Este es el libro de mi dolor:
lágrima a lágrima que formé;
una vez hecho, te juro, por
Cristo, que nunca más lloraré.
¿Llorar? ¿Por qué?
Serán mis rimas como el rielar
de una luz íntima, que dejaré
en cada verso; pero llorar,
¡eso ya nunca! ¿Por quién? ¿Por qué?
Serán un plácido florilegio
un haz de notas que regaré
y habrá una risa por cada arpegio,
¿Pero una lágrima? ¡Qué sacrilegio!
Eso ya nunca. ¿Por quién? ¿Por qué?
--Amado Nervo--
Subíamos por la acera izquierda de calle de Alcalá. Hacía fresco y me subí el cuello del abrigo.. Atrás habíamos dejado la Cibeles, cruzado la calle Barquillo, y paramos justo en la puerta de la iglesia de San José.
--Mira---le dije a mi amiga---en esta iglesia se casó Simón Bolívar con una chiquilla madrileña. Pero duró poco el matrimonio, apenas unos meses; la pobre niña cogió unas fiebres y falleció, ¡tan jovencita!-–le expliqué como que muy enterado del asunto--
--¿Te refieres a Simón Bolívar, el líder de la independencia americana, al que tanto alaba Maduro y sus seguidores en Venezuela?---me preguntó ella--
–El mismo. Pero no sabes lo mejor de esta iglesia---le dije creándole cierta expectación--
--Y tú me lo vas a contar, ¡a que sí!---respondió resignada, pero sonriendo--
Yo capté la indirecta y le sonreí también maliciosamente. Luego la agarré por el talle y le hice subir la escalinata del templo. En un rincón sombrío, a la entrada de la inmensa parroquia, vacía entonces, le conté rápido antes que se distrajera..
--Escucha---le dije---fue en el carnaval de 1855, y se trató de un diplomático alemán que residía en Madrid--
Y le narré punto por punto la macabra historia..
--Asistía el diplomático a una cena agradable entre amigos y amigas---proseguí---despues marchan al baile de Piñate que se celebra en un conocido teatro. En el palco dejan solo al diplomático, que mira hacia abajo cómo se divierte la gente bailando y riendo entre máscaras y vestidos estrambóticos..
Media hora lleva el alemán mirando entretenido cuando, ¡se abre la puerta del palco y entra una figura femenina vestida de negro y con un antifaz tan negro como el traje!. Sólo dos notas blancas porta la misteriosa dama, los guantes y una rosa.. Sorprendentemente le dice..
--¡Sígueme!--
Él le hace las preguntas lógicas
--¿Quién eres? ¿Qué quieres?..
Ella no dice nada. Durante un rato permanece callada.. Luego habla con voz dulce. Le interroga..
--¿Te atreves a acompañarme?.
--Desde luego---responde el alemán con su acento germano y casi salivando de placer---¿tienes coche?--le pregunta--
--Aquí no; pero mañana tendré el más lujoso de Madrid---contesta la mujer--
Comienzan a caminar. Él siente apoyada en su brazo la mano helada de ella.
--¿Tienes frio?---se atreve a preguntarle a la dama---¡estás gélida!--se extraña---
--En la casa donde vivo hace mucho más que aquí---responde ella--.
Deambulan con luces ya de amanecida. Llegan a la calle Alcalá y la enigmática mujer le invita a penetrar en esta vieja iglesia, y en medio de la nave.., sí, allí mismo-- le dije a mi amiga señalando el lugar---en medio de la nave observan un catafalco cubierto con paños negros..
El diplomático piensa ya cosas raras de su compañera de aventuras y trata de despedirse de ella. La dama impone silencio. Se sube el velo de seda que le cubría la cara, ¡es bellísima!, pero extremadamente pálida, y le da un beso en la boca.. Luego exclama:
--¡Chissst! No se lo digas a nadie. Me pusieron ahí esta mañana---le dijo mirando el catafalco y al ataúd que había sobre él. Despues le dijo adiós, y desaparece.
El diplomático sale del templo desconcertado. Vaga por las calles estremecido de frío y de horror, y aún con el sabor metálico del beso en sus labios.. Horas más tarde vuelve a la iglesia. En el interior permanece el catafalco con el ataúd y una corona de rosas blancas. Temeroso, pero curioso a la vez, se acerca al féretro que mantiene abierta su tapa superior, y la ve.. ¡¡Dios mío, era ella, la dama del beso!!..
Pronto comienza a entrar gente, los monaguillos, los sacerdotes. Lo que se va a celebrar son los funerales de una condesita muy conocida en los medios aristocráticos madrileños.
--¡Joder, Joaquín, me estás asustando!---se estremeció mi amiga aterrorizada---Anda salgamos de aquí que me estoy imaginando la escena. Ya me contarás luego cómo acabó el asunto--concluyó--
--O.k.---le dije---afuera te lo cuento. Además está anocheciendo--
Al poco rato estábamos subiendo ya por Gran Vía. En una calle adyacente y en zona azul localizamos el coche.
Por cierto, mientras conducía de vuelta a casa tuve que terminar de contarle el misterio de la iglesia de San José..
Joaquín..
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