lunes, 20 de junio de 2022

Almas inquietas

                                                                                



          El domingo, 17 de diciembre, la dulce

compañerita de mi vida volvió a casa herida ya

por el terrible bacilo de la fiebre tifoidea.

El lunes empezó a sentirse mal; el jueves, 21,

se encamó definitivamente y comenzó su

calvario hasta el 3 de enero, en que, perdida

la lucidez, fue cayendo, apaciblemente

recostada sobre el almohadón blandísimo

de la inconsciencia, en el seno insondable

de la muerte.

--Amado Nervo--


--Dime: ¿qué piensas tú de la reencarnación?---le preguntaba a mi amiga el otro día según subíamos la calle Alcalá, a la altura de la puerta de entrada al Retiro---tómate tu tiempo antes de contestarme. Te lo digo porque a mucha gente le asusta la idea. Eso de que al morir nuestra alma y espíritu se aposentará en otro cuerpo que va a nacer en cualquier lugar del mundo es, cuanto menos, sorprendente---concluí---

---Qué quieres que te diga, Joaquín---me dijo contundente---pues que me acojona el asunto. Hemos crecido creyendo que nuestra alma no iría a otro sitio que no fuera al cielo o al infierno. Pero la hipótesis de la reencarnación tiene su lógica---me ratificó---sí, verás: si dice la ciencia que la energía ni se crea ni se destruye sólo se transforma, ¿entonces,?  ¿a dónde vamos nosotros cuando morimos?, me refiero a nuestros átomos---

Y entramos al Retiro, preciosa esa entrada despues de su restauración. No creí que el tema le entusiasmara, pero me equivoqué y mucho, menudo repaso me dio. Habíamos visto hacía un rato antes, a lo lejos, a un grupo de vistosos monjes del Hare Krishna y oído sus sonoros cánticos, y me acordé del asunto..

---¿Sabías que un centímetro cúbico de nuestro cuerpo (el tamaño de un terrón de azúcar) contiene la barbaridad de 45.000 millones de millones de átomos?---me preguntó de manera retórica puesto que ella sola se contestó---pues ahora imagínate cuántos átomos contiene el universo, o nuestro cuerpo entero. Además los átomos son muy longevos no se mueren ni a tiros, y muy viajeros, se tiran toda una eternidad de un lado para otro---remató-

---Jajaja---me reí---¡cómo se me ocurriría preguntarte lo de la reencarnación!. Yo no pretendía tanto, amiga---le dije entre bromas---

---Ya ya, pues ahora te aguantas, jajaja---se carcajeó también ella---mira---me replicó---gran parte de los átomos de los que estamos formados, por ejemplo de los míos, habían pertenecido antes a algún personaje famoso. Como tengo tantos trillones de átomos, puedes calcular que unos 1.000 millones de ellos habían formado el cuerpo de Shakespeare, otros 1.000 millones de mis átomos alguna vez fueron parte del mismo Buda, y otros tantos de Beethoven. ¡créetelo, es así!---

---Uy, me estás asustando---le dije sorprendido---entonces con esto de la reencarnación nunca morimos del todo, ¿no te parece?---

---Pues atendiendo a la mencionada frase de que la energía ni se crea ni se destruye, sí, porque los átomos que se fueron del cuerpo de Napoleón ya se esparcieron por el universo, y según cálculos muy a lo bestia, yo llevo aproximadamente unos 1.000 millones de ellos, y no sólo yo, también tú los llevas---insistió mi amiga---la pena es que estos átomos tardan decenios en redistribuirse por el universo, por lo que los de Elvis Presley, Mandela o Manolo Escobar no hemos pillado nada, serán parte de nuestros descendientes---

---¡Vaya!---exclamé---entonces si la cantidad de átomos que pululan por el universo siempre es la misma, y se van constantemente redistribuyendo y cambiando de un cuerpo a otro quiere decir que, ¿la teoría de reencarnación es cierta, no?---le teoricé entrando ya de lleno en su terreno---

---Pues claro---ultimó ella---todos llevamos en nuestras entrañas parte del cuerpo de Marilyn Monroe o de la misma Cleopatra, jajaja---se carcajeó poniendo fin a la conversación---

Hablando hablando habíamos llegado hasta el estanque. En su borde nos sentamos un rato viendo las barquitas llenas de parejas besuqueándose sin atender siquiera a los remos. La tarde estaba deliciosa. Al final decidimos acabarla paseando hasta el otro confín del parque. Eso sí, no volvimos a tratar el asunto, me daba yu yu..

Joaquín  



  

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