domingo, 19 de junio de 2022

El arte de llorar

                                                                                          


                                                                                     




Venid, tristezas de pupila turbia,

venid, mis enlutadas,

las que viajáis por la infinita sombra,

donde está todo lo que se ama.

Vosotras no engañáis; venid tristezas.

¡Oh mis criaturas blancas,

abandonadas por la madre impía

tan embustera, de la esperanza!.

Venid y habladme de las cosas idas,

de las tumbas que callan,

de los muertos buenos y de ingratos vivos...

--M. Gutiérrez--



En una sola mirada se puede deducir toda una pléyade de sentimientos. Algunas, aún  afónicas, son capaces de transmitir un mundo de sensaciones increíbles: hay miradas que encierran una tristeza infinita, otras hierven de pasión, y las hay que arrebatan porque insinúan deseos inconfesables.. 

¿Y en unos ojos?, uffff, en unos ojos, aún siendo hermosos, se puede descubrir, casi de manera imperceptible, una lágrima que lo dice todo; y puede ser una lágrima callada, como de despedida y que puede saber a olvido.

Ya lo decía Bécquer: "Y es cada lágrima un poema de ternura infinita". Él sabia llorar, lo hizo y mucho, pero lo hacía con poemas tristes que llegan al alma y provocan que muchos, yo el primero, lloremos con él.

Quien no ha vertido lágrimas en soledad, nada sabe de lagrimas, nos contaba también el poeta Severo Catalina. Que le pregunten a los viejos que viven solos en sus casas sin recibir visita alguna y van a morir de melancolía y desamparo, irremisiblemente..

Yo soy soy un llorón, pero mis lágrimas os las pudiera ocultar, silenciarlas, como Eduardo Marquina cuando sugirió: manad dentro, lágrimas serenas, y no haberos mostraros mi debilidad, pero es poco recomendable seguir su consejo; no porque lágrimas que no salen anegan el alma..

Pero en el fondo tengo suerte: sí, porque si hago caso a esa otra cita que me amenaza con que, las lágrimas que hayas hecho derramar durante tu vida manarán de menos a la hora de tu muerte, he de confesaros que no creo haber provocado en nadie muchas lagrimas, ni pocas, al menos de manera consciente, sin embargo si me han hecho llorar más de una vez.

Y es que, llorar es como un arte. Hay gente que incluso aprende a llorar con gracia. Os recuerdo ese oficio tan “sui generis” de antaño, el de las plañideras, lo que demuestra la honda conexión entre llorar y el ambiente triste propicio para ello. 

Pero de sobra sabéis que llorar es un gran desahogo, a menudo preámbulo de una sonrisa.. Yo, desde luego, lloro por nada, aunque luego nada me cuesta sonreír.

Joaquin




No hay comentarios:

Publicar un comentario