Jacinto Benavente, y cambiamos de tema..

Joaquín



                

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